lunes, 8 de febrero de 2010

El agua corre en la carretera a Puerto Ballivián

- Loma Suárez rodeada de agua.

El agua corre fuerte por encima del camino asfaltado que une a la población de Trinidad con Puerto Ballivián.

Más de un kilómetro antes de llegar al puerto es la zona afectada, aunque en casi todo el tramo, el agua amenaza con sobrepasar el terraplén. Se observa el poder de la corriente en las alcantarillas donde el líquido ruge y espumea.

El escenario atrajo, en la víspera, a decenas de personas que aprovecharon el buen tiempo para pasear.

El trayecto inundando es transitado con precaución por movilidades de dos y cuatro ruedas.

Algunos motociclistas no se contentaron con mojarse los pies en el camino de agua y aprovecharon para refrescarse con un baño improvisado.

Otros, sin embargo, llevaron bañadores, asientos, su atadijo de ropa sucia y jabón, le dieron uso a la corriente de agua al aire libre.

Los niños como siempre disfrutaron de mejor gana la inundación.

Al final del camino no hay puerto, lo devoró el río Ibare. 49 familias están damnificadas, mientras que otras 23 en la vecina población, Loma Suárez, sufren las mismas condiciones.

Las casas no fueron abandonadas, continúan con sus habitantes de siempre. La gente espera que el tiempo pase, que el agua se vaya para comenzar de nuevo, como lo hicieron el año pasado y como es probable lo vuelvan a hacer el próximo.

LOMA SUAREZ

El “palo encebau” continúa erguido en medio del corral, sobre la loma. En su punta, que señala al cielo nuboso, ya no hay premios. Abajo tampoco hay fiesta. Alrededor de él hay carpas. 9 armadas y una tendida en el suelo.

La Loma Suárez es otra de las poblaciones con personas afectadas por la inundación. Un dique de tierra evitó esta vez que el daño sea mayor a otros años.

El terraplén que rodea al pueblo tiene una altura de más de dos metros en algunas zonas. La obra se realizó con maquinaria de la Fuerza Binacional.

La gente se siente protegida, realiza sus actividades cotidianas sin mayores apuros aunque de vez en cuando mira de reojo los remolinos que forman el río que no deja de crecer.

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