La cumbre Moraruni se halla en el área natural de Apolobamba y tiene un nuevo huésped asolado por el cambio climático: el lagarto Liolaemus-gr Montanus (nombre científico), que se atrevió a escalar hasta una altura de 5.176 metros sobre el nivel del mar, de un total de 5.195 que tiene esa montaña. Su hábitat generalmente está a 4.800 metros sobre el nivel del mar y se lo encontraba preferentemente en las pampas de la Reserva Nacional Ulla Ulla.
Se fue a colonizar ese cerro al norte del departamento de La Paz porque ya no luce su manto blanco y espeso, debido al deshielo provocado por el calentamiento global. Pero si el calor se enciende más, este reptil ya no tendrá dónde escapar y su destino será la extinción. Su caso es solo un ejemplo del riesgo de la fauna por este problema. De proseguir el alza de la temperatura promedio, las consecuencias para el altiplano norte pueden ser “notorias y problemáticas” en 2030, alerta el Gobierno. Eso no es todo, la Sociedad para la Conservación de la Vida Silvestre (WCS, por sus siglas en inglés) Bolivia advierte un oscuro panorama para al menos 31 animales de 5 especies que viven en la región alto andina.
El texto El Impacto del Cambio Climático en la Biodiversidad de Bolivia, presentado en 2013 por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), señala que en los últimos 25 años la temperatura en el país subió entre 0,08 y 0,34 grados centígrados en diversas regiones. Además, prevé que en el altiplano se presentará un acelerado proceso de degradación ecológica a causa de la reducción de precipitaciones pluviales y el incremento en la variabilidad de temperaturas.
Al igual que el Liolaemus-gr. Montanus, hay plantas y polillas que decidieron hacer su hogar a la cumbre Moraruni. Antes no pudieron hacerlo porque estaba bañado por el hielo y la nieve, o sea que ahora hallaron un ambiente más cálido. El reptil “subió en busca de alimento y mejores condiciones de vida para tener crías, porque necesita un clima no muy caliente”, indica el jefe del Museo Nacional de Historia Natural y del Área de Herpetología de la Colección Boliviana de Fauna, James Aparicio.
EFECTOS. Complementa que como respuesta a los efectos del calentamiento global, este animalito escaló el cerro como medida de adaptación porque cada año su hábitat es más caliente. “Llegó al final. Ahora no tiene dónde ir. Esa población está destinada a desaparecer si el cambio climático no frena su incremento de temperatura”. Aparte, aclara que este animal es una especie recién descubierta por los científicos, por lo que no existen datos completos sobre su distribución e historia.
La alerta roja está activada. La anterior semana se lanzó el informe anual de la NASA y la Administración de Océanos y Atmósfera de Estados Unidos, que remarca que la temperatura de la superficie terrestre y oceánica en 2015 fue la más alta desde que comenzaron los registros climáticos hace 136 años: se situó 0,9 grados centígrados por encima de la media registrada durante el siglo XX, que llegó a 13,9 grados centígrados. Este tema intranquiliza al Viceministerio de Medio Ambiente, Biodiversidad, Cambios Climáticos y de Gestión y Desarrollo Forestal, y biólogos, que pronostican la desaparición de especímenes de animales, la alteración de sus ecosistemas y la emigración de éstos como consecuencia de la escasez de alimentos, principalmente.
La WCS Bolivia precisa que ya hay evidencia en el ámbito mundial de que el alza de la temperatura del último siglo está afectando a plantas y animales silvestres, pues los cambios en los patrones climáticos reducen su hábitat, alterando relaciones ecológicas, tal el caso de que la época de nacimiento de crías no corresponde a la de frutos de las plantas con las que se alimentaban, lo que cambió sus rangos de distribución y de reproducción.
El Viceministerio de Medio Ambiente deja en claro que si se cumple el peor escenario, que habla de un aumento de 4 grados centígrados en la temperatura promedio del país hasta 2030, los impactos pueden ser “notorios y problemáticos” en el altiplano norte, que tiene como núcleo central al lago Titicaca, y “devastadores” en 2060.
