Un envase de polietileno que contiene la ración líquida del desayuno escolar tarda de 180 a 200 años en degradarse.
Miles de éstos se desechan al día en La Paz y van a formar parte de los 376 kilogramos de residuos plásticos que los paceños producen diariamente. Su destino podría ser la basura; sin embargo, una empresa los recicla para convertirlos en baldes, mangueras, tubos, mesas, sillas y una infinidad de productos de plástico.
Desde 2008, Industrias Fátima obtiene envases de las raciones líquidas del desayuno en coordinación con la Unidad de Alimentación Complementaria Escolar (Unace) del municipio paceño. La empresa recolecta envases de 410 unidades educativas de la ciudad de La Paz y logra acumular de siete a ocho toneladas de estos residuos al mes.
Son siete a ocho toneladas que no taparán una bocacalle, que no irán al relleno sanitario, que no contaminarán el suelo y que se transformarán para ser útiles de nuevo.
Trabajo en conjunto
Es un día cualquiera de clases en las unidades educativas, diez minutos antes de que los alumnos vayan al recreo, el profesor reparte el desayuno escolar. Cuando han terminado, depositan los envases de las raciones líquidas en un canastillo, posteriormente el portero del establecimiento los acumula en un contenedor.
Cada día se realiza la recolección en un macrodistrito determinado y, una vez en el lugar, dos trabajadores pesan el producto y lo trasladan a la camioneta.
Alrededor de 400 envases hacen un kilogramo y los alumnos, con su propio envase junto a los profesores, están unidos todos los días en esta cruzada para no contaminar el medio ambiente.
Ronald Quispe, chofer y recolector de Industrias Fátima, visita de 60 a 70 unidades educativas por día. “El tiempo es el peor enemigo; por eso debemos seguir el cronograma de forma exacta”, dice. El precio pagado por kilogramo a cada colegio es de 70 centavos de boliviano.
La metamorfosis
La jefa de adquisiciones de materia prima de Industrias Fátima, Susan Durán, cuenta que todo comenzó con un taller pequeño de tornería que su padre estableció hace más de 29 años.
Su padre, David Durán, diseñó varias máquinas para que se adapten a las necesidades de las empresas que lo invitaban a trabajar con él en el área textil y de producción de plástico.
Años después, el interés de los miembros de la familia Durán por el reciclaje los motivó a concebir la primera empresa que recicló bolsas nailon en Bolivia, la misma que en la actualidad reutiliza hasta el agua que consume.
A la planta -ubicada en El Alto- llegan los envases del desayuno escolar, que significa el 8% de todos los residuos plásticos que recicla la empresa al mes.
Una vez dentro de la planta se ponen uno sobre otro los saquillos llenos de cientos de los pequeños envases antes de depositarlos a la primera de las máquinas que se encarga de lavar y moler.
Dos máquinas en forma de tubos y alimentadas por potentes llamas de fuego secan los envases ya picados a alrededor de 90 grados centígrados eliminando, a su vez, cualquier organismo nocivo.
Finalmente, se procede a un proceso de industrialización en una paletizadora, máquina que termina el reciclaje arrojando una especie de grageas de plástico. Todo el proceso dura un día.
Una vez convertido el material plástico residual en grageas, están pueden usarse para fabricar baldes, mangueras, tubos, y diversos objetos de plástico.
“Nosotros trabajamos con 100 toneladas mensuales de diferentes tipos de residuos de plástico que nos llegan del interior del país, del exterior, de otras empresas, de acopiadores. En todo el proceso, desde el recogido hasta el producto final, están involucrados ocho trabajadores y 500 familias acopiadoras”, comenta Durán.
Un reciclaje de mentalidad
La Unace informó que en el primer semestre del 2011 el número de envases que se han recogido se ha duplicado en comparación a la gestión 2010.
Este incremento contrasta con el concepto negativo que tienen algunas personas sobre el reciclaje y los productos que se obtienen de este proceso.
“El reciclaje no es basura, lo que hay es una falta de conciencia. La gente piensa que contamina, eso no es cierto”, dice Durán.
Según su opinión, cuando la gente se entera que un producto está hecho a base de material reciclado duda de su calidad.
Por su parte, el director ejecutivo de la Fundación para el Reciclaje (Fundare), Pablo Sauma, cree que el mayor temor que tienen las personas es que el producto reciclado esté contaminado.
“Eso es falta de educación. Una vez procesado, el material tiene las mismas condiciones que un plástico virgen”, sostiene.
Para Sauma, la importancia de la labor de esta industria es que ha logrado recuperar una gran cantidad de plástico para que continúe su ciclo de vida, en lugar de que vaya a engrosar las montañas de basura en el relleno sanitario.
La mayoría de quienes trabajan en Industrias Fátima son mujeres. Algunos de los más antiguos y experimentados trabajadores han emprendido sus propias microempresas de reciclaje. “Cuando uno tiene inventiva, hay pan para todos”, comenta Durán.
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