CORAZÓN CHAQUEÑO | EL RÍO HA DADO ORIGEN A LA PLANICIE DEL CHACO BOREAL Y ALIMENTA UN RICO Y SALVAJE ECOSISTEMA CONDENADO A LA ADAPTACIÓN COMO FORMA DE SUBSISTENCIA. EL PROYECTO PANTALÓN Y EL CARRIZAL AMENAZAN CON ALTERAR SU CICLO PARA SIEMPRE.
¿Puede el Pilcomayo convertirse en un río de barro? ¿Sumergirse para siempre bajo la planicie chaqueña que ha moldeado? ¿Fundirse con el acuífero Guaraní? ¿Ahogar el ecosistema que ha forjado? Cuando después de un descenso por el río de doscientos kilómetros, entre quebrachos, loros y garzas, cardenales y charatas y algún que otro yacaré, se encuentra una minúscula retroexcavadora combatiendo toneladas y toneladas de lodo solidificado a la entrada del canal argentino, en el denominado Proyecto Pantalón, la realidad arrebata el sueño y piensas si en todas las vueltas y curvas kilométricas dadas en el curso, el agua no estaría buscando un agujero para precipitarse para siempre al centro de la tierra. El Pilcomayo da vida a un tercio del Gran Chaco Sudamericano, a un rincón trinacional en el que viven 4 millones de personas y que alberga naturaleza salvaje en estado puro, pero que, demasiado alejado de los centros de poder, se entrega a la adaptación como medio de subsistencia, mientras que desde La Paz, con el Proyecto El Carrizal, se prepara una especie de muerte asistida que regule el cauce para siempre.
El Pilcomayo es como esa vieja actriz, admirada por todos y cuyos reportajes están listos y editados para que cuando muera acapare páginas de periódico, pero que cuando preguntas de cerca apenitas se han visto una o dos de sus películas. Googlear Amazonas te entrega más de 73 millones de resultados y hacer el mismo ejercicio con el río Pilcomayo apenitas 1,3 millones. Ambos ríos han dado origen a formaciones y ecosistemas propios y de valor incalculable para América Latina (la Amazonía y el Chaco) pero la diferencia en el conocimiento del uno sobre el otro es abismal. Descenderlo en bote te acerca a un paraje todavía semi virgen, donde el ser humano convive con las lógicas de la naturaleza, que condiciona la presencia de su flora y su fauna. Navegarlo es tomar el pulso al Chaco. Los pescadores “con red tijera” saludan al paso, mientras que los ojos rojizos de los yacarés que se iluminan al anochecer no parecen ser tan amistosos. El río, en algunos tramos de la frontera trinacional, ha llegado a abrir un cauce de hasta 500 metros de ancho para soportar en enero un caudal hasta de 1.000 metros cúbicos por segundo, pero que en la época seca puede quedarse en los 28 según los datos de la Fundación Naturaleza, Tierra y Vida (Nativa).
Para Jaime Sarmiento, biólogo especialista en peces (ictiólogo), que ha recorrido gran parte de los ríos del país, el Pilcomayo sigue albergando más misterios que certezas. Hablar del Chaco en Bolivia es evocar los anhelos de una guerra que se perdió “pero que se iba a ganar” y es hablar de las ingentes cantidades de hidrocarburos que se salvaron en Villa Montes y Camiri.
EL SÁBALO DEL PILCOMAYO
Hablar del Pilcomayo en Bolivia es hablar del sábalo, de la crisis de la pesca actual y del colosal desfile de camiones en el Angosto de Villa Montes de principio de siglo que abastecía a todo el país, y también del plomo-estigma que los científicos soviéticos cargaron sobre los weenhayek en el año 79 y que todavía despierta recelos pese a que a las autoridades sanitarias certifican que las trazas de contaminación son inocuas para el ser humano.
El Pilcomayo es como esa vieja silenciosa tumbada en la cama viendo pasar los días, que apenas habla porque para eso está su nuera sentada a su lado.
- No sé qué le pasa, está de mal color, con cambios de humores constantes, se le están poniendo los pies negros, es una pena con lo que ha sido.
