El fuego quemó cinco casas con techo de motacú y dejó con lo puesto a cinco familias humildes de la comunidad de Batavia, situada a 18 kilómetros al sureste de Warnes.
El siniestro sucedió al mediodía del sábado en dicha localidad habitada por unas 60 familias que viven de la cosecha de caña de azúcar y de otros quehaceres agrícolas.
Ayer, el panorama era desolador en el lugar, pues las llamas, avivadas por fuertes ráfagas de viento de norte, calcinaron gran parte de la vegetación de los alrededores, árboles frutales e incluso animales silvestres. No se lamentaron daños personales, aunque varios vecinos experimentaron momentos de pánico por el tremendo poder destructivo del incendio, cuyo origen se desconoce.
Raquel Barrios Mercado y sus siete hijos menores estaban por almorzar cuando oyeron un inquietante crepitar que provenía del monte. Luego vieron las llamas que abrasaban los árboles como lenguas enormes. “No nos dio tiempo ni de recoger la ropa tendida en los alambres. Solo atiné a meter a mis siete hijos al cuarto de material y nos encerramos. Era un infierno, los chicos gritaban y pensé que nos íbamos a asfixiar, pues el humo entró al cuarto, pero por suerte fue un rato”, relató la mujer.
Yusef Segovia Padilla y su mujer Gladys Cuéllar, con sus cinco hijos, también quedaron en la calle, al igual que Filemón Arias, Israel Cuéllar y los esposos Ángel Salazar Ortiz y Juana Rosado Choque, ambos de la tercera edad.
“Quedamos con la ropa del cuerpo. Todo se quemó, incluso los Bs 1.800 que guardaba en mi maleta. Pedimos ayuda a las autoridades”, dijo entre sollozos Ángel Salazar, que a sus 70 años aún debe trabajar para el sustento.
Una casita se salvó del fuego, que chamuscó un naranjo, a metros del techo de motacú y saltó a otro sector. En la vivienda se celebraba una fiesta en honor a la Virgen de Urkupiña, a quien los devotos atribuyeron el milagro de dejarla intacta.
Representantes de Batavia (la jurisdicción de Warnes) solicitaron colaboración al alcalde warneño Mario Cronenbold, a quien esperan hoy. Los afectados están durmiendo en colchonetas en la escuelita y cocinando en una olla común con víveres provistos por gente solidaria.
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