Agrega que análisis preliminares sostienen que actualmente “el impacto del cambio climático será probablemente más fuerte en las regiones tropicales de alta montaña (bosques húmedos templados y subtropicales, los bosques nublados y los sistemas acuáticos, y los que se encuentran en altitudes elevadas)”, que “abarcan aproximadamente un cuarto del territorio: el altiplano norte, central y sur, las cordilleras Occidental y Oriental”.
Otro pronóstico preocupante proviene de WCS Bolivia y hace mención a la estimación de que la temperatura se incrementará entre 3 y 4 grados centígrados hasta mediados de siglo, lo que abre la probabilidad de que la región de los valles (La Paz, Cochabamba, Potosí, Chuquisaca y Tarija), el altiplano norte de La Paz, el sur de Oruro y gran parte de Potosí, así como el Chaco, el pantanal (Santa Cruz) y el bosque amazónico del norte de La Paz, Pando, Beni y Santa Cruz sean afectados por el cambio climático, debido sobre todo a “variaciones en la temperatura y la precipitación pluvial, el limitado rango altitudinal, el estado de conservación y los atributos de la ecología del paisaje de los sistemas ecológicos” de la nación.
El Gobierno detalla que las especies potencialmente más vulnerables a los efectos de este problema son las endémicas, o sea las que solamente habitan en suelo boliviano. Aparte, las nombradas en el Libro Rojo de Vertebrados de Bolivia, de 2009, en el que se encuentran 193 especímenes en las categorías “peligro crítico”, “peligro” y “vulnerables”, además de los aproximadamente 120 que se sitúan en el grupo “casi amenazadas”, y los más de 200 cuya información todavía es insuficiente (leer nota de las páginas 10 y 11). Si la temperatura en el país se eleva entre 3 y 4 grados centígrados, la WCS Bolivia abre una esperanza para que los animales del altiplano norte puedan adaptarse a
las nuevas condiciones de su hábitat, aunque ello tomará un largo tiempo, que incluso puede durar miles de años, y en ese proceso quizás varios no lo logren.
Subraya también que como consecuencia de ello, “las relaciones y los roles que juegan las especies en un ecosistema podrían cambiar y transformar, al mismo tiempo, el hábitat donde se encuentran. Así, el cambio climático tendrá ganadores y perdedores”.
Una de las develaciones lanzadas por esta entidad internacional es que al menos 31 animales de cinco géneros de vertebrados pueden ser afectados por el calentamiento global en el área altoandina boliviana, según un estudio realizado en nueve reservas naturales de esa región. Entre los mamíferos están el quirquincho, la taruka, el mono lanudo, el gato andino, el oso andino, la vizcacha y la vicuña; entre las aves, los flamencos andino y de James, la yacu pisq’, la soca gigante, el cachudito pechicenizo, el suri, la palkachupa, las paraba frente roja y militar, y la remolinera real.
En cuanto a los reptiles figuran la peta de agua y la víbora opa; entre los anfibios, las ranas gigante del lago, del viento, arlequín, de cristal, acuática de los valles, arborícola de Charazani, acuática común y el sapito silbador. Por último, en la categoría peces se menciona al pez ciego, el carachi, el mauri y el robal. El riesgo sobre esta fauna se identificó tras un estudio en nueve áreas protegidas: Madidi, Eduardo Abaroa, Serranía Iñao, Sama, Apolobamba, El Palmar, Tariquia, Toro Toro y Sajama, que se hallan en La Paz, Oruro, Potosí, Chuquisaca y Tarija.
¿Por qué serán los especímenes más afectados? Porque “las especies más sensibles son las adaptadas a lugares fríos y a zonas de alta montaña, que tienen menores espacios disponibles para migrar. Adicionalmente, estas especies sufren un aumento de la competencia por alimentos y hábitat con los nuevos especímenes que llegan de tierras bajas porque hay una apertura de mejores condiciones de vida en las zonas altas”, afirma el biólogo Jaime Sarmiento, de la Sección de Ictiología de la Colección Boliviana de Fauna.