- ¿Y el doctor que dice? ¿La ha visto?
- No.
Últimamente, se tiende a observar el Pilcomayo como una compleja conjunción de sedimentación, deforestación, efectos del cambio climático y contaminación más que como a una unidad de cuenca integral y que como tal debería ser gestionada según explica Iván Arnold, director de la Fundación Nativa.
El Pilcomayo pasa por ser el segundo río, después del Yang Tse chino, que más sedimento arrastra en sus de 2.426 kilómetros desde la cordillera andina hasta su complejo final deshecho en riachuelos y lagunas al extremo oriental del Chaco Boreal. Cerca del 30 por ciento de su caudal es contenido sólido disuelto, que una vez superada la cordillera del Aguaragüe (Villa Montes– Tarija – Bolivia) empieza a depositarse. Poner un pie en el agua supone hundirlo hasta la rodilla. Los más de 1 millón de kilómetros cuadrados de llanura chaqueña de yesos y arenas forjada al tozudo paso del Pilcomayo se convierte cada año en un enrevesado laberinto de curvas y meandros. Los botes de los navegantes menos avezados encallan con facilidad mientras los loros y las garzas parecen reírse desde la orilla.
El río drena una cuenca de 270 mil kilómetros cuadrados, a la cual, hace cinco siglos, se le empezaron a dibujar líneas fronterizas para separar Bolivia de Paraguay y Argentina, pero que aún hoy se siguen viendo como elementos artificiales en una unidad porosa y común.
La vieja no es de esas que se hace querer enseguida, cuesta tiempo acercarse a ella por un camino amurallado con espinas punzantes y peligros inesperados en cada recodo.
EL CHACO PERDIDO
Si en algo coinciden los historiadores es que el Chaco se perdió porque no había caminos, y hubo que abrir una ruta más o menos directa a Villa Montes para trasladar a los soldados. 80 años después de la contienda, el camino sigue siendo el mismo.
La Esmeralda, el último pueblo boliviano, en plena frontera trinacional, queda flanqueada por dos destacamentos militares, uno boliviano y otro paraguayo. Una veintena de soldados curtidos al sol juegan fútbol para matar el aburrimiento. Al otro lado, la escena se repite entre las tropas paraguayas. Poro en mano y olor a parrillada, el saludo siempre es cordial en el cuartel de Pozo Hondo, el único de los perdidos que no cambió de nombre después de la guerra. Los soldados son mayoría en estos lares.
El Chaco que fue boliviano, que ahora es paraguayo y que alguna vez reclamaron los argentinos, sigue despoblado. Más cerca de las urbes (Filadelfia, Asunción) se instalaron colonias menonitas que desarrollaron granjas. Aguas arriba, las Quintas siguen teniendo decenas de hectáreas. El intento de poblar el Chaco nunca se hizo sistemático y la gente llegó como por casualidad. Muchos cruzaron la frontera y se instalaron, otros llegaron desde la capital, otros ya estaban allí cuando la guerra pasó por sus predios. Todos ellos han patentado el carácter chaqueño, afable y entrador pero endurecido por las extremas condiciones climáticas de frío y calor.
Las extensiones son grandes porque básicamente se dedican a la crianza de ganado vacuno, “aquí es seco, la agricultura no da” afirma Anastacio Ruiz, que tiene cerca de 700 cabezas de ganado en sus más de mil hectáreas de propiedad y que el río va arrebatando de a poco. La vieja vive con su nuera porque su hija hace tiempo que se fue a La Paz y apenas vuelve de vez en cuando para ver a sus hermanos que viven en Asunción y Buenos Aires
La Fundación Nativa convocó a finales del año 2011 una cumbre con la UNESCO para impulsar una reserva Trinacional de la Biosfera en torno al río Pilcomayo, similar a la del Trifinio, que funciona en la confluencia de Honduras, Guatemala y El Salvador. Reunió a las autoridades de Argentina, Paraguay y Bolivia.
