El cóndor, cuyo hábitat se extendía desde la sierra andina hasta Tierra del Fuego, casi llegó a desaparecer debido a la excesiva caza de esta majestuosa ave. En 1973, “El Ave Eterna” fue puesta en la lista de aves en amenaza de extinción. Considerado el ave más grande del mundo, se ve como símbolo de fuerza y salud. Muchas veces, ciertas especies de animales --aún las que están en amenaza de extinción-- son objeto de caza. Por ejemplo, mucha gente de la región andina cree que su carne, o hasta sus órganos, son fuentes de virilidad o que ofrecen algún remedio contra enfermedades del ser humano.
Se cree que sus huesos triturados alivian el reumatismo. También, muchas personas comen el estómago del cóndor porque consideran que cura el cáncer de seno. Frecuentemente se asan sus ojos y se comen, creyendo que así se mejora la visión. Y muchos colocan las plumas de esta ave debajo de las cobijas para evitar pesadillas.
La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza la cataloga como una especie casi amenazada, ya que sufre, además, la pérdida de su hábitat y el envenenamiento secundario por la ingesta de algunas presas muertas por cazadores. Varios países iniciaron programas de reproducción en cautiverio.
En Colombia y Venezuela por ejemplo se llevan adelante proyectos de repoblación en áreas históricamente habitadas por cóndores y de las cuales fueron extirpados en el siglo XX. La densidad poblacional de la especie fue siempre menor en el extremo norte de su distribución (Andes del Norte) comparado con las naciones del sur, quizá debido parcialmente a que países como Bolivia, Chile y Argentina poseen vastos territorios relativamente despoblados de humanos y con excelente hábitat para la especie.
Por cientos de años, el cóndor ha batallado contra la humanidad para sobrevivir. Ha sido amenazado por la cacería, deforestación (pérdida de su hábitat), contaminación del aire, agua y comida, y la severa reducción de su fuente de alimento. En 1973, el U.S. Fish and Wildflife Service (agencia federal para la protección de peces y animales salvajes) agregó al cóndor andino a la lista de animales en amenaza de extinción. Aunque no se han encontrado datos sobre un censo se cree que su población ha disminuido, sobre todo en Ecuador, Perú y Venezuela.
Los incas creían que el cóndor era inmortal por eso se lo ha nombrado como “El Ave Eterna”. Según cuenta el mito, cuando el animal siente que comienza a envejecer y que sus fuerzas se le acaban, se posa en el pico más alto y saliente de las montañas, repliega las alas, recoge las patas y se deja caer a pique contra el fondo de las quebradas, donde termina su reinado.
Esta muerte es simbólica, ya que con este acto el cóndor vuelve al nido, a las montañas, desde donde renace hacia un nuevo ciclo, una nueva vida. Simbolizaba la fuerza, la inteligencia y el enaltecimiento o exaltación. Era un animal respetado por todos aquellos que vivían en los Andes desde tiempos anteriores al descubrimiento de América, ya que no sólo traía buenos y malos presagios, sino que también era el responsable de que el sol saliera cada mañana, pues con su energía era capaz de tomar el astro y elevarlo sobre las montañas iniciando el ciclo vital.
Desarrollo y etimología
El cóndor andino prefiere áreas de campo abierto que le permiten hallar carroña y animales moribundos. Anida, por lo general, en las sierras andinas en los salientes rodeados de acantilados empinados. Estos lugares aislados y solitarios le brindan protección para sus huevos y para sus crías.
Este animal mitológico, cuya forma de planear deja sin aliento a quienes tienen la posibilidad de avistarlo, habita las cumbres andinas, desde Venezuela al Cabo de Hornos, pasando por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina, entre los 400 y 5.000 metros de altura.
La especie se ha reducido paulatinamente, pese a ser símbolo nacional de cuatro países (Bolivia, Chile, Colombia y Ecuador), que lo tienen representado en sus banderas y escudos respectivamente.
Según uno de los escasos estudios sobre este animal, publicado en 2007, la población total ronda los 6.200 ejemplares, de los que alrededor de dos tercios estarían en Argentina y Chile.
El Vultur gryphus, su nombre científico, ha desaparecido prácticamente de Venezuela y Colombia, mientras en Perú, Bolivia y Ecuador no existen cifras.
Se alejan de la civilización y pueden bajar hasta el nivel del mar y áreas boscosas para alimentarse.
Se ha observado que algunas de estas aves atrapan ovejas de mediana envergadura, las elevan a grandes alturas y las sueltan, para posteriormente devorarlas, principalmente se alimentan de carroña de mamíferos grandes y medianos, comen guanacos y ganado, tienen un pico poderoso, capaz de cortar piel gruesa. Su comercio internacional está prohibido.
El cóndor andino fue descrito en 1758 por Carlos Linneo en la décima edición de Systema naturae, y conserva la nomenclatura binominal original de Vultur gryphus. También se lo conoce como cóndor argentino, cóndor boliviano, cóndor chileno, cóndor colombiano, cóndor ecuatoriano, o cóndor peruano en referencia a los países donde habita.
El término genérico Vultur proviene del latín vultur o voltur, que significa “buitre”. Mientras que gryphus deriva del griego antiguo γρυπός (grupós, “pico con forma de gancho”).
Los adultos llegan a medir hasta 142 centímetros de altura, y entre 270 y 330 centímetros de tamaño. Pesan de 11 a 15 kilos los machos y de 8 a 11 las hembras. Poseen la cabeza desnuda y relativamente pequeña, de color generalmente rojizo, aunque el mismo puede cambiar según el estado de ánimo del animal; el pico de borde muy cortante y terminado en gancho.
Las alas son largas y anchas, y las patas, no prensiles, poseen uñas cortas y poco curvas, con la inserción del dedo posterior elevada. Las mismas están adaptadas para la marcha y para la sujeción de la carroña. En el Zoológico Veti Pacos de La Paz se los puede apreciar de cerca.
Alcanzan la madurez sexual aproximadamente a los ocho años. El plumaje juvenil de ambos sexos es de color marrón hasta alcanzar en mudas sucesivas el característico plumaje negro-azulado de los adultos. Una ancha banda blanca resalta en el dorso de las alas y un nítido collar blanco no completamente cerrado al frente, protege la desnuda piel del cuello.
Los machos presentan una cresta y pliegues en la cara y cuello que aumentan de tamaño con la edad. Alcanzan mayor peso y tamaño que las hembras y sus ojos son de color café. Las hembras no poseen cresta aunque al igual que los machos tienen pliegues. Sus ojos son de color rojizo.
Es también una de las aves que vuela a mayores alturas. Utiliza las corrientes térmicas ascendentes verticales de aire cálido y alcanza con relativa facilidad los 7.000 metros; luego puede planear por cientos de kilómetros casi sin mover las alas extendidas. El cóndor consume muy poca energía y debido a su denso plumaje puede soportar climas gélidos.
Los cóndores son prácticamente mudos al tener atrofiada la laringe. Y pese a ser unos de los antiguos habitantes de las alturas, se lo ha visto en la Amazonía y en lugares bajos como Vallegrande por eso se dice que ante la caza furtiva en los Andes algunos individuos han cambiado su hábitat original.
Una vez localizada la carroña, los cóndores no descienden a comer de manera inmediata sino que se limitan a volar sobre la misma o se posan en algún lugar desde donde ésta se vea claramente. Uno o dos días pueden pasar hasta que finalmente se acercan. Comienzan a alimentarse en los puntos más accesibles o blandos de los cadáveres.
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