Noemí Stadler-Kaulich, una mujer de aspecto alemán pero de corazón boliviano, desarrolla hace diez años sistemas agroforestales en Mollesnejta —donde crecen los molles—, su terreno de experimentación en Combuyo, Cochabamba. “Comencé a utilizar el sistema en 2001, pues el terreno estaba completamente erosionado, por lo que decidí plantar árboles para volver a nutrir el suelo y generar un microclima en la zona”. El resultado es impresionante: una ladera erosionada convertida en un vergel, con árboles frutales, nativos, arbustos, verduras y hortalizas.
“Con el tiempo he visto que los sistemas agroforestales realmente funcionan. Hay una regeneración natural del suelo que le da mayor fertilidad y donde las especies se apoyan unas a otras”, comenta la agrónoma.
Un sistema agroforestal “consiste en involucrar especies perennes, árboles, arbustos y palmeras, en la chacra de producción. Puede ser a partir de árboles plantados o sembrados alrededor de la chacra, para la protección del viento y del frío y la insolación, o distribuidos en líneas, con interespacios para el cultivo”.
El sistema agroforestal se maneja a través de la poda de los árboles para dar luz a los cultivos que están “en medio”, aclara Noemí. Y asegura que no importa si se está en el trópico o en el altiplano, “los sistemas funcionan”.
Noemí promueve el trabajo con la Pachamama. “En una tierra que no ha tocado el hombre, no hay espacios vacíos, porque para la naturaleza el blanco es una herida y necesita cicatrizarse, y se puede hacer primero con las especies pioneras que son las gramíneas como el maíz, el trigo, la avena y después aparecen los arbustos. La descomposición de su hojarasca nutre el suelo, favoreciendo a que puedan germinar las semillas de árboles. Los árboles son la vestimenta de la Pachamama”.
Tampoco en la naturaleza existen monocultivos; en estos sistemas las especies compiten pues tienen las mismas necesidades de nutrientes, mientras que en los agroforestales hay convivencia, las especies se apoyan unas a otras para crecer.
Noemí ha aprendido a escuchar a sus árboles. “Ellos me hablan, me dicen qué les molesta, qué especie aprieta a la otra, entonces la podo; voy con mi tijera, observando y aprendiendo”.
Las conveniencias y beneficios de producir con apoyo de arbustos y árboles son:
- La producción de materia orgánica a partir de las hojas que caen de los árboles, que convertida en tierra vegetal es el hábitat de los bichos que mejoran la fertilidad del suelo: ahorro de fertilizantes y ahorro de agua de riego.
- La protección mutua entre las especies. El resultado: los cultivos se adaptan al cambio climático.
- La protección de los cultivos contra los impactos devastadores de las lluvias torrenciales, vientos fuertes, las granizadas y las heladas.
- Mayor equilibrio en la sanidad vegetal, pues no se necesita pesticidas; donde hay una plaga como de pulgón, hay la mariquita que se lo come. Hay estabilidad y se mantiene el equilibrio natural, además que la fertilidad del suelo apoya a los cultivos frente a plagas y enfermedades.
Los sistemas agroforestales bien manejados permiten el uso sostenible de suelos por el compost generado a partir de las hojas, el que tiene la facultad de mantener 24 veces su peso en agua y humedad. Los terrenos agroforestales son así reservorios de agua.
Noemí comparte una teoría: “Si los valles andinos estuvieran llenos de árboles, no habría inundaciones en Beni”. Y añade que los valles y el altiplano deberían ser reforestados para volver a ser tierra fértil. “Porque los sistemas agroforestales no son un invento nuevo, son un invento incaico. Hace unos mil años hubo un calentamiento en la zona andina y los incas introdujeron las especies nativas, como el molle, la chacacoma, el aliso y otras para garantizar sus cosechas y proteger sus cuencas de agua potable”.
Además, “en el momento en que no haya glaciares en la zona andina, habrá que recurrir sí o sí a los árboles, pues ellos generarán evaporación del agua, lluvia y luego nieve. Entonces se formarán de nuevo glaciares que proveerán de agua en los meses de sequía”, cree Noemí.
En Bolivia, “sólo nos queda el suelo para producir comida y, si queremos apuntar a la soberanía alimentaria, no nos queda otra que mantener o mejorar el suelo y trabajar junto con la Pachamama y no en contra, como los agricultores industrializados”.
Brújula
El predio está en el Valle de Cochabamba, Quillacollo, Vinto, encima del canal de riego de la comunidad de Combuyo, ladera de la Cordillera del Tunari a una altura de 2.800 msnm. Informes, en Mollesnejta: noemi.stadler-kaulich@ecosaf.org; nstadlerkaulich@googlemail.com
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