En instantes en que la sequía causa estragos en el planeta y crece la inquietud sobre las cosechas y el agua, el piloto y aventurero naturalizado brasileño Gérard Moss muestra que la Amazonía produce “ríos voladores” de vapor de agua que alimentan de lluvia a Brasil y Sudamérica…
© AFP | Terra
“El giro climático está recolectando su importe, Estados Unidos vive la peor sequía en medio siglo, Rusia sufre sequía, en India el monzón demasiado tiempo que no es regular, y en Brasil parece que nos hallamos poco perjudicados porque tenemos la mayor selva tropical del planeta que respalda a regular el clima”, explica Moss, en tanto pilotea su aeronave monomotor rumbo a Goiania, en el medio de Brasil.
Durante el vuelo, Moss está pendiente de un subrayador que mide la humedad del viento sobre la sabana. Ese medidor le sirve para ubicar los “ríos voladores”, nombre dado a las masas de vapor de agua que la Amazonía coloca en la atmósfera.
“Poca gente conoce que en la Amazonía un ideal árbol puede poner en ese lugar en la atmósfera más de 1.000 litros de agua en un día, y que la selva amazónica obtiene poner en ese lugar más agua en la atmósfera en una jornada que la que arrastra el río más caudaloso del planeta, el Amazonas”, explica.
Con intrépidas expediciones en aeronave y en globo, Moss ha dedicado cinco años a demostrar que la selva amazónica no solo limpia el viento del planeta, sino que asegura humedad y lluvias en Brasil y parte de Suramérica, una región gigante productora y exportadora de alimentos.
Los ríos voladores parten de la Amazonía hacia los Andes, que operan como barrera natural, y redirigen las gigantes masas de vapor primordialmente hacia el medio oeste, sureste y sur de Brasil, aunque así mismo al norte de Argentina, Uruguay, Paraguay, y Colombia, a Venezuela, las Guayanas y Surinam, cuenta.
“Perú recibe un poco de esa agua, aunque si no hubiera la cordillera, eficazmente lo recibiría todo”, explica Moss.
Un experimentado fabricante de lluvias
Gérard Moss sobrevuela el oceáno Atlántico, sobre los desemboques del río Amazonas, recolectando muestras de vapor emanados por el bosque.
Nacido en Inglaterra y criado en Suiza, entre Montreux y Vevevey, el apasionado piloto de 57 años arribó a Brasil en los 80′ para trabajar en la exportación de soja, y una década en seguida cambió radicalmente de trabajo para dedicarse al medio ambiente con su esposa Margi Moss, fotógrafa nacida en Kenia.
Ganó fama en 2001, cuando protagonizó la primera vuelta al planeta en un calculador motorizado, durante 100 días, en los que hacía transmisiones en directo para el programa más celebre de la televisión brasileña los domingos.
En 2003 la pareja embarcó en un pequeñísimo hidroavión con el que durante un año recolectó más de mil muestras de los más inciertos ríos y lagos del país, que posee el 12% del agua dulce del planeta.
“Constatamos que 85% de las aguas son limpias, lo que comprueba que Brasil tiene una gran riqueza, aunque así mismo que en las regiones habitadas la excelencia es pésima, no se invierte para preservar esa riqueza”, lamenta Moss.
Explotando las masas de vapor
El equipo de Moss vuela en globo sobre la selva amazónica, analizando el vapor que ella produce.
La aventura aérea y ambiental prosigió en el 2006 con el proyecto Ríos Voladores, en el que embarcaron a subrayados científicos que ya habían advertido sobre este fenómeno y que ahora utilizan los apuntes para asegurarlo.
Crearon cuadros acomodados al aeronave monomotor y a un globo aeroestático con los que Moss recorrió el país para condensar y analizar gotas del vapor atmosférico originadas en la Amazonía.
El piloto arribó a viajar ocho días sobre la trayectoria de un río volador, desde la ciudad amazónica de Belem al Pantanal (centro oeste) y Sao Paulo (sureste). “Era una masa enorme de vapor de agua, equivalente a lo que Sao Paulo consume en 115 días, fue enormemente excelente para divulgar nuestros resultados”, explica.
Con esos estudios, el prestigioso Instituto de Investigaciones Espaciales (INPE) traza diariamente trayectorias de las corrientes de humedad amazónica por todo Brasil, en tanto el proyecto se concentra ahora en divulgar los resultados para alcanzar su objetivo: respaldar a salvar la Amazonía.
“Nuestro objetivo es que un niño de Sao Paulo o un productor del sur sepan que su agricultura y su energía dependen demasiado del agua que arriba de la Amazonía”, dice Moss.
Los científicos estiman que alrededor de 20% de la Amazonía ya fue destruida y algunos subrayan que si la destrucción arriba a 35% o 40%, alcanzará un punto de no retorno frente al adelanto de la sabana.
Brasil alcanzó un pico de deforestación en 2004, con 27.000 km2. Consiguió revertir la tendencia a mínimos históricos, aunque sin embargo pierde 6.400 km2 de selva amazónica por año.
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