Después de la firma del acuerdo climático de París a fines del año pasado, queda el deber de los gobiernos de implementar estrategias que permitan la transición urgente de los combustibles fósiles a las energías renovables. Esto no va a ser posible sin la presión de la sociedad civil. Por esto, en mayo de este año, voces de todo el mundo se unirán en una campaña llamada "Libérate de los combustibles fósiles", la cual busca movilizar la voluntad política para mantener las reservas de petróleo bajo tierra.
Los impactos ambientales de la actividad hidrocarburífera son ampliamente conocidos. Por tal motivo, la promulgación Decreto Supremo 2366 que autoriza la exploración hidrocarburífera en áreas protegidas ha levantado opiniones muy críticas del movimiento ambiental boliviano. Pero los impactos en la salud humana no son tan discutidos.
En febrero de este año, un nuevo derrame petrolero se produjo en la Amazonía de Perú, motivando la declaración de emergencia sanitaria en seis distritos. Las comunidades afectadas afirmaron que se estaban alimentando solo con plátanos y yucas porque los alimentos provenientes o relacionados al agua del río se volvieron tóxicos, lo cual afecta su nutrición, según la agencia de noticias EFE.
Asimismo, el 7 de agosto del año pasado el Oleoducto Carrasco-Cochabamba (OCC) fue perforado por una pala cargadora, lo que provocó el derrame de unos 400 barriles de petróleo en las orillas y aguas del río Magariños, en el Chapare Boliviano. Según declaraciones del técnico de YPFB en esta ocasión, Walter Sarmiento, del total de crudo vertido se pudo recuperar el 90%. El porcentaje perdido representa 30 barriles de petróleo que no pudieron recuperarse por motivos distintos.
La historia de los derrames petroleros en el mundo es lamentable. En cuanto a ecosistemas de agua dulce, el derrame más grande de la historia fue causado por un buque de Shell en la provincia de Buenos Aires, Argentina, en 1999. Se derramaron en este caso más de 5.400.000 litros de hidrocarburos en las aguas del Río de la Plata, y el impacto llegó dos días después a cubrir 30 Km de costa.
Un caso para recordar en territorio boliviano es el derrame de petróleo que se dio en enero del año 2000 bajo las operaciones de la empresa de hidrocarburos Transredes. En éste se derramaron aproximadamente 29.000 barriles de petróleo en el río Desaguadero, afectando más de un millón de hectáreas de suelo, agua y biodiversidad, además de 127 comunidades de Oruro y La Paz. En esta ocasión, las miles de personas afectadas reportaron dolores de estómago, náuseas, pérdida del apetito, dolor de cabeza y problemas de la vista.
Este tipo de derrames, que son muy difíciles de predecir y de controlar, provocan cambios en la calidad del agua que pueden mantenerse durante mucho tiempo en el ecosistema. Considerando que en nuestro país los sistemas fluviales sostienen la vida de muchas comunidades para las cuales el río es su fuente de abastecimiento de agua principal, este tipo de sucesos consiste no solamente en una tragedia ambiental sino también humana.
De acuerdo con la organización ecologista Greenpeace, algunos de los hidrocarburos presentes en el crudo de petróleo tienen una toxicidad conocida para el ser humano, pero para la mayoría de ellos se desconoce su nivel de peligrosidad. En todo caso, varios estudios han establecidos que la exposición humana al petróleo crudo y sus componentes tóxicos pueden afectar negativamente la salud; desde efectos locales y de corto plazo como la dermatitis, hasta efectos de largo plazo como el cáncer.
Es parte de la búsqueda de la coherencia en el discurso del respeto a la Madre Tierra la puesta en marcha de la transición a las energías alternativas limpias, aquellas que no representen una amenaza para los ecosistemas ni para las vidas humanas que dependen de los mismos.
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