Los flamencos conocidos también como parihuanas y las gaviotas que habitan en esta parte del territorio boliviano se alimentan de las aguas servidas de la ciudad de Oruro, a poco menos de un kilómetro del lago Uru Uru, que está situado al Sur de esta urbe.
Nuestro matutino hizo una inspección a pie el reciente fin de semana y observó con sorpresa en primera instancia cómo las aguas servidas que van a la planta de tratamiento de agua, se desvían por un canal de concreto hacia el que fue hasta la década del 80 el río Tagarete.
Pero no solo en ese río se reúnen las aguas servidas de la ciudad, sino también las aguas tóxicas de la actividad minera de la Mina San José que está en la parte Oeste de la ciudad. Todas esas aguas tienen un recorrido de kilómetros para luego desembocar en la parte Este de las orillas del lago Uru Uru.
Ese es el lugar favorito donde habitan los flamencos, cuyo color rojizo a rosado resplandece entre el paisaje de basura, barro negro y agua estancada que se observa. Son grupos y grupos de animales de esa especie que se reúnen para alimentarse de las aguas que están en ese sitio y, seguramente, de las pocas especies naturales, como gusanos y otros.
Cuando observan que algún humano se aproxima a su zona, éstas se alejan o caso contrario emprenden vuelo y rodean los alrededores, para que después de estar seguras que no les pasará nada, vuelven nuevamente al sector donde se encontraban.
Ese comportamiento se observa también con las gaviotas, éstas de color blanco con manchas oscuras que también son muy sensibles a la presencia del hombre, pero al mismo tiempo se convierten en compañeras de lugar de las parihuanas.
Comparten el sitio donde desembocan las aguas residuales de la ciudad concentradas en el ex río Tagarete. También se alimentan de los microorganismos que se juntan en esa parte.
Asimismo, como los flamencos, cuando observar presencia del hombre desaparecen del lugar, vuelan en grupo emitiendo ruidos guturales como de descontento por el hecho de haber sido espantadas. Un par de ellas, se encargan de rodear al ocasional intruso para luego alejarse y reunirse con sus compañeras, quienes después de unos minutos vuelven al mismo lugar.
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