Esta vez Oruro, fue motivo de la agenda periodística a nivel internacional, a diferencia de su afamado Carnaval, reconocido como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad, esta vez por la lamentable noticia de la desertización del lago Poopó.
Este hecho para algunas autoridades, en principio, no revistió preocupación, como el caso del gobernador del departamento, Víctor Hugo Vásquez, que tuvo que sobrevolar personalmente la región afectada, para decir "se ha secado, se ha secado hermano"; quien en primer instancia a partir de su vivencia propia en Orinoca, afirmó que la desaparición de las aguas del lago era un hecho cíclico.
Contradiciendo esas versiones, comunarios como Valerio Rojas, Vicente Valero, Simiano Valero, Daniel Mauricio, entre muchos otros, indicaron que toda situación vivida en otros años, cuando disminuía el espejo del agua, no se compara a la actual tragedia, cuando de los aproximadamente 3.200 kilómetros de superficie acuática ahora solo quedan charcos y algo de tierra húmeda entremezclada con salitre.
LA PATRIA el 12 de diciembre hizo pública la preocupación de los comunarios y autoridades originarias, a partir de la alerta manifestada por Valerio Rojas de la comunidad de Untuavi del municipio de Toledo, quien sirvió de guía en el viaje terrestre que realizó un equipo del Subdecano de la Prensa Nacional, en un recorrido patrocinado por activistas defensores del medio ambiente que forman parte del Centro de Ecología y Pueblos Andinos (CEPA).
Entre tanto, otro equipo realizó un sobrevuelo para captar fotografías y tomas de video que se constituyeron en la primera alerta de impacto mundial sobre la catástrofe ambiental, precisamente a pocos días de la Cumbre Climática que se realizó en París, precisamente para asumir acciones de lucha contra el cambio climático
El video y las fotografías constataron el drama en la zona, por la impactante disminución de agua en dicha fuente lacustre, que ya hace un año dejó millones de peces y aves muertas. Ahora la sequía acabó con cualquier forma de vida en el ecosistema. Desde que LA PATRIA difundió la actual situación del lago, una infinidad de periodistas tomaron contacto con colegas orureños, autoridades y especialistas en medio ambiente, queriendo conocer detalles de la tragedia.
Expertos y no expertos, manejan por lo menos tres hipótesis respecto a las causas del desastre, una de ellas es el calentamiento global, desvío de las aguas del río Desaguadero para riego de cultivos y otra es la contaminación producto del depósito de desechos mineros que dañaron al segundo lago más importante de Bolivia.
Será o no la hora de buscar culpables, pero hay una sola realidad el lago ya no está ahí. Si la esperanza de las autoridades algún día se volverá
realidad, las aguas volverán. Comienzan a asumirse acciones y ya se destina dinero para éste fin, poco en comparación a gastos suntuosos en obras de cemento y que probablemente no presten mucha utilidad a la población.
Ahora es hora de hacer honor al discurso de defensa y preservación de la Madre Tierra.
ALGO DE HISTORIA
Diversas opciones bibliográficas confirman que la inestabilidad pesquera en el lago Poopó se debe a su estado cambiante y precario de agua, pues el 80% del afluente llega desde el lago Titicaca a través del río Desaguadero, por tanto su dependencia es marcada hacia dicha fuente de alimentación, siendo su único flujo de salida, la evaporación.
Según Víctor Zabaleta y Mi-
chael Bremer, en su publicación "La degradación ambiental de los recursos pesqueros del lago Poopó", entre los años 80 y 90 la capacidad pesquera potencial del lago se estimaba entre 2.500 a 3.600 toneladas métricas por año, pero luego fue disminuyendo y hace 10 años la producción sólo llegaba a 500 toneladas por año, según publicó el Programa de Investigación Estratégica en Bolivia (PIEB).
María Cáceres, periodista y ambientóloga, oriunda del occidente orureño, recuerda que por 1989, ella paseaba en bote por el lago, y ese año su abuelo Isidro Cáceres Aramayo había fundado la primera cooperativa pesquera denominada San Isidro de Canall Collo y su producción de pejerrey se comercializaba incluso en Santa Cruz, a razón de 0,50 bolivianos, por caja que contenía entre 8 a 10 kilos.
En periodos recientes cada kilo de pejerrey se comercializó hasta en 50 bolivianos. Existen 18 cooperativas pesqueras, cuyos afiliados, tras el desastre en dicha fuente lacustre quedaron sin una fuente de ingresos económicos.
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