Nilcilene , con el chaleco antibalas, posa para la prensa.
“En este río también apareció un cuerpo, tardaron 13 días en recogerlo. La gente asustaba a los buitres con una ramita”, explica Nilcilene Miguel de Lima, una dirigente rural de la Amazonia que en las últimas semanas ha robado el protagonismo político a la misma presidenta Dilma Rousseff.
Con un chaleco antibalas, en el asiento trasero del auto de la Fuerza de Seguridad Nacional, es la cuarta vez que Nilcilene señala los lugares donde los cadáveres aparecen al sur de la Amazonia brasileña.
En su comunidad, que se encuentra en el bosque nativo, el Estado está ausente: no hay electricidad, teléfono, puesto de salud o comisaria.
De camino a casa, donde dos oficiales de Policía pasan la noche en vela, Nilcilene se agita al ver un camión azul que viene en sentido contrario. “¡Es él! ¡Es el auto del Pitbull!”
Pitbull es el apodo de uno de los madereros que denunció Nilcilene. Es una de las razones por la que tiene escolta de la Fuerza Nacional. Desde 2009, cuando creó una asociación para defender a los agricultores contra la tala de árboles y el robo de tierras, Nilcilene ha sido amenazada de muerte, golpeada y quemaron su casa en un incendio provocado.
“En mayo de 2011, huyó envuelta en una frazada para deshacerse del hombre armado que la esperaba en la puerta de su casa. Le designaron la escolta en octubre, dos meses después de la publicación de la historia de la campesina más valiente de Brasil, el alma del Amazonia después de Chico Mendes, señala el diario español El Mundo en un reportaje de Ana Aranha.
Impunidad en la selva
Aunque la Policía permanece armada en la puerta de su casa, Nilcilene no puede dormir sin la ayuda de fármacos.
Ella sabe que está temporalmente a salvo de una realidad que no ha cambiado. La acción del Gobierno en el sur de la Amazonia es paliativa. La misión de escolta es sólo asegurarse de que la líder sigue con vida.
Sin poder detener a los madereros que amenazan a Nilcilene y con todo el mundo que se opone a la tala de árboles, el personal de la Fuerza Nacional observa el delito en plena acción.
No debería ser tan difícil castigar a los infractores. Después de la denuncia de Nilcilene contra los ladrones de madera y tierras, la Policía abrió dos investigaciones. El tribunal emitió órdenes de arresto contra 23 sospechosos de la tala, apropiación ilegal de tierras públicas, lesiones personales y amenazas de muerte. Todos menos cinco fueron arrestados en pocos meses, pero ahora libres y activos. La investigación permanece parada.
La contradicción más importante es que estas mismas personas siguen cometiendo idénticos crímenes frente al personal de la Fuerza Nacional.
Al amanecer, los camiones transportan pilas de troncos sin impedírseles el paso que está a 30 metros del balcón de Nilcilene. La Policía ha tomado imágenes del tránsito de madera.
Las familias que se enfrentan a las amenazas de los madereros buscan la ayuda de la Fuerza Nacional. En vano. El equipo no hace nada. El 30 de marzo, una de las residentes que sufrieron amenazas por haber denunciado la tala ilegal fue ejecutada en su casa. Dinhana Nink tenía 27 años y era amiga de Nilcilene.
Para no seguir el destino de Dinhana, familiares y amigos Nilcilene tuvieron que huir. A pesar de la escolta, se encuentra cada vez más aislada. “Estoy sola” dice, aunque tras tomar una bocanada de aire fresco reconoce: “Pero debo seguir adelante. Se lo debo a mi gente... Se lo prometí a mi familia”.
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