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domingo, 16 de febrero de 2014
A limpiar el Takesi: Jóvenes recogen 50 kilos de basura
Recoger basura a lo largo de 30 kilómetros que surcan un nevado y parte del trópico yungueño es una tarea casi nunca vista, sobre todo en el Camino del Takesi. Pero es la misión que cumple un grupo de jóvenes desde 2012.
Recorrer esta ruta turística es una excitante y agotadora aventura, por los obstáculos y riesgos extremos; sus cumbres nevadas quitan el aliento y, luego, su selva guarda emboscadas de roca y agua.
Es preciso abrir bien los ojos, pisar con seguridad, buscar el equilibrio en los terrenos inestables y usar manos y pies como apoyo ante el suelo pedregoso, el fango imperceptible o la hierba mojada.
Pero si además el caminante sostiene una bolsa con basura, adicional a la mochila que se suele cargar en la espalda y encima debe inclinarse o estirarse para recoger objetos, el gozo en el recorrido se reduce —casi por completo en ciertos tramos— y el dolor en el cuerpo es inevitable, incluso para los más ágiles.
Esta atípica y agotadora caminata es realizada por un grupo de la promoción del colegio Calvert —en Calacoto, al sur paceño— y estudiantes del Instituto de Formación Técnica (Formatec) —la mayoría de áreas rurales de Potosí y La Paz que llegan hasta El Alto para estudiar—. Ellos se propusieron limpiar la ruta del Takesi, el lugar turístico y patrimonial que empieza a unos 40 kilómetros de la ciudad de La Paz y que representa 30 kilómetros del complejo prehispánico Camino del Inca, la iniciativa es impulsada por la Fundación Pueblo, entidad que cuenta con el apoyo de la Cooperación Alemana.
Tras dos jornadas de intensa caminata, 14 estudiantes del Calvert más cuatro profesores y un padre de familia, junto a 12 jóvenes de Formatec y tres de sus supervisores lograron levantar 50 kilos de basura, cuenta Hernán Sarmiento, coordinador general del Programa Acceso Público, que la fundación lleva adelante en Yanacachi, y guía principal de la aventura.
La mayor parte de lo recogido era basura inorgánica, la cual representa más volumen que peso. Restos de bolsas plásticas, envolturas, botellas pet y papeles, entre otros, estaban dispersos en toda la ruta, dañando irreversiblemente el ecosistema del Takesi, recorrido que se hace en dos días desde la cordillera hasta Sud Yungas.
La misión, créanlo, no es simple. El inicio de la travesía está a unos 4.100 msnm, en el valle posterior a la población de Choquekota, a unos 45 kilómetros de La Paz. Ahí se halla el cartel que indica el inicio del Camino del Inca. A media hora de la aventura, durante el ascenso a la cumbre por un costado del nevado Mururata —a casi 5.000 msnm, el punto más alto del recorrido—, se hace difícil respirar y la asfixia parece insoportable. Pese a ello, todos los integrantes del grupo se inclinaban en ciertos tramos para levantar los desechos.
Contextos diferentes
Al subir la cumbre no deja de llamar la atención que las jóvenes que vienen de Potosí atraviesan el nevado abrigadas solo con una pollera y un buzo de lana y calzando sandalias. Mónica Choque, una estudiante de diseño y confección de 18 años, explica que su atuendo es ligero porque de donde ella viene el frío es más intenso.
La diferencia de los contextos de los que provienen los jóvenes es evidente. Carla Vertaux la pone de manifiesto. “La atención para recoger basura fue regular, porque nosotros teníamos las bolsas (para los desperdicios) en las manos e inestabilidad en algunos trechos del camino hacía las cosas más difíciles. Caíamos porque en todo lado había agua”, cuenta la bachiller del Calvert, de 17 años. Mientras que sus acompañantes del área rural hacían el recojo y trepaban con mucha destreza.
Hernán, el representante de Fundación Pueblo, en esta aventura explica que la presencia de muchachos de diferentes regiones busca alcanzar una experiencia enriquecedora basada en la integración, para luego hacer dinámicas de grupo. Durante el viaje él era quien verificaba el bienestar del grupo y alentaba a quienes se retrasaban por darse un respiro, tomar agua o reponer fuerzas para continuar la caminata. Es un conocedor de los recovecos que dibujan el camino.
“Este año, el viaje es más duro, porque el año pasado contamos con mulas. En cambio, hoy cada uno debe llevar la basura que recoge”, aclara el guía.
