Los habitantes de Aguaisal, una comunidad del municipio beniano de Santa Rosa del Yacuma, conocen muy bien a sus vecinos: dicen que es más fácil dar con ellos en las mañanas, cuando se les oye hablar entre la maleza y, si siguen sigilosamente la charla, hasta pueden verlos encaramados en las ramas de los árboles. Sin embargo, cuando se dan cuenta de que son observados, cortan la conversación y se disponen a cambiar de árbol rápidamente. “Los mayores los cazaban para comérselos”, dice Félix Salvatierra, uno de los veteranos de la población, queriendo dar una explicación al carácter huidizo de estos moradores de los bosques, que son los monos Callicebus olallae, más conocidos entre los lugareños como lucachis. En el área de Santa Rosa viven alrededor de 2.000 ejemplares, los únicos en el mundo, ya que la especie es endémica de esta parte del departamento.
A las 07.30 ya comienza a hacerse notar el calor en Aguaisal. Cuando se escucha el nombre de la comunidad por primera vez, se crea una imagen mental sobre el lugar: debe tener una laguna salada o, tal vez, los pobladores hacen algún tipo de ritual mezclando el elemento líquido y la sustancia. Nada más lejos de la realidad. “El nombre se lo puso un profesor que vino cuando abrieron la escuela”, cuenta Salvatierra, quien no tuvo la suerte de que hubiera colegio en el poblado cuando era niño. Fue el docente, venido del occidente, quien rebautizó el lugar, llamado “Los Chacos”, haciendo honor a la abundancia de la planta del aguaí en la zona, de la que hoy sólo queda el nombre del poblado.
Salvatierra camina con sus altas y blancas botas de lluvia por un camino en el bosque, en compañía de Pamela Carvajal (29) y Cecilia Flores (27), dos biólogas de La Paz. Es la cuarta vez que vienen por estas tierras en un año. Están esperando la llegada de la tercera componente del grupo, Zulia Porcel (31), para que el equipo esté completo. Las tres están en la última etapa de un proyecto que consiste en informar y convencer a los lugareños de la importancia de conservar a estos primates (Conservation of Endemic Titi Monkeys Trough Strategic Outreach in Bolivia), financiado por Conservation Leadership Programme (CLP) y asesorado por Wildlife Conservation Society (WCS) Bolivia, una de las cuatro organizaciones que conforman la asociación internacional CLP.
No sólo en Santa Rosa hay una especie endémica: en Reyes vive otro Callicebus, el modestus, que también existe únicamente en esa área. En ambos municipios, las biólogas han desarrollado su trabajo desde el 6 de agosto de 2011 (recuerdan muy bien la fecha), cuando visitaron durante varios días los dos pueblos y un par de comunidades en cada zona para dar charlas en unidades educativas, desde quinto de Primaria hasta sexto de Secundaria (niños y jóvenes de entre 10 y 20 años). Además, vieron a los monos en su hábitat.
Juegos para aprender
Regresaron el 25 de septiembre de ese año para seguir con su trabajo en otras ocho poblaciones del área rural de Santa Rosa y en dos de Reyes, hasta el 12 de octubre. “Al principio, las primeras charlas eran medio complicadas”, reconoce Pamela. Sin embargo, contaron con el asesoramiento de una educadora que les dio algunas nociones para dirigirse a los niños, porque jugando también se aprende.
En uno de los juegos, los niños se convertían en lucachis que vivían en una isla de bosque, representado con un círculo de tiza pintado en el suelo. Cuando llegaban otros interpretando el papel del fuego de los chaqueos, de una carretera, una excavadora... el círculo iba menguando.
Ésas son las principales amenazas a la existencia de los lucachis: la quema de bosques para ganar tierra cultivable y pasto para el ganado, actividad económica importante en la zona; la pavimentación de la carretera del Corredor del Norte, que va desde La Paz hasta Río Branco, capital del Acre brasileño, pasando por Santa Rosa del Yacuma; a las que se suma el turismo. Esos factores merman el entorno en el que viven los micos, que ya es de por sí reducido: el modestus habita en los bosques ribereños o en islas de vegetación (fragmentos de selva aislados) de Reyes, Santa Rosa y San Borja, en un radio de 1.542 km2; la distribución del olallae es una de las más reducidas en cuanto a primates se refiere a nivel mundial: está casi exclusivamente en la zona del río Yacuma, concretamente en las estancias ganaderas La Asunta y Puerto Santa Cruz, aunque se ha registrado su presencia también en cercanías del río Maniqui. En total, habita en un radio de 162 km2.
En poco más de una hora de viaje en auto, por una carretera terrosa, se llega de Santa Rosa a Reyes. “¡Hola, lucachis!”, saludan los niños a Pamela y Cecilia por las calles. Así las llaman cariñosamente: ellas, junto a Zulia, les dieron a conocer a estos pequeños animales endémicos del Beni, pues viven lejos del área donde residen los monos.
