Los bosques amazónicos están perdiendo su capacidad de capturar carbono de la atmósfera, según un estudio de datos de campo más grande realizado hasta la fecha para el bioma, en el cual participaron científicos bolivianos de las universidades de Santa Cruz y Beni, entre un grupo de cien académicos de América Latina, Estados Unidos y Europa.
El estudio liderado por la Universidad de Leeds, Inglaterra, examinó 30 años de datos de parcelas forestales permanentes. El autor principal, Dr. Roel Brienen, de la Escuela de Geografía de la Universidad de Leeds, afirmó que “las tasas de mortalidad de los árboles incrementaron más de un tercio desde mediados de la década de 1980, y esto está afectando la capacidad de la Amazonía para almacenar carbono.”
En las últimas décadas, la selva amazónica actuó como un gran sumidero de carbono, ayudando a frenar el ritmo del cambio climático. Sin embargo, este nuevo análisis de la dinámica del bosque demuestra un aumento acelerado en la tasa de mortalidad de los árboles en la Amazonía.
El árbol amazónico del siglo XXI: vive rápido, muere joven
Según los investigadores, el aumento de dióxido de carbono en la atmósfera —un ingrediente clave para la fotosíntesis— resultó inicialmente en la estimulación de las tasas de crecimiento de los árboles de la Amazonía. Pero el carbono extra parece tener consecuencias inesperadas.
El coautor del estudio el profesor Oliver Phillips, también de la Escuela de Geografía de la Universidad de Leeds, explica que “con el tiempo, la estimulación del crecimiento hace que los árboles simplemente vivan más rápido, y así mueran más jóvenes”.
Las recientes sequías y temperaturas inusualmente altas en la Amazonía también pueden jugar un papel en los resultados. Aunque el estudio encuentra que el aumento en la mortalidad de los árboles comenzó mucho antes de una intensa sequía en el 2005, también muestra que la sequía causó la muerte de millones de árboles adicionales.
El estudio recientemente publicado por la revista Nature, muestra cómo el sumidero de carbono de los bosques amazónicos disminuyó debido al aceleramiento de la tasa de mortalidad de los árboles.
En los años 90, los bosques amazónicos almacenaban cerca de dos billones de toneladas de dióxido de carbono de la atmósfera en su biomasa cada año. Este estudio demuestra que el sumidero de carbono del bosque disminuyó a la mitad desde entonces, y ahora está siendo superado por las emisiones debido a combustibles fósiles en América Latina.
En años normales los bosques Amazónicos ciclan 18 mil millones de toneladas de carbono, dos veces más carbono que las emisiones combinadas de todos los combustibles fósiles quemados en el mundo.
Para calcular los cambios en el almacenamiento de carbono, los investigadores examinaron datos de 321 parcelas forestales de la Amazonía (6 millones de kilómetros cuadrados), identificaron y midieron 200,000 árboles, y registraron la muerte de árboles, así como el reporte de nuevos árboles en las parcelas desde la década de 1980.
El sumidero boliviano
En la realización del estudio —que fue coordinado por el grupo Rainfor, una red de investigación única dedicada al monitoreo de los bosques amazónicos— participaron cerca de cien científicos, muchos trabajando por décadas en ocho países de América del Sur, incluyendo Bolivia.
“En nuestras parcelas de Rainfor en Bolivia, también hemos visto el mismo patrón, demostrando que nuestros bosques han cambiado”, dijo Alejandro Araujo-Murakami del Museo de Historia Natural Noel Kempff Mercado, que conduce el monitoreo del bosque en Bolivia.
“El crecimiento en nuestras parcelas en el extremo sur de la Amazonía aumentó” —añadió Luzmila Arroyo de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno—, “pero la mortalidad tal vez está incrementando más rápido. Nuestros bosques ya están respondiendo a los cambios globales; ahora tenemos que desarrollar la red en todo el país para monitorear esto correctamente”.
Según Vincent Vos, encargado del monitoreo de varias parcelas en el norte Amazónico de Bolivia por parte de la Universidad Autónoma del Beni, “lo que este estudio demuestra es que está en riesgo la función de la Amazonía como pulmón del mundo; durante las sequías del 2005 y 2010 el efecto general de los procesos biológicos en la Amazonía ya no era la producción de oxígeno, pero más bien una liberación de carbono, y es probable que con el cambio climático este efecto se vuelve repetir de manera más frecuente”.
Nueva visión del cambio climático
Según Roel Brienen, “independientemente de las causas del aumento de la mortalidad de los árboles, este estudio muestra que las predicciones de un aumento continuo del almacenamiento de carbono en los bosques tropicales pueden ser demasiado optimistas”.
“Los modelos de cambio climático que incluyen respuestas de la vegetación” —añade Brienen— “suponen que mientras los niveles de dióxido de carbono siguen aumentando, entonces la Amazonia continuará acumulando carbono. Nuestro estudio muestra que esto puede no ser el caso y que los procesos de mortalidad de los árboles son fundamentales”.
“En todo el mundo, los bosques están cambiando” —añadió por su parte el profesor Phillips—. “Si el sumidero tropical continúa disminuyendo, los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera aumentarán aún más rápido. Los bosques nos hacen un favor enorme, pero no podemos depender de ellos para resolver el problema del cambio climático. Será necesario reducir las emisiones de efecto invernadero para estabilizar nuestro clima”.
La dimensión de la Amazonia en la Biósfera
En sus 6 millones de kilómetros cuadrados, la selva amazónica cubre un área 25 veces más grande que el Reino Unido (o 5,4 veces el tamaño del Estado Plurinacional de Bolivia), y se extiende por nueve países. Grandes partes de Bolivia, Brasil, Ecuador, Colombia, Perú, Venezuela, Guyana Francesa, Guyana y Suriname están siendo cubiertas por bosques amazónicos.
Esta región contiene una quinta parte de todas las especies de la Tierra, incluyendo más de 15.000 especies de árboles. Sus 300 mil millones de árboles almacenan una quinta parte de todo el carbono de la biomasa de la Tierra.
La Amazonia es también el hogar de varios millones de personas, y el vapor de agua que emanan sus bosques nutre tanto la agricultura del sur de Brasil como los cultivos del altiplano boliviano.
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