Estos “bosques” andinos están en riesgo porque se desconoce su valor.
Bajo la verde capa que se asemeja al pasto, los bofedales guardan una antiquísima historia de desarrollo y una biodiversidad que hasta ahora sólo dejó ver unas 52 especies de plantas, además de 60 de fauna y flora acuáticas, registradas a través de un estudio en la zona del Tuni Condoriri.
En las llanuras de los Andes centrales, a los pies de cerros y nevados, desde el norte argentino y pasando por Bolivia, Perú y Chile, este ecosistema aún guarda misterios. El calentamiento global y el desconocimiento de su importancia atentan contra ellos.
Milenarios. La investigadora del Museo Nacional de Historia Natural, Teresa Ortuño, explica que los bofedales son un tipo de vegetación que crece en ambientes entre los 4.000 y 4.700 metros sobre el nivel del mar. Se caracterizan por su vegetación semejante a un cojín y su por estructura, que podría compararse con la de una esponja, puesto que son colectores de agua.
Por eso están siempre verdes, ya que forman ojos de agua y hasta conservan corrientes subterráneas, recursos hídricos importantes en estas zonas áridas.
Se desarrollan sobreponiéndose año tras año a manera de capas, donde las partes muertas de la planta van formando un suelo rico en materia orgánica conocido como turbaque, y alcanzan una profundidad aún no establecida.
En perforaciones a dos metros de profundidad (hasta la base rocosa) cerca de la represa del Tuni Condoriri, se verificó que existen bofedales que empezaron a desarrollarse hace 7.400 años y, cerca al glacial de Charquini, a cuatro metros, se hallaron hojas de 1.200 años de antigüedad, lo que demuestra que los bofedales son entidades independientes en su desarrollo y que tardaron muchos años en establecerse.
Biodiversidad. Según Ortuño, “a simple vista parece que sólo dominara una especie, pero si vemos de cerca, detenidamente, hay una serie de especies que están protegiéndose”.
La investigadora Rosa Isela Meneses, a su vez, determinó en su investigación que en los bofedales podrían coexistir al menos entre 62 y 67 especies. “La característica de la formación de especies es la cantidad de agua que hay en la napa freática superficial”.
Mirtha Velásquez, investigadora de la Unidad de Limnología del Instituto de Ecología, explicó que en los ojos de agua y arroyos de los bofedales se hallaron unos 30 géneros de macroinvertebrados. En cuanto a especies microscópicas, agregó, los investigadores diferenciaron unos 75 tipos de flora planctónica (fitoplancton) y más de 25 géneros de fauna planctónica (zooplancton). “Muchas pueden ser especies nuevas”.
Las amenazas. El director del Herbario Nacional, Stephan Beck, reflexionó respecto de la importancia de los bofedales como parte de los humedales andinos, ya que éstos son importantes recursos hídricos para la región andina.
Sin embargo, hay muchas amenazas para su preservación, principalmente las que representan el hombre y el cambio climático.
Según Ortuño, el sobrepastoreo es un factor que afecta a algunos bofedales. “Hay personas que extraen turba, ya que es materia orgánica, y así los destrozan, sin saber la importancia que tienen en el ambiente y el tiempo que tardan para desarrollarse”.
El agua que contienen también atrae a los mineros, que desvían su cauce y, además, vierten el líquido contaminado a sus vertientes. Y tampoco faltan los que abren cultivos o caminos sobre ese manto verde.
10 metros cuadrados es la extensión mínima de un bofedal. Hay algunos de varios kilómetros.
Las frases
“Debido a que muchos de los bofedales son muy pequeños, es difícil diferenciarlos con fotos satelitales, por eso es necesario ir al campo a verificar su presencia”.
Teresa Ortuño / Investigadora
“Cuando se habla de bofedales hay que hablar de humedales. Hay que destacar el proyecto Ramsar, que destaca humedales como el Pantanal o Laguna Colorada”.
Stephan Beck / Director del Herbario Nacional
“No podemos decir que los hallazgos son totales, sobre todo respecto a lo que son los organismos acuáticos, ya que muy poco se ha investigado sobre bofedales en Bolivia”.
Mirtha Velásquez / Investigadora
“Estas juncas son altamente palatables para el ganado, les gusta mucho, aunque se cree que tienen espinas que les lastiman, en realidad, son comestibles para los animales”.
Rosa Isela Meneses / Investigadora
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