Una de las consecuencias de estos procesos de emigración, señala la ictióloga Soraya Barrera, sería el aumento de la riqueza de especies, pero lamentablemente asociado a un proceso de uniformización de la genética de las comunidades de animales y plantas. Por lo tanto, el cambio climático, que es un fenómeno atribuido directa o indirectamente a la actividad humana, que altera la composición de la atmósfera mundial y que se suma a la variabilidad natural del clima observado durante periodos de tiempo comparables, según la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, amenaza la existencia de la fauna pues “Bolivia es considerado uno de los países más vulnerables ante” este fenómeno, subraya el libro del PNUD.
La WCS fundamenta que las “características climáticas juegan un rol fundamental en la posición y función de una especie en un ecosistema. En este sentido los efectos de la variación de condiciones de temperatura, humedad, precipitación, entre otros, podrían determinar cambios en el rango de distribución de especies a través de su reducción o la ocupación de nuevas áreas, cambios en la relación entre factores climáticos y ciclos de reproducción y las interacciones entre especies”.
Hay un abanico de advertencias sobre el tema. El Viceministerio de Medio Ambiente menciona que entre las consecuencias del calentamiento global para la fauna pueden estar los procesos de extinción de especímenes en los ámbitos local, nacional o regional; la ampliación y/o reducción en el rango de distribución de las especies, el aumento de conflictos entre animales silvestres y el hombre, así como la aparición de enfermedades infecciosas silvestres.
Sharon Pereyra, quien es representante del Instituto de Biodiversidad Tropical en Bolivia, con sede en Cataluña (España), detalla que los principales efectos serán la reducción del hábitat de los vertebrados, porque el ambiente de muchos especímenes empezará a reducirse a causa de emigraciones a lugares que tienen condiciones distintas, o en el peor de los casos, a sitios habitados por el hombre, donde habrá competencia por alimentos.
Adiciona a esto, la reducción en la riqueza y abundancia de especímenes, porque el cambio climático alterará los ecosistemas, la reproducción y la distribución de diferentes especies, lo que derivará en su disminución o desaparición; y que también se registrará mayor cantidad de enfermedades porque el cambio meteorológico influye en la distribución de vectores, ya que éstos emigran a lugares donde las condiciones cambiaron, transmitiendo males nuevos a los organismos.
El documento El impacto del Cambio Climático en la Biodiversidad en Bolivia dice que en el país ya existen indicadores de que a escala nacional los cambios previstos en la biodiversidad serán causados en su gran mayoría por la deforestación, pero en la zona andina la influencia del calentamiento global sobre la pérdida de la biodiversidad será prácticamente de 100%.
Y al momento hay evidencias de que el problema está provocando emigraciones de animales. Por ejemplo, aparte de la Liolaemus-gr Montanus, que ahora habita a 5.176 metros de altura, se ha visto en los valles interandinos del departamento de La Paz la presencia de variedades de murciélagos y aves en lugares donde antes no existían, devela el cuestionario respondido a Informe La Razón por el Viceministerio de Medio Ambiente. Estos especímenes emigran porque encontraron nuevas condiciones de vida en territorios que anteriormente estaban cubiertos por hielo y nieve. Asimismo, “se registró un aumento, en el límite altitudinal, de ranas, en respuesta al retroceso de los glaciares en la zona andina tropical”.
Eso no es todo. De acuerdo con reportes de habitantes de regiones estudiadas por la WCS Bolivia, muchas aves emprendieron un éxodo a otras zonas o en algunos casos ya no retornaron a sus lugares de origen porque el clima se mantiene caliente. Además, pobladores del norte de La Paz reportaron emigraciones de animales silvestres en busca de agua y alimento, debido a que las sequías son más severas y duran más tiempo; los que se quedan mueren de sed o desnutrición.
En el informe de la organización internacional, que fue elaborado por el investigador Francisco Molina, y los biólogos Mariana da Silva y Omar Torrico, los campesinos igual hablan de una reducción en el caudal de los ríos, lo que amenaza a ejemplares como la londra. “Las evidencias son concretas. En los últimos años hay mayores eventos climáticos extremos, drásticos, como inundaciones más frecuentes y el desplazamiento de especies de flora y fauna a lugares donde antes no se los veía.
