Es muy paciente y le gusta jugar con los voluntarios que ayudan en el Parque Machía. Con estas palabras, la presidenta de la comunidad Inti Wara Yassi, Tania “Nena” Baltázar, describe a Balú, el oso jukumari que llegó a este refugio de animales cuando era un cachorro.
Balú es uno de los 600 residentes que actualmente ocupan las aproximadamente 38 hectáreas que sirven de refugio a los animales silvestres rescatados de viviendas, de centros de comercialización o que eran transportados para ser vendidos.
El refugio de animales silvestres Parque Machía, que depende de la Comunidad Inti Wara Yassi, se estableció en 1996. Está ubicado en el municipio de Villa Tunari, a 162 kilómetros de Cochabamba, sobre la carretera que une a la ciudad del valle con Santa Cruz.
El oso Balú fue rescatado en los Yungas de La Paz, el año 2007. Cazadores furtivos habían matado a la madre y capturado al cachorro.
El osezno se encontraba encerrado en una jaula de un metro cuadrado, era alimentado con agua y harina de maíz, e iba a ser vendido a un circo en la ciudad de El Alto, en la feria 16 de Julio.
Balú, según Baltázar, estaba desnutrido, y “por los cuidados en el Machía logró recuperarse”.
El jukumari vive actualmente en el refugio y se ha convertido en uno de los residentes más mimados.
“Pesa más de 120 kilos, mide 1.50 metros y requiere de una dieta especial”.
La activista lamenta que la mayor parte de los animales rescatados, por todo el daño que han sufrido, no pueda ser devuelto “totalmente” a su hábitat natural y depende de las personas para alimentarse.
Baltázar estima que de todos los animales que llegan al Parque Machía, apenas el 20 por ciento logra reinsertarse totalmente a su hábitat, el resto vive en semilibertad e incluso encerrado en jaulas.
En el caso de los felinos, por ejemplo, la madre enseña a sus cachorros a cazar para alimentarse, pero cuando esta es capturada, es difícil que las crías puedan sobrevivir por sí mismas, porque no tienen entrenamiento necesario.
Los voluntarios del Parque Machía han logrado que un buen porcentaje de los animales viva en semilibertad en el refugio de Villa Tunari, pero dependen de la Comunidad Inti Wara Yassi para su alimentación y cuidado. Otros animales no pueden socializar con los de su especie y moran en ambientes cerrados, donde hay sistemas de cuerdas para que se movilicen.
Uno de ellos es Chepeto, el mono araña que fue arrancado del lomo de su madre y vivió gran parte de su vida en un circo.
Chepeto estuvo encadenado en una silla y le obligaban a saltar por aros de fuego. Por el maltrato que sufrió, este monito tiene problemas para interactuar con los otros ejemplares de su especie, “por lo tanto, no puede ser integrado al área de manejo de los monos araña. Tampoco puede ser liberado.
DAÑOS MAYORES
En las últimas dos décadas, el Parque Machía recibió a unos 5.000 animales, entre pumas, jaguares, monos, osos jukumaris, aves y reptiles, entre otros.
La mayor parte de estos animales llega con daños físicos. Por ejemplo, apunta Baltázar, las parabas y los loros tienen mutiladas las alas, desde el hueso “para que no huyan de su encierro”.
“Este daño es irreparable porque estas aves no podrán volar nunca más”.
Ese es el caso, por ejemplo, de Carolina, una lora que fue rescatada del mercado de Quillacollo, en la fiesta de Urcupiña.
Una de las alas de Carolina había sido amputada por sus captores, por lo que ella no volverá a volar.
A los monos, cuando muerden a una persona, les sacan los colmillos y les mantienen encadenados todo el tiempo.
El caso de Vivi, una mona araña rescatada en El Alto, impactó a los voluntarios del Parque Machía.
La historia de Vivi, según Baltázar, es conmovedora. La monita, además de ser maltratada, había sido abusada sexualmente por la persona que la tenía cautiva. Llegó al Machía con mucho miedo y se tuvo que trabajar durante un año para darle confianza y recuperarla.
Vivi, quien ya bordea los 16 años de edad, tenía una mirada muy triste cuando llegó al refugio.
En los últimos días el Parque Machía recibió a un nuevo residente, un puerco espín que fue encontrado en una carretera, tenía una pata quebrada porque había sido golpeado con un palo. En el refugio tuvieron que amputarle este miembro y los voluntarios trabajan con el animalito para que vuelva a caminar.
SIN ESPACIO
Debido a que en pasados años decenas de personas entregaron animales silvestres al Machía, este refugio se encuentra sin espacios ni recursos económicos para alimentarlos. Por este motivo, la Comunidad Inti Wara Yassi se ve en dificultades para recibir a más ejemplares.
Baltázar explica que desde que entró en vigencia la Ley del Medio Ambiente 1333, que penaliza la tenencia de animales silvestres, muchas personas fueron a dejar a sus “mascotas” en los refugios, hasta llenarlos.
Puntualiza que si bien la Ley 1333 sanciona con cárcel la tenencia y el tráfico de animales, ninguna persona ha sido encarcelada hasta la fecha.
“Hubo un proceso contra una persona que iba a vender un jaguar, pero ahora está libre”.
EDUCACIÓN
Además de rescatar a los animales silvestres, otra tarea de la Comunidad Inti Wara Yassi es la organización de campañas de educación para concienciar a la población de que no debe comprar ni tener animales silvestres en sus hogares, porque si lo hace “es partícipe del delito de tenencia y tráfico”.
La activista advierte que actualmente los traficantes utilizan las redes sociales para vender animales silvestres, especialmente los que están en peligro de extinción como parabas y jaguares.
Ayuda económica
El trabajo de los voluntarios que llegan hasta el Parque Machía es importante, porque ayudan con los animales y aportan económicamente para mantener los tres centros de la Comunidad Inti Wara Yassi: Machía (Cochabamba), Ambue Ari (Santa Cruz) y Jacj Cuisi (Norte de la Paz) - donde se alberga animales rescatados del tráfico.
Tania “Nena” Baltázar
PRESIDENTA INTI WARA YASSI
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