Delegados indígenas de América del Sur se suman a pie, en lanchas o autobús a la Caravana Kari-Oca, que los llevará a la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible, Río+20, donde, entre el 20 y 22 de junio, esperan interpelar a los gobernantes del mundo.
“Representaremos a miles de comunidades aborígenes de América del Sur”, dijo a Tierramérica el líder huaorani Moi Enomenga, justo antes de abordar en Quito el autobús que demorará nueve días en llegar a la brasileña ciudad de Río de Janeiro, sede de la Cumbre Río+20. Otros dirigentes indígenas se le unirán en el camino.
Los huaoranis son un pueblo amazónico afincado en el este de Ecuador, en una zona de explotación petrolífera.
Río+20 se plantea como un ámbito intergubernamental para adoptar soluciones a la crisis mundial de sustentabilidad, que se manifiesta en el reiterado fracaso de la economía globalizada, la carestía de alimentos, los problemas energéticos y los males ambientales globales como el cambio climático y la pérdida de biodiversidad.
“Los indígenas hemos estado divididos durante años. Ahora vamos a unirnos”, dijo Enomenga. “No todos pueden oír la voz que llega de la Madre Tierra desde la selva, y queremos llevar esa voz a Río”, señaló.
Desde el 14 hasta el 22 de este mes se celebrará la Cumbre Mundial de los Pueblos Indígenas sobre Territorios, Derechos y Desarrollo Sostenible en la aldea Kari-Oca II, especialmente construida por indígenas brasileños a cinco kilómetros de la sede de la conferencia oficial.
El Comité Intertribal de Brasil, organizador del encuentro, prevé la participación de unos 600 indígenas de todo el mundo, que elaborarán un mensaje y recomendaciones al encuentro de alto nivel de Río+20.
“Queremos invitar al mundo a un futuro más brillante, basado en los valores y principios indígenas del ‘buen vivir’”, dijo la aymara chilena Hortencia Cáceres. El “buen vivir” también se conoce como el “vivir bien”.
Opuesto a la idea occidental de “vivir mejor” –el crecimiento económico entraña progreso y éste lleva a eliminar la pobreza–, el “buen vivir” plantea el equilibrio y la cooperación entre las comunidades humanas y su integración con la naturaleza, de la que se extrae lo necesario para una vida digna, sin afán de acumulación.
En cambio, la “economía verde”, que muchas naciones quieren plasmar en el documento final de Río+20, representa una “falsa solución” a la crisis de degradación ambiental e injusticia social, afirmó Cáceres.
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