Aparte hay un evidente retroceso de los nevados, tal es el caso de la montaña Chacaltaya, en La Paz”, añade el biólogo José Balderrama. Su colega Miguel Limachi complementa que en otras zonas hay especímenes que cambiaron su dieta debido a las altas precipitaciones pluviales, la crecida de ríos y sequías porque no hallan alimentos en los lugares devastados por eventos climáticos adversos.
Da Silva informa que el estudio de WCS Bolivia fue hecho según la percepción local porque no existen datos de la parte técnica. Los habitantes de las regiones estudiadas, donde el clima cambió y las sequías son más largas, cuentan que la mayoría de los pastos nativos se secan y no sobreviven. Los únicos que aguantan son las malezas. Los lugareños de las pampas de Yacuma (Beni) y el norte de La Paz reportan que después de las inundaciones de 2014 muchos animales murieron de hambre o quedaron desnutridos.
“Cada año las lluvias son más intensas y llegan de manera sorpresiva en épocas que no corresponden. También las granizadas que dañan las hojas de las plantas que son alimento de los animales. No tienen qué comer”, asevera Juan Apata, jefe de Protección del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Serranía del Iñao, que se encuentra en Chuquisaca.
ESCASEZ. Las historias de preocupación por la fauna se reproducen. Primitivo Yujra, quien trabaja hace 16 años como guardaparque en el Área Natural de Manejo Integrado Apolobamba, en La Paz, dice que últimamente se registró, en esa región, vientos huracanados y sequías. “La especie potencial de Apolobamba es la vicuña. Este animalito está sufriendo porque su comida escasea. Las plantas que come ya no se hallan en abundancia”.
En cambio en la Reserva Biológica de la Cordillera de Sama, que se extiende por Tarija, el calentamiento global está provocando la emigración de los flamencos. “Hace aproximadamente cinco años, en la laguna de la parte altiplánica habían muchos ejemplares, ahora hay muy pocos”, advierte Máximo Condori, el guardaparque que resguarda durante 15 años ese territorio valioso en fauna y flora.
Enrique Tejerina, jefe de Protección de la Reserva Nacional de Flora y Fauna de Tariquía, en Tarija, comenta que en los últimos años se nota la escasez de peces. “En esta región ya no hace tanto calor como antes. La temperatura era de 35 a 45 grados centígrados, ahora hace mucho frío, caminamos con chamarras. No sabemos si los peces empezaron a emigrar río arriba, escapando del frío. Pero en los últimos años el clima es muy cambiante”.
En la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa, en Potosí, desde hace unos años se registró mortandad de llamas. “Estamos preocupados, llueve poco, no hay alimentos para los animales”, confiesa Máximo Bernal, jefe de este lugar. Y hay más. “Nosotros estamos sintiendo de diferentes formas el impacto del cambio climático. Hace poco murieron un par de monos por hipotermia (disminución de la temperatura del cuerpo por debajo de lo normal). Ahora hace mucho frío. Gracias a Dios no tenemos muchas serpientes, porque algunas veces tenemos que ponerlas dentro de unas jaulas con focos para que puedan mantener su temperatura”, revela Vicky Ossio, encargada del centro de rescate de fauna silvestre Senda Verde, en Coroico, La Paz.
Y otra arista inquietante es la emigración de enfermedades a otras regiones, lo que tiene al calentamiento global como causa. La doctora Marilyn Aparicio, responsable de la Unidad de Cambio Climático, Ambiente y Salud del Instituto Boliviano de la Altura de la Universidad Mayor de San Andrés, afirma que recientemente se evidenció un brote de malaria a 50 kilómetros del lago Titicaca, territorio no habitual de este tipo de males. Esto debido al incremento de la temperatura en la zona y las alteraciones en los patrones de lluvia y humedad, lo que permitió que el mosquito transmisor Anopheles pseudopunctipennis vuele por esos parajes.
