Alex Villca Limaco es un indígena de 38 años experto en ecoturismo. Uno de sus primeros empleos fue de guardaparques del Parque Nacional Madidi y desde hace unas semanas es vocero de la Coordinadora de Defensa de la Amazonia, instancia creada por los indígenas que habitan en los territorios donde el Gobierno planea construir la hidroeléctrica El Bala-El Chepete.
Alex viene de la comunidad indígena San José de Uchupiamonas, que se encuentra en el interior del Parque Madidi, provincia Franz Tamayo de La Paz. Su población es tacana-quechua, la única que descansa en los márgenes del feroz río Tuichi. El nombre del afluente no es tacana, tal vez provenga del uchiapoma, lengua de los uchupiamonas, los primeros habitantes del valle, que se encuentra a unos 500 metros de altitud. Esos indígenas llegaron al lugar incluso antes de los sacerdotes franciscanos españoles, que fundaron el valle en 1616.
"Antes de la llegada de los españoles los uchupiamonas éramos nómadas. Luego nos establecimos a orillas del Tuichi”, afirma Alex Villca. Su madre, Irma Limaco Navi, es uno de los últimos descendientes de los uchupiamonas. Los abuelos de San José de Uchupiamonas cuentan que una epidemia diezmó al pueblo indígena. Sólo tres familias sobrevivieron, una de ellas fue la de Francisco Navi, abuelo materno de Irma. Francisco fue el último chamán (sabio de la comunidad).
Irma se casó con Leocadio Villca, maestro de Apolo, capital de la provincia Franz Tamayo. Su primer hijo fue Alex, que nació en Apolo, en 1978. Cuando su primogénito tenía apenas un año de vida, los esposos Villca-Limaco decidieron trasladarse a San José de Uchupiamonas, donde se establecieron y extendieron su familia.
El profesor quechua, que aún continúa enseñando, tuvo que aprender a pescar, cazar, recolectar frutos y a trabajar en el chaco con la producción de arroz, maíz, plátano, walusa, camote y algunas frutas.
Alex recuerda que su padre aprendió a pescar con mayor facilidad. Salía durante días a recorrer el turbulento Tuichi en busca de peces. Tal vez por eso él también se hizo pescador. Claro que no dejó de hacer otras tareas, como trabajar la tierra en unas áreas de cultivo que estaban a 30 kilómetros de su comunidad.
"Era una caminata de casi una hora, cruzando ríos y arroyos. Generalmente acompañaba a mis tíos (de parte de madre), que conocían más el bosque y los ríos”, cuenta.
El niño indígena también aprendió a cazar, pero usando armas de fuego porque, desde que recuerda, en San José de Uchupiamonas ya no se cazaba con flechas.
A Tumupasa
La vida de Alex Villca Limaco cambió a sus 10 años, cuando tuvo que dejar su comunidad. ¿La razón? en su escuela sólo enseñaban hasta el quinto básico. Entonces, por la zona trabajaba el padre Diego Shurmann, un sacerdote jesuita suizo que dirigía un internado para niños indígenas cuyos padres querían que continúen sus estudios. El internado estaba ubicado en Tumupasa, a 33 kilómetros de San José de Uchupiamonas.
Alex recuerda que partió a Tumupasa junto a cinco niños, entre los que estaban Jaime, José y Erwin. "El padre Diego traía a niños de comunidades unas más alejadas que otras, de pueblos río abajo, navegando días en lancha”, cuenta.
Mientras él estudiaba en Tumupasa, su madre dejó San José de Uchupiamonas en busca de oportunidades de trabajo para sostener sus estudios. En 1991, aproximadamente, Alex terminaba el tercero intermedio y su estadía en Tumupasa, porque la decisión de su madre era que continuara estudiando. Así, a los 14 años llegó a Rurrenabaque, población de Beni, que limita con La Paz, para salir bachiller. Lo logró en 1995.
Perseguir el sueño: la universidad
"Mi siguiente paso era la universidad, pero por razones económicas fue imposible, así que comencé a trabajar, primero como sereno y luego como recepcionista, en un hotel de Rurrenabaque, hasta que, en 1997, la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA) trajo a la ciudad cuatro carreras auxiliares de un año, entre las que estaba ecoturismo. Yo escogí ese curso”, cuenta.
En 1997 prestaba su servicio militar pero obtuvo el permiso para hacer y vencer el curso. En 1998 tomó otro curso: auxiliar de contabilidad, en el que alcanzó un promedio alto que lo habilitó para ingresar a la UMSA en La Paz. Junto a uno de sus hermanos menores, en 1999, partió persiguiendo su sueño.
"No lo logré, fue imposible entrar a la universidad y lo peor fue que no tenía mucha experiencia con la ciudad”, recuerda. "En 1999 abandoné mi deseo de entrar a la universidad y regresé a Rurrenabaque”, añade.
Guardaparque del Madidi
De regreso, en 1999, logró el trabajo que marcó su vida profesional: ser guardaparques del Parque Madidi. "Recorrí el Madidi con exploraciones cuyo objetivo era la protección del parque. Viví hasta meses en el parque, recorriendo ríos y selva, controlando la presencia de pescadores, cazadores y taladores ilegales. Ese trabajo me hizo valorar aun más el patrimonio natural de mi pueblo”, expresa.
El trabajo en el Madidi le permitió reunir lo necesario para retomar su sueño y, en 2001, regresó a La Paz para estudiar turismo en la UMSA. Se graduó en 2006.
La profesionalización reafirmó su deseo de trabajar en ecoturismo. Así llegó a ser parte de El Chalalán, una experiencia de ecoturismo comunitario que se desarrolló en su comunidad, San José de Uchupiamonas, al interior del Parque Madidi. Y, en 2010, inició su propio emprendimiento: Madidi Jungle, cuya base está en Rurrenabaque.
Estos logros le valieron para que su pueblo lo designe secretario de Medio Ambiente. "Si hay la confianza de mi pueblo es difícil decir no”, dice. Ese nombramiento y el de vocero de la Coordinadora de Defensa de la Amazonia se deben al temor que siente su comunidad ante "los peligros que se ciernen sobre la Amazonia”.
"Las amenazas sobre la Amazonía ya se veían venir. Soy indígena y he heredado de mis antepasados la defensa de nuestro territorio para vivir”, afirma.
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