LOS RETOS
El Pilcomayo está presente en la vida de los pescadores bolivianos, de los agricultores argentinos y de los ganaderos paraguayos. La explotación minera y maderera multiplican la sedimentación del río que se acumula en el cauce y que en pocos años, amenaza con cortarlo. Conciliar los usos sin que las decisiones de unos afecten a los otros, y que además preserve la biodiversidad del río es el reto de la Comisión Trinacional. Sin embargo, en paralelo a la Trinacional funciona una Bilateral que margina a Bolivia y que aborda principalmente los proyectos de riego. El proyecto Pantalón, que pretende dividir las aguas a partes iguales entre los dos países es el proyecto estrella, pero requiere de un mantenimiento constante para evitar obstrucciones que desconecten el río con los bañados y perjudique a la pesca en Bolivia.
En la cumbre se oyeron propuestas que todavía hoy resuenan en el vacío de las instancias de poder. En 2010, una hemiplejia casi la manda al otro barrio pero resistió. Algunos remedios salieron caros y fueron inocuos, otros vecinos se fueron a otros barrios…
Las alarmas saltaron antes en los mercados que en la propia cuenca. Los camiones que otrora inundaban de sábalo Tarija, Cochabamba y hasta La Paz volvieron vacíos. Según los datos de CODEFAUNA, la comercialización cayó de las 946 toneladas en 2001 a apenas 72 en 2011.
El sábalo no podía remontar el río, de nuevo el sedimento le ponía trabas en el camino. Muchos de los pescadores, mientras se preguntaban la razón, optaron por guardar sus aparejos y emigrar o cambiar de profesión. Moisés Sapiranda, capitán grande de los Weenhayek, solicitó entonces la conformación de bañados en tierra nacional y sobre todo, provisión de alimentos y cupos en el Plan de Empleo Urgente para solventar “el hambre de mi pueblo”.
Algunas autoridades, presionadas por la opinión pública, como el ejecutivo seccional de Villa Montes, Rubén Vaca, compraron tres anfiexcavadoras que nunca pudieron emplear en la limpieza del río. “Es una cuestión de soberanía, el problema no es en Bolivia sino en Argentina y la trinacional no ha funcionado” señala Iván Arnold.
El primer chequeo advirtió que la solución era compleja y que requería de un estudio integral y mucho compromiso de todos los que rodeaban a la vieja
El Pilcomayo nace a 4.200 metros sobre el nivel del mar, con las lluvias y el deshielo en verano alcanza un caudal de 1.000 metros cúbicos por segundo que arrastran en su vertiginoso descenso el sedimento que empieza a depositarse tras sortear el Aguaragüe.
“Hasta ahí sencillo” dice Arnold. El Pilcomayo no desemboca como tal sino que va perdiendo velocidad hasta que la mayor parte del agua queda estancada formando cientos de lagunas y los grandes bañados atrapando los peces. A principios del siglo XX el principal fue el Estero de Patiño y un siglo después el Bañado de la Estrella en Argentina. Otra parte se filtra entre el sedimento y una parte menor forma pequeños riachuelos que pueden tomar contacto con el río Paraguay.
“Al subsiguiente año, según la cantidad de lluvia y el poder de la riada, las lagunas y bañados volverán a tomar contacto con el cauce. Entender este proceso es vital para comprender el ciclo del sábalo”.
El sábalo cuando tiene dos o tres años, remonta el río para reproducirse en la zona alta, en el tramo entre Villa Montes y Entre Ríos (Tarija). Una vez fecundado, las huevas son arrastradas por la corriente y depositadas de forma natural en los bañados que después quedarán aisladas en la época de sequía. Ahí crecen y se desarrollan. En las siguientes crecidas, cuando las lagunas vuelvan a formar parte del cauce, los peces que sienten el llamado de la naturaleza remontan el río, a un ritmo de 6 kilómetros día, para cumplir con su ciclo vital.
Bagres, Dorados y Surubís están presentes a lo largo de todo el curso, pero el sábalo, el pez estrella en Bolivia, estará en peligro de muerte si el cauce se obtura, se desconecta o se sotierra.
¿RIO RICO?
Lo de los pies, dicen que es gangrena, y que está avanzando rápido, por lo que algunos piensan que lo mejor es amputar y ver lo que pasa, que si hay suerte, pueden volver a crecer piecitos, que aunque más pequeñitos, pueden servir para caminar, pero más despacito.
