Una tecnología mejorada pudiera poner fin a nuestra dependencia del uso de combustibles fósiles .
Pero cada hecho positivo puede tener un lado negativo. Las tecnologías que ofrecen a los seres humanos comodidades y oportunidades que hubieran sido inimaginables hace dos siglos dependen, en última instancia, de una gran cantidad de energía. El fuego es la fuente de esa energía. Pero al quemar combustibles fósiles, de los cuales obtenemos enormes beneficios, también se libera el dióxido de carbono que amenaza con desestabilizar el clima.
Para algunos, la respuesta a este reto es acoger la pobreza. Pero la humanidad no renunciará (y no debiera esperarse que lo hiciera) a la prosperidad que algunos ya disfrutan y que otros desean enormemente. La respuesta se halla más bien en la ruptura de los vínculos entre la prosperidad y los combustibles fósiles, entre los combustibles fósiles y las emisiones, y entre las emisiones y el clima. No debemos rechazar la tecnología, sino transformarla.
Esto aún no está sucediendo. La más reciente Revisión Estadística de la Energía Mundial de BP muestra que la demanda mundial de energía comercial continúa aumentando, en gran parte impulsada por el crecimiento de los países emergentes, a pesar de las mejoras en la eficiencia energética. Además, los combustibles fósiles cubren la mayor parte de esa demanda.
En 2014, las fuentes de energías renovables aportaron un poco más del 2 por ciento del consumo primario mundial de energía. En conjunto, la energía nuclear, la energía hidroeléctrica y las energías renovables aportaron sólo el 14 por ciento.
Un informe titulado "A Global Apollo Programme to Combat Climate Change", escrito por un grupo de prominentes científicos y economistas británicos, ofrece una audaz respuesta. El informe argumenta que la energía libre de carbono tiene que ser competitiva con los combustibles fósiles. "Una vez que esto sucediera, el carbón, el gas y el petróleo simplemente permanecerían en el suelo".
La necesidad consiste, entonces, en generar una revolución tecnológica. El documento (llamado así por la exitosa misión lunar de la década de 1960) argumenta que esto requerirá rápidos avances tecnológicos. El progreso está aconteciendo, especialmente demostrado en la caída en el precio de los paneles fotovoltaicos. Pero esto no es suficiente. El sol proporciona 5.000 veces más energía que la que los humanos requieren de fuentes industriales. Pero no sabemos cómo obtener suficiente energía de él.
A pesar de la evidente necesidad, la investigación y el desarrollo (I+D) de la energía renovable financiados con fondos del Gobierno recibe menos del 2 por ciento del financiamiento estatal invertido en I+D. Con sólo 6 mil millones de dólares al año, a nivel mundial, queda eclipsado por los 101 mil millones que se gastan en subsidios de la producción renovable y el increíble total de 550 mil millones de dólares que se gastan en subsidiar la producción y el consumo de combustibles fósiles.
Ésta es un realidad grotesca. Hay que dedicar mucho más dinero a la investigación financiada con fondos estatales. El sector público ha desempeñado un papel fundamental en la financiación de los avances científicos y tecnológicos. En este caso, ese papel es particularmente importante, considerando que el objetivo acordado es reducir las emisiones y el hecho de que el sector energético invierte relativamente poco en I+D.
El programa previsto tendría un solo propósito: "Desarrollar suministros de energía renovables que son más baratos que los de los combustibles fósiles". Los autores sugieren que, para ello, la investigación debe concentrarse en la generación de electricidad, el almacenamiento y las redes eléctricas inteligentes. El programa propuesto representaría 15 mil millones de dólares al año, todavía un simple 0,02 por ciento de la producción mundial. Eso es, de hecho, una cantidad mínima, dada la importancia de la meta.
Cualquier país que decidiera unirse se comprometería a gastar esta proporción de su ingreso nacional. Aunque el dinero se gastaría a discreción de cada país, el programa generaría un plan actualizado anualmente de los avances necesarios para mantener el ritmo de reducción de costos. La sugerencia es que los jefes de Estado estén de acuerdo con un programa de investigación acelerada y selectiva como éste para cuando llegue el momento de la conferencia sobre el clima en París a finales de este año.
Una tecnología mejorada pudiera poner fin a nuestra dependencia del uso de combustibles fósiles. También pudiera reducir las emisiones de dióxido de carbono que acompañan su utilización. Pero el libro “Climate Shock” de Gernot Wagner y Martin Weitzman indica que una nueva tecnología también puede romper el vínculo final, el existente entre las emisiones y el clima. Esto plantea entonces la seductora, pero peligrosa, posibilidad del uso de la geoingeniería: seductora porque puede parecer barata, y peligrosa porque sus resultados son muy inciertos.
Algunas ideas para la geoingeniería están cerca de la captura y almacenamiento de carbono, las cuales tienen por objeto la eliminación de emisiones en instalaciones específicas. La eliminación de dióxido de carbono pudiera ser aplicada a la atmósfera: esto es lo que hacen las plantas. Otra idea es la "fertilización oceánica", para acelerar la absorción natural del dióxido de carbono.
La replicación del impacto atmosférico de una erupción volcánica compensaría directamente el impacto de los gases de invernadero. La materia emitida por la erupción del volcán Pinatubo en las Filipinas en 1991 redujo la temperatura global en 0,5 grados centígrados. Las 20 millones de toneladas de dióxido de azufre emitidas atenuaron la cantidad de radiación del sol entre 2 y 3 por ciento durante el año siguiente. Si continuamos en nuestro camino actual, éste es el tipo de medidas que las personas bien pudieran tratar de replicar.
No es difícil imaginarse los peligros de tal intervención. No pudiera ser un evento aislado, ya que las partículas lanzadas a la atmósfera caerían rápidamente. Así es que las acciones tendrían que repetirse en una escala cada vez mayor, a medida que aumentaran las concentraciones de gases causantes del efecto invernadero en la atmósfera.
Un programa de contaminación deliberada de la atmósfera mundial como éste bien pudiera considerarse un acto de guerra.
Las consecuencias de acciones repetidas de ingeniería planetaria a gran escala de este tipo también serían altamente impredecibles. Deben ser un último recurso.
La mejor manera de responder al desafío del cambio climático es a través del cambio de incentivos y el aceleramiento de la innovación destinados a volver las tecnologías libres de carbono competitivas con los combustibles fósiles. Ambos exigen políticas públicas más activas. El programa Apollo sería un componente esencial. Sus propuestos costos son modestos; sus posibles ventajas son enormes. El éxito sería transformativo. Sería mucho mejor hacer un intento y fallar, que ni siquiera hacer el intento.
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