Algunos lugareños habían visto al Callicebus modestus, pero no sabían su nombre, como cuenta una reyesana, Avelina Fernández. Ella es una de las vecinas que el 1 de septiembre se acerca a la plaza del pueblo para disfrutar de una feria dedicada a los lucachis que han organizado siete unidades educativas, con el apoyo de la Alcaldía, la Asociación de Ganaderos de Reyes y las biólogas. En Santa Rosa hubo otra en octubre del año pasado. Como participó mucha más gente de la prevista por las investigadoras, esta vez se han hecho inscripciones previas.
Dibujos, cuentos, poemas, canciones y hasta breves piezas de teatro cómico son las categorías de los concursos de la feria que los alumnos han preparado en intensas dos semanas. Algunos repasan bajo la sombra de un árbol las estrofas que van a declamar en unos minutos más, con cara de agobio, como María Eliana Catacora, de 14 años y alumna del Colegio Nacional Reyes. “Cuando se extingue uno (un animal), nos quedamos con ganas de verlo”, afirma. Es por eso que participa con unos versos sobre la necesidad de cuidar a los lucachis.
Tanto el Callicebus modestus como el olallae están dentro de la categoría “En peligro” de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por sus siglas en inglés), porque sólo existen en un área pequeña que además se encuentra muy fragmentada y amenazada por fuegos descontrolados y el desmonte para pastoreo y cultivos. Son dos de los nueve tipos de animales bolivianos que tienen esta catalogación.
Los jóvenes de la zona conocen ahora el nombre científico de los monos, como apunta Zulia; pero, además, los han rebautizado, añade Pamela: “Con la descripción que les dábamos de las diferencias, ha nacido el nombre, de los mismos niños, al Callicebus olallae le dicen lucachi rojizo, por el color del pelo, y al modestus le llaman lucachi cenizo”. El pelaje es la diferencia más visible entre ambas especies (ver recuadro en esta página), aunque en el campo no es tan sencillo distinguirlos. “No sabíamos, en cada lugar, a cuál de los dos estábamos viendo”, cuenta Jesús Martínez, biólogo de WCS, tras recordar los primeros viajes a Reyes y Santa Rosa para estudiar a estos monos, en 2004. Fue 67 años atrás cuando el investigador A. M. Olalla “descubrió” a los Callicebus en los bosques del oeste del departamento del Beni. Colectó dos individuos en la comunidad de El Consuelo, a 12 km al este de Reyes, y otro cerca de La Laguna, a 5 km de Santa Rosa, y los llevó a Suecia. En este país europeo, Einmar Lönnberg determinó que eran ejemplares diferentes de los Callicebus conocidos hasta el momento y que, además, también eran distintos entre sí. A los hallados en El Consuelo los catalogó como Callicebus modestus, y al de La Laguna, Callicebus olallae. Sin embargo, explica Martínez, no se realizó un estudio en la zona hasta 2002, cuando la WCS promovió la visita de una pareja de científicos australianos, los Felton, para averiguar si los lucachis seguían existiendo. Detectaron la presencia de los dos tipos e hicieron la primera documentación de estas especies en vida.
En 2004, WCS comenzó un proyecto piloto de visitas y, hasta 2008, los biólogos, entre ellos Martínez, estuvieron creando mapas de distribución de las especies. Con fotografías y grabaciones de las vocalizaciones de los primates, los investigadores consultaban a los habitantes locales si en la zona vivían esos animales. Ya en 2006 se realizó un estudio genético para confirmar que se trata de dos clases de monos diferentes, trabajo que corrió a cargo del Instituto de Biología Molecular y Genética de la Universidad Mayor de San Andrés.
En noviembre de 2010, se elaboró el proyecto que han llevado a cabo Pamela, Cecilia y Zulia y que ha culminado este mes. Sin embargo, éste es sólo el primer paso: ahora que los vecinos de Reyes y Santa Rosa conocen la riqueza que existe en su región, es necesario poner en marcha medidas que protejan a los lucachis. Ya existen áreas protegidas municipales en ambos municipios, pero la actividad ganadera sigue siendo lo más importante, pues es la base económica del lugar, como señala Alejandro Gil, exdirector del Área Protegida Municipal Pampas del Yacuma.
Al menos, en Reyes las investigadoras consiguieron la colaboración de la Asociación de Ganaderos, que incluso cedió sus instalaciones para que las chicas dieran charlas a estancieros y otros adultos.
“Cuídame, que mañana ya no existo” y “Tenemos que cuidarlos porque se acabarán”, son algunos de los mensajes que los niños dan a todo el pueblo de Reyes a través de sus cuentos, canciones, dibujos... Aunque hay premiados en cada categoría, todos reciben un obsequio de WCS. Pero todos ganan algo más: que se avance hacia la protección de los lucachis. Como dice el presidente de la Asociación de Ganaderos, Harold Simons: “De ellos depende el medio ambiente y la vida de nuestros hijos y nuestros nietos”.
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