El lago Poopó no recupera, después de 71 días de la declaración de sequía y desaparición de la segunda cuenca más importante de Bolivia, a pesar de las lluvias esporádicas que se registraron en enero y febrero, las más bajas precipitaciones registradas en el departamento de Oruro.
“No hay lluvias y cuando llueve se moja el piso y se seca. El lago está seco y no hay otra alternativa que abandonar todo”, afirmó Fernando Quispe, un joven que junto a su padre vivía al lado del lago, que se secó oficialmente el 13 de diciembre de 2015, sin que hasta la fecha se haya hecho un trabajo para recuperar el agua desde el río Desaguadero.
¿Acaso no se puede hacer un plan de contingencia? ¿Es necesario mantener desamparadas a las comunidades afectadas por tanto tiempo?, advirtió Clemente Paco Huanca, en un análisis efectuado sobre el problema, como parte del equipo del Centro de Educación y Pueblos Andinos.
Advirtió también que, “no es admisible que (a más de dos meses del hecho) se guarde un silencio cómplice por parte de las autoridades llamadas por ley a realizar las aclaraciones pertinentes sobre el tema, peor aún si se sabe que existen grupos humanos desamparados por este fenómeno ambiental”.
Según el periódico La Patria, “el lago no desapareció de la noche a la mañana, el proceso fue paulatino y no mereció la atención necesaria para evitar el desastre”, pero lo más preocupante es que algunos técnicos, incluyendo el gobernador, Víctor Hugo Vásquez, esperan que también de manera natural, “recupere sus aguas perdidas”.
Los comunarios, que son los testigos de la desaparición del lago, advirtieron que existen lluvias esporádicas, pero no sirve para nada. Durante los meses de enero y febrero no se registraron lluvias torrenciales como había años anteriores, cuando incluso había inundaciones de extensos barrios y comunidades del departamento de Oruro.
Cuando se publicitó el desastre, muchos fueron los reclamos, las denuncias y las quejas, pero el daño estaba hecho, aunque entre tanto alboroto tuvieron que salir a luz pública, algunos aspectos que no eran de conocimiento general, como el programa Cuenca Poopó que tenía catorce millones de euros para “desarrollar proyectos dirigidos a conservar el ecosistema y la vida del lago”.
Después del alboroto en diciembre y enero, y la presencia de las fiestas religiosas y populares de febrero, ahora empieza a reflotar las mismas interrogantes sobre el lago Poopó. Por qué no se utilizó el dinero para la preservación del lago y por qué se desarrollaron programas para “la reducción de la pobreza”.
Según el mismo matutino, “ha transcurrido un tiempo prudencial, desde que se denunció oficialmente la desaparición del lago”, pero “no hay nada concreto que permita avizorar la reparación del daño, la sequía complica la situación y, por supuesto, no hay opciones técnicas que de momento permitan recuperar aguas del río Desaguadero para llenar el lago”.
La desaparición del lago significa aumentar la pobreza, aumentar la migración del campo a las ciudades y en la zona no hay vida.
El lago tenía millones de peces, había parihuanas, patos, huallatas, taracas, chullapis y otras especies. Había cuatro cooperativas pesqueras, como la Cooperativa 10 de Septiembre, Isla de Panza, Villa Concepción y San Nicolás. Las cooperativas han desaparecido, porque no hay agua en el lago, a más de 70 días de ese fenómeno de desaparición del lago que se empezó a advertir desde 2012, según las publicaciones del CEPA, pero ninguna autoridad nacional y departamental se preocupó de encarar con seriedad el problema.
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