PELIGRO. “Hemos visto la adaptación de parásitos de ovejas en vicuñas y en chanchos de monte. En 2011, cuando descubrimos la larva propia de las ovejas en las vicuñas, creímos que fue porque comparten el mismo hábitat. Pero cuando la encontramos en los cerdos de tierras bajas, nos hizo pensar. No sabemos qué pasó. Podemos deducir que son efectos del cambio climático, pero nos falta investigar con mayor profundidad para determinar la causa”, indica el excoordinador de Veterinaria de la WCS Bolivia y actual jefe de la Unidad de Atención Integral de Animales de la Alcaldía La Paz, Rodolfo Nallar.
Otra evidencia de que este problema va en aumento son las intensas precipitaciones pluviales. Uno de los mayores desastres ocurrió en febrero de 2008 en Beni, víctimas de esto fueron los pecarí de collar y labiado, dos tipos de ciervos, el anta y el armadillo, afectados por los daños a su hábitat a causa del fenómeno de La Niña, lo que desembocó en falta de alimentos, según un informe de marzo de ese año, del Viceministerio de Medio Ambiente.
Los eventos adversos del clima en Bolivia se registran con mayor intensidad por su ubicación tropical y su proximidad al océano Pacífico, por tanto es susceptible a ser perjudicada por los dos fenómenos “más traviesos”: El Niño y La Niña. El primero produce el aumento de la temperatura; es la fase cálida. Y el otro es lo opuesto, la etapa fría. Se repiten cada cierto tiempo, entre tres y ocho años, entre diciembre y enero, y provocan efectos imprevisibles y eventualmente devastadores. En los últimos 25 años, debido al calentamiento global estos sucesos son más fuertes y recurrentes que en el periodo anterior, dice el libro Migración y Cambio Climático; el caso de Bolivia y Colombia, del Centro de Estudios Amazónicos.
Ante esto, para mitigar los impactos en la fauna, el Gobierno tiene una política de protección de la integridad de la Madre Tierra, en el marco del reconocimiento de los derechos de ésta y de los compromisos de reducción de emisiones de gases efecto invernadero, subraya el Viceministerio de Medio Ambiente. No obstante, el experto en peces Sarmiento señala que “una de las deficiencias es la ausencia de políticas para la generación de información sobre el ecosistema acuático y terrestre. No hay información de base sobre la mayoría de las especies de flora y fauna en el país”.
PELIGRO. La directora de Investigación y Gestión del Conocimiento de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN), Marlene Quintanilla, dice que “no contamos con datos e investigaciones para saber exactamente los impactos del cambio climático en la vida silvestre, y se denota, de acuerdo con indagaciones de especialistas en fauna y distintos grupos taxonómicos, que hay especies muy sensibles como los anfibios”.
Coincide la bióloga herpetóloga Patricia Mendoza. “Recientemente la comunidad científica ha declarado que estamos viviendo la sexta extinción de los anfibios en el ambiente mundial. En el grupo Amphibia los impactos van acompañados con factores como la pérdida de hábitat, contaminación y enfermedades emergentes”, sostiene la encargada del programa de cría en cautiverio del género Telmatobius, en Iniciativa Anfibios de Bolivia.
“Como si no bastara con todas las amenazas que sufre nuestra biodiversidad por la deforestación, la fragmentación de hábitat, la cacería, la contaminación, por mencionar algunas, ahora notamos que a esto se suma el cambio climático”, manifiesta Rosario Arispe, bióloga asociada al Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado, en Santa Cruz.
Los anfibios y reptiles son los más amenazados por el calentamiento global porque son extremadamente sensibles a pequeños cambios en la temperatura y la humedad, explica el Diagnóstico de Ecosistemas de Puna y Valles en el Altiplano Norte de La Paz, y estas alteraciones pueden menoscabar su crecimiento, su reproducción, sus defensas contra las infecciones, su sensibilidad a los contaminantes químicos y algunos patógenos. Y el lagarto Liolaemus-gr Montanus ya siente los efectos de estos pronósticos sombríos.
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