El 3 de marzo se celebró el Día Internacional de la Vida Silvestre, momento para reflexionar sobre la riqueza natural del mundo en general y de Bolivia en específico. Con más de 20.000 especies de plantas superiores y más de 3.000 especies de vertebrados, Bolivia es uno de los países más biodiversos del mundo. Existe una percepción generalizada que las llamadas a la conservación de esta biodiversidad se basen principalmente en motivos éticos (por principios), o estéticos (por la belleza que representa la naturaleza). No obstante el valor de la biodiversidad va mucho más allá, no solo debemos considerar el valor del descubrimiento de las características medicinales de alguna planta, o el valor de la naturaleza como atracción turística, pero también debemos pensar en productos como la castaña, que, proveniente de los bosques naturales de la Amazonía Boliviana, mueve una economía de $US 175 millones (exportaciones 2014 según IBCE). A esto podemos sumar el valor de la madera y muchos otros productos de exportación y consumo nacional, desde peces y frutos para la alimentación hasta hojas de palmeras para la construcción de techos, y materiales usados para la elaboración de artesanías. La gran mayoría de estos productos es de consumo local, o, a lo mejor, comercializada de forma informal en el ámbito regional, implicando que en su gran mayoría ni figuran en las estadísticas nacionales.
No obstante, desde hace años CIPCA ha demostrado que para muchas familias campesinas indígenas estos productos tienen una enorme importancia social, cultural, espiritual, ambiental, económica, en fin para posibilitar la vida misma. Si tan sólo nos referimos a lo económico, en la Amazonía los productos del bosque presentan más de 50% de los ingresos anuales familiares, a tiempo de aportar gran parte de la seguridad alimentaria local. En este momento CIPCA está finalizando un nuevo estudio “Estimación del potencial económico de la producción familiar en la Amazonía Boliviana” (Vincent Vos, et al.2016), el mismo permite analizar los aportes económicos de di-versos rubros a la economía del norte amazónico (el departamento de Pando y la Provincia Vaca Diez del Beni). Según datos del es-tudio, a nivel de las familias campesinas e indígenas, la castaña genera aproximadamente Bs 439 millones al año. La vida silvestre es incluso más importante que eso, con un ingreso anual estimado de Bs 95 millones en carne de monte y un adicional Bs 632 millones en pescado aprovechado por estas familias. La ma-yor parte de esta producción es destinada al consumo local, con excepción de algunas especies de peces como el Paiche (Arapaima gigas) que son comercializados en los mercados de la región.
Estos datos nos deben hacer reflexionar sobre el modelo de desarrollo extractivista que actualmente también se viene imponiendo en la región amazónica de Bolivia. Las propuestas de inversión pública a favor de la ampliación de la frontera agrícola o megaproyectos hidrocarburíferos, mineros o energéticos por lo general no consideran los efectos negativos sobre los bosques y sus múltiples recursos, y tienden a afectar de manera desproporcionada a las familias rurales. En este sentido argumentamos a favor de una revalorización del potencial de la producción familiar y la diversificación de la economía nacional con propuestas productivas con enfoques integrales y sostenibles, como la agroforestería y el aprovechamiento sostenible de produc-tos forestales no-maderables como el cacao, el asaí y el majo en el marco de la gestión territorial integral.
A pesar de su importancia para la eco-nomía regional, aún hay mucho para descubrir en cuanto a las especies de flora y fauna en nuestro país. (Abajo). Esta Taratara de hueco (Isothrix bistriata) encontrada cerca de Riberalta, por ejem-plo aún no figura en los registros oficia-les de Bolivia. (Foto Vincent Vos).
Vincent Vos es investigador de CIPCA Norte Amazónico.
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