Una auténtica reconversión ecológica del medio ambiente debe comenzar desde el centro mismo de las personas. Este es el principal propósito: fomentar un mayor equilibrio emocional en las personas que participan en los diferentes ecosistemas sociales: familia, educación, salud y organizaciones, con el fin de que mejore el bienestar de las personas y el impacto del clima global del ecosistema.
Son innumerables las tragedias ecológicas que demuestran y, a la vez, dejan en evidencia la incapacidad del ser humano para compatibilizar de manera armónica el desarrollo tecnológico, y el mantenimiento del equilibrio medioambiental.
Es por eso que a través de sucesivas alteraciones provocadas por sustancias o formas de energía que dañan y desequilibran el ecosistema, el medio físico y seres vivos, se ven afectados hasta llegar al extremo de hacerlo no apto para la vida en muchas partes del mundo.
Y solo cuando se llega a este punto límite, se comprende la relación dialéctica entre el hombre y el medio que lo rodea.
Parte importante de lo que es el reflejo del hombre y el mundo. Hace cientos de años, el hombre tomaba del medio ambiente únicamente lo que necesitaba. Hace años atrás, se decía que el medio ambiente se encontraba en un estado de equilibrio. Sin embargo, con el transcurso del tiempo, los daños aumentaron en forma desenfrenada, y no fue sino hasta los últimos cincuenta años que las personas comenzaron a darse cuenta de las serias consecuencias de tales daños.
De esta forma, se puede decir que la ecología emocional es el arte de transformar la energía que nos trae toda emoción, de modo que se pueda canalizar hacia la mejora de cada persona, con el fin de mejorar el estado del planeta.
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