Solo el permanente borboteo del agua transparente que emerge de la tierra acompaña el nítido silencio de este recóndito paraje altiplánico. Incontables fuentes dispersas en un área de varios kilómetros alimentan el canal artificial que lleva un estrecho, pero vigoroso caudal que va de Bolivia a Chile.
Las aguas del Silala fluyen a su libre albedrío en el fronterizo cantón Quetena de la provincia Sur Lípez del departamento de Potosí, pintando una perseverante primavera andina de paja brava e iluminando la aridez.
Del lado boliviano nada altera la tranquilidad de estas tierras y sus transparentes aguas que corren sin pausa desde el principio de los tiempos, mientras a miles de kilómetros gobiernos y políticos de Bolivia y Chile, mantienen y, de tiempo en tiempo, enervan un insulso debate sobre la propiedad de este elemento vital y su utilización.
A su paso, en este vasto humedal, el agua va formando arroyos y riachuelos, que por la inclinación del terreno concentran la corriente en un amplio y sinuoso cañadón de mediana altura. En este espacio íntimo, la reverberación del líquido y el sol vuelven más diáfano este medio día, que transcurre como todos los medios días seguramente solo diferenciado por las fortuitas variantes del cielo profundamente azul, con sus alterados y oscuros estados de ánimo que se manifiestan en alguna tempestad.
Un largo e intrazable trayecto por desérticas y lejanas rutas nos revela los prodigios de la naturaleza como el Salar de Uyuni, las lagunas Colorada y Verde, el desierto del Árbol de Piedra y la bruma de los géiseres, entre otros sitios turísticos del departamento de Potosí y llegan al encuentro de las solitarias aguas del Silala, en el extremo más recóndito del país.
EL PRINCIPIO
Y EL FINAL
En la frontera, donde el caudal pasa de un país a otro, en el centro mismo de la controversia, dos letreros advierten el comienzo y el final de cada territorio, del este: "Bienvenidos a Bolivia, Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa" y del otro "Prohibido el paso, propiedad privada".
Con el paso de las horas, el viento y el frío constante del altiplano se hacen más intensos, sin embargo, el cielo promete una fiesta de estrellas que se reflejará secretamente en este extenso manantial.
En el lugar, no se percibe más que el brincoteo invisible de las vizcachas y la mirada fija de una llama que observa desde lo alto de las rocas. Así las aguas del Silala manan y fluyen, desde siempre, refrescando e iluminando esta parte del territorio boliviano, hasta perderse en el lado chileno.
La recolección de las corrientes de este extenso manantial se hace mediante numerosas bocatomas y acequias dirigidas con hormigón y tuberías.
El agua es tratada en el cañadón para posteriormente ser transportada por un canal y dos cañerías (una subterránea y la otra al aire libre) para luego desembocar en un estanque, a unos 20 metros en territorio chileno, según confirma un estudio del historiador Wilson Mercado.
RETORNO
A unos kilómetros de la frontera, un pequeño puesto militar con menos de media docena de centinelas resguarda la zona. Hace cuatro años, intentaban ya poner en marcha, con aguas del manantial, un criadero de truchas para la alimentación de los soldados, proyecto que ahora es más grande, según los recientes anuncios del gobierno departamental de Potosí.
Los centinelas, al mando de un capitán, confirman que la zona está casi inhabitada y desvinculada de cualquier tipo de desarrollo.
Bolivia defiende y reclama la soberanía de las aguas del Silala, que nacen en su territorio, y proclama el derecho a la utilización libre de este vital recurso en futuros proyectos de desarrollo para esta región del país.
Por su parte Chile señala que el caudal es parte de un río internacional y le saca provecho desde hace 104 años cuando se suscribió el acuerdo entre el prefecto de Potosí y la empresa inglesa The Antofagasta and Bolivian Railway Company Limited para el aprovechamiento de las aguas del Silala en el funcionamiento de las locomotoras a vapor.
De ese viejo proyecto, queda del lado chileno una vetusta planta de tratamiento que continúa recibiendo el nítido caudal, que luego de pasar el límite, se aleja y pierde cañadón adentro. Las locomotoras a vapor dejaron de funcionar hace mucho, ahora esta agua sacia la sed y necesidad de las poblaciones de Calama, Antofagasta y Tocopilla otrora territorio boliviano, incluidos los grandes yacimientos cupríferos de Chuquicamata, en el norte chileno, administrados por empresas privadas que anualmente obtienen millonarias ganancias, gracias a las aguas del Silala, que brotan en Bolivia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario