Según un estudio científico, la contaminación emitida por la quema de combustibles fósiles reduce la fragancia de las flores y para los insectos es más difícil encontrarlas, lo que provoca un serio trastorno en el equilibrio natural.
La polución aérea proveniente de las centrales térmicas y de los automóviles destruye la fragancia de las flores y obstaculiza la polinización, según un estudio realizado por científicos de la Universidad de Virginia.
Las flores hoy huelen menos, no porque su fragancia sea menor, sino porque no llega a nuestro olfato de igual manera.
Su olor se muere por el camino. Es decir, las sustancias aromáticas de las flores se enlazan con mucha facilidad con otros compuestos químicos propios de la polución presente en el aire y pierden sus propiedades aromáticas.
Esto es perjudicial para los insectos ya que para ellos el olor que despiden las flores es una guía muy importante para llegar a su preciado manjar.
En el informe publicado por la revista Atmospheric Environment, los científicos señalan que ese efecto de los contaminantes sirve para explicar el porque de la disminución en las poblaciones de insectos polinizantes que se alimentan del néctar de las flores, en varias partes del mundo.
Esa reducción comenzó a afectar desde hace algunos años principalmente a las abejas, los abejorros y las mariposas, según otros estudios.
Las moléculas aromáticas que producían las flores en un ambiente menos contaminado, como hace un siglo, podían extenderse a unos mil o 1.200 metros. Sin embargo, en el ambiente contaminado de las grandes ciudades, solo pueden extenderse no más allá de 200 ó 300 metros y esto hace que los insectos encargados de la polinización tengan cada vez más dificultades para ubicar las flores.
El resultado es un círculo vicioso en el que los polinizantes luchan por encontrar alimento para mantener su población y al mismo tiempo, las plantas que florecen no consiguen la polinización que necesitan para reproducirse y diversificarse.
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