La cumbre Río+20 definirá la economía de los próximos 20 o 30 años, con un compromiso de lucha contra la pobreza y un cambio en los patrones de consumo y producción mundiales, afirmó André Correa do Lago, jefe negociador de Brasil y líder de los acuerdos como país anfitrión.
Esta declaración es muy similar a las que se hicieron hace 20 años en el mismo escenario, Río de Janeiro, en ocasión de la Cumbre Mundial de Desarrollo Sostenible.
¿Qué nos hace pensar que en los próximos 20 años el mundo va a cambiar? Solo el tiempo lo dirá.
Mientras tanto, el mundo comienza a debatir un concepto de desarrollo: economía verde.
Para Humberto Gómez, ejecutivo de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN) se trata simplemente de desarrollar un modelo industrial con bajas emisiones de carbono.
Más didáctico, Alaín Núñez, reconocido ambientalista, pone como ejemplo, uno malo, la explotación de la Amazonia, que ha dejado a la mitad de su población en la pobreza y causando una degradación preocupante.
Más allá de los discursos, el cuidado de la naturaleza se constituye en una necesidad de supervivencia, de la que todo el mundo parece tomar conciencia, pero cuyos resultados no son palpables.
Economía verde no es sostenible para Bolivia
Humberto Gómez
Director Ejecutivo FAN
La economía verde es una propuesta que se reduce en modelos industriales con baja emisión de carbonos. Lo que quiere a gran escala significa que cada rama de una ciencia del saber se complementa con otra al momento de elaborar un proyecto industrial. Por ejemplo un biólogo, un economista, o un físico coordinan acciones y realizan una fusión de conocimientos que permita afrontar mejor los problemas, ya que el enfoque económico convencional no se considera adecuado. Esta propuesta se ha consolidado durante la cumbre de Río+20 como el compromiso más sólido que están dispuestos en asumir los países industrializados.
Se sostiene en el supuesto que las principales economías del mundo han estado concentradas en actividades extractivas que son contaminantes, y un cambio en ese modelo ambiental permitirá restablecer en parte las condiciones ambientales de todo el planeta. Por ejemplo hidrocarburos y minería, utilizan herramientas contaminantes al momento de realizar la extracción de la riqueza del suelo. La contraparte es la propuesta de desarrollar a través de estudios otras fuertes de energía que sean más limpias y menos contaminantes.
No obstante, el enfoque de la economía no toma en cuenta las grandes limitaciones en cuanto a recursos de los países en vías de desarrollo. Muchos estudios han demostrado que la mitad de la riqueza en el mundo está conectada en el 10% de la población. Por eso al momento de hablar de un cambio de actividades productivas sostenibles surge la interrogante de cómo pasar de la teoría a la práctica. No existen aún mecanismos para aplicar aquello que se viene pregonando en la teoría.
Lo que se sabe es que se requiere una aplicación a nivel global. Pero pensado hacia nuestros países latinoamericanos con menos recursos, se vuelve menos posible. No contamos con un elemento fundamental como es el acceso a la tecnología, y la posibilidad de desarrollarla por nuestra propia cuenta.
Pretender que un país como Bolivia, por ejemplo, cambie su matriz energética, basada fundamentalmente por gasolina o diesel, y pasar a autos eléctricos o energía eólica, no es sostenible a corto plazo. Otros países que sí tienen ingresos mayores sí tendrían mayores posibilidades a este cambio, y por eso decimos que más que una propuesta global se vuelve en una respuesta desde los países industrializados.
La propuesta en sí, no es una solución concreta, sino apenas una parte de un problema que se hace cada vez más grande con efectos cada vez más evidente en los ecosistemas de todo el mundo.
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