El aprovechamiento hidrológico del río Pilcomayo en el norte de Argentina y el sur de Paraguay llevó a los dos países a idear el Proyecto Pantalón, con una inversión millonaria, riesgosa y que requiere altos desembolsos en mantenimiento. Durante años, la mayor parte del agua entró en Argentina y formó el Bañado de la Estrella, principal criadero natural de sábalos. La alta inversión y también la presión vecinal que rechazaba la inundación anual hizo aflojar el ritmo de limpieza en el brazo argentino. En 2010 empezó a obturarse, enclaustrando a los peces.
El primer canal que se construyó en Paraguay, en 1987, tenía cinco metros de ancho por dos metros de profundidad, según explica Antonio Giménez, jefe de obra en aquel momento. Hoy recoge prácticamente el 90 por ciento del agua, tiene más de 150 metros de ancho y las máquinas elevan cada año el muro de contención, que ya anda por los 15 metros.
Los bañados llamados a sustituir al de La Estrella están aún en proceso de formación y los cardúmenes no han alcanzado la talla suficiente, pero los problemas en la zona baja ya se hacen sentir.
La propiedad de Anastacio Ruiz, se ha inundado en un 20 por ciento y sus granjas y casas construidas más cercanas al cauce han quedado inservibles. Don Anastacio es consciente de que el río es el que manda, pero espera que no vaya a mayores.
Por otro lado, en La Victoria (Bolivia), en una curva abandonada del río, se estudia abrir un canal para crear un bañado artificial que permita criar sábalos que puedan abastecer el mercado local en Villa Montes y sobre todo conservar la forma de vida de los pueblos Weenhayek y Tapiete.
El médico ha dicho que el cambio de humor depende de “factores exógenos” y que no puede hacer nada, que es necesario un acuerdo entre la comunidad científica.
La Fundación Güira Paraguay señala que en el Chaco se deforestan una media de 2.000 hectáreas de especies propias al día.
“Los efectos del cambio climático se están analizando, pero obviamente una lluvia torrencial sobre unos suelos a los que se les ha arrancado su sujeción natural tiene un impacto decisivo sobre la erosión que al final, llega al cauce del río, un río que ya de por si arrastra mucho sedimento” señala Marcela Zamora, responsable del área natural de la Fundación Nativa.
Zamora advierte que en Bolivia el ritmo de deforestación es menor respecto a los otros países, pero que sin embargo las políticas no son claras al respecto. Una mayor disolución sólida en el agua del Pilcomayo obliga a Argentina y Paraguay a multiplicar sus trabajos de limpieza y canalización y puede provocar efectos definitivos en el sábalo, en el caso de que el cauce se sedimente definitivamente y el curso del río se vuelva subterráneo, como ya pasa en su llegada hasta el río Paraguay.
En el Gobierno Central de Bolivia hay 1.300 millones de dólares listos para construir el proyecto múltiple El Carrizal. Una represa de 170 metros de altura, construida sobre el río Pilaya, el principal afluente del Pilcomayo, donde se pretende generar entre 300 y 500 megawatios y regar unas 120 mil hectáreas en el Chaco boliviano.
Los efectos sobre la cuenca son incalculables, pero el Ministro de Hidrocarburos y Energía, Juan José Sosa, firmó en enero un Memorándum de Entendimiento con las empresas Railway Construction Corporation (International) Ltd., de la China y Electroingeniería S.A., de la Argentina, para el diseño final de la represa.
Para el secretario de Medio Ambiente de la Gobernación de Tarija, Mario Gareca, es la única forma de garantizar el riego en las tierras bajas del Chaco, pero da por seguro que el mismo “dará por enterrados a los pueblos originarios”.
La regulación de la cuenca en la zona alta arrastrará menos sedimentos, pero el volumen de agua y el ciclo del río se alterará, lo que tendrá efectos nocivos para la actividad pesquera en Bolivia, pero quizá acabe con los problemas de sedimentación e inundaciones en las inmediaciones del Proyecto Pantalón, señala Iván Arnold. “Como todo, sólo el tiempo lo dirá”.
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