El eucalipto, una especie de origen australiano llegó a Cochabamba durante los años en que había la imperante necesidad de reducir las extensas zonas de qhocha (laguna o charco extenso) que impedían el desarrollo urbano de esta emergente ciudad.
Su alto requerimiento de agua permitió identificarla como la más idónea para estabilizar los suelos en donde se tenía proyectado el progreso.
Su raíz, poderosa y agresiva, le permite penetrar hasta 10 metros de profundidad en busca de agua, alcanzando incluso las venas de agua subterráneas para satisfacer su necesidad.
Sin embargo, en la actualidad, los ecologistas acusan al eucalipto de ser “una verdadera bomba de extracción de agua del subsuelo”, con un consumo mínimo de 30 litros diarios, que para zonas áridas o de escasa vegetación resultan ser fulminantes, tanto para la agricultura como para la biodiversidad, según destacó la representante del movimiento Siempre Verde, Mariana Lucero.
En relación a su alto requerimiento de nutrientes solo basta ver alrededor de este árbol para evidenciar la anulación de cualquier tipo de arbustos o hierbas, con la que se desplaza y/o elimina también otras formas de vida.
Al ser una especie introducida no es compatible con otras formas de vida propias de la región.
Al respecto, la representante de la Secretaría Departamental de la Madre Tierra, Soledad Delgadillo, señala que la presencia del eucalipto en Cochabamba debe ser tema de un amplio debate, ya que también hay quienes defienden su presencia por los usos medicinales y económicos.
De los viveros dependientes de la Gobernación -en las faldas del Tunari, Villa Tunari y Sacaba- solo en Sacaba se continúa produciendo plantines de eucalipto, por la demanda de comunidades rurales principalmente del Valle Alto y el Cono Sur, donde esta especie es requerida para la producción de bolillos.
“A diferencia de otros árboles el eucalipto es requerido para la producción de bolillos, porque son largos y rectos”, destacó Delgadillo.
Además, existen otros usos como la conservación de suelos en zonas de pendiente donde la erosión es un problema constante y muchas veces solo es frenado gracias a las portentosas raíces del eucalipto.
Sin embargo, para Delgadillo, no habrá mejor especie en el valle que las especies nativas.
“Cada municipio debe implementar programas forestales de acuerdo a las condiciones concretas de cada zona”, citó.
La recomendación de la autoridad pasa por priorizar siempre las especies nativas como el molle, acacia, jarca, algarrobos, quewiñas y otros que aportan tanto la vegetación como a la fauna y el clima.
Ventarrones pueden
derribarlo pese a su
profunda raíz
La altura del eucalipto puede alcanzar los 70 metros y los 2 de diámetro, aunque normalmente no supera los 50 de altura y los 1.50 metros de diámetro (medido a 1.30 metros de altura sobre el suelo).
No obstante, el árbol puede resultar poco resistente frente al viento si la planta de la que procede se ha repicado deficientemente en vivero, de aquí la conveniencia de utilizar siempre en sus plantaciones la planta adecuada, y también la necesidad de cultivarla en los envases más apropiados.
Esta especie soporta mal la cubierta o la competencia de otras especies, por lo que su enraizamiento inicial y sus rendimientos posteriores mejoran con la ausencia de la competencia vegetal que realizan contra él.
Europa y Asia lo prefirieron para poner fin a mosquitos y enfermedades
Debido a su gran capacidad para absorber el agua, el eucalipto llegó a Europa a finales del siglo XIX con la finalidad de sanear las regiones pantanosas, ya que, al reducir sus niveles de humedad, se consigue disminuir la presencia de insectos tales como los mosquitos.
Por esta misma razón, está presente en las zonas más húmedas de Asia con la intención de rebajar el riesgo de enfermedades tales como el paludismo o malaria, que se transmiten a través de la picadura del mosquito Anopheles.
Pero en general, los abundantes aceites esenciales, usados en la industria química y farmacéutica y en confitería, la mantienen en más de 70 países del mundo.
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