Las bolsas que llevan no son plásticas, sino de tela, para salvaguardar el medio ambiente. Los contenedores en los que acumularon los restos fueron trasladados por cada caminante hasta el bus que los trajo de retorno a La Paz. Ese esfuerzo era necesario porque en Yanacachi no existen depósitos de residuos.
Lo curioso fue que pese a los riesgos del terreno y a que cada viajero debía llevar una bolsa de basura en la mano, un grupo de los colegiales de La Paz viajó cargando un cooler (refrigerador portátil) para mantener frescas sus bebidas, agua y energizantes. Cada paso de los alumnos del Calvert estaba bajo la atenta mirada de los docentes que los acompañaron, Misty Daniels entre ellos. Ella enseña Matemática, habla inglés y no entiende español.
En el viaje fue la alumna Paula García quien tradujo la explicación de Misty. “Los estudiantes de la promoción deben hacer trabajo social con instituciones.
Se trata de ayuda social como asistencia a orfanatos, a asilos o, como en este caso, ayuda a la conservación del medio ambiente. Cada alumno debe elegir una actividad”.
La traductora ocasional asegura que fueron los bachilleres de 2012 quienes alentaron a la promoción 2013, cuando describieron la emoción que sintieron en el viaje. La muchacha fue impresionada también por el imponente paisaje. “Pensé que sería más simple, pero hay partes muy difíciles en las que perdías la respiración. Y fue intenso ver la nieve y de repente el trópico, que es prácticamente una jungla”.
El primer paraje impactante es la laguna Luru Kheri, a 4.500 msnm, cuya belleza se abre paso entre la neblina a los pies del Mururata. En el sector del valle, a las faldas del nevado, la basura es notoria, ya que se pueden hallar cúmulos de botellas, restos de comida, latas de conservas, bolsas y más bolsas plásticas. Paola no oculta su sorpresa ante la cantidad de desperdicios dejados por la gente que recorre el Camino del Takesi. “Parece que tienen poca conciencia, porque hay lugares en los que parecía que hubieran tirado a propósito basura en este sitio tan puro”, lamenta.
A diferencia de sus compañeras potosinas en Formatec, a la estudiante de peluquería Lizet Jallasa, de 19 años, el inicio del tramo subtropical del camino del Takesi le resulta lo menos complicado, ella es de Chulumani, Sud Yungas.
Para el docente de Formatec Phillip Sijk, un alemán de 23 años, quien también hizo de guía en la caminata, el aporte al medio ambiente que este grupo logra levantando basura es tan destacable como la presencia de chicas de Potosí y Yungas, así como jóvenes de la zona Sur de La Paz.
Phillip trabaja en La Casa del Futuro, que es el lugar donde se alojan las chicas que estudian en el instituto y pueden aprender inglés y computación.
Ante la falta de manos para lograr la limpieza y conservación de la ruta, Qyan Yun De, uno de los futuros bachilleres, no reparó en riesgos y logró recoger la mayor cantidad de basura. Se aferraba a los troncos de árboles con tal de alcanzar los recovecos donde se escondía una bolsa plástica que recogía con ayuda de varitas improvisadas, así como también era quien no dejaba un resto de papel a su paso, ya que levantaba todos los que veía.
Antes de alcanzar la meta en Yanacachi está la localidad de Cacapi. En un recodo del camino se halla el albergue de Primitivo Quispe, quien brinda comida y cama a los viajeros que recorren esa ruta.
Allí fueron levantadas dos carpas para 15 personas cada una, donde los varones se acomodaron en bolsas de dormir, mientras que las mujeres descansaron sobre colchones en una habitación.
El sitio es rústico, pero acogedor. Es una vivienda de ladrillos con dos plataformas. En ese lugar, los caminantes cenaron falso conejo cocinado a leña.
También fue ahí donde, a las 07.00 y con el sol en alto, los comensales fueron satisfechos con el desayuno más fresco que muchos hayan probado: café molido, huevos revueltos, plátanos cosechados por el anfitrión y miel servida en potes que tenía abejas volando alrededor.
El costo de alojamiento por persona es de 10 a 15 bolivianos en carpa y cada comida vale 25 bolivianos. Primitivo aprovecha para dar su teléfono por si alguien quiere contactarlo, es el 74056358.
Allí, Hernán hizo el recuento de la basura recogida y quedó complacido, el resultado fue mayor que en 2012.
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