El futuro se presenta incierto para la mayoría de especies de primates. Casi la mitad de ellas se encuentran en peligro de extinción y en tres de cada cuatro la población está en descenso.
Un artículo publicado esta semana en la revista Science Advances detalla la difícil realidad que afrontan la mayoría de variedades de este orden animal y señala los principales desafíos para su supervivencia, como la caza furtiva y la deforestación.
"En los próximos 25 años veremos desaparecer muchas especies a menos que se haga de la conservación una prioridad global”, advierte Paul Garber, profesor de Antropología de la Universidad de Illinois y coautor del estudio. Los investigadores señalan que la desaparición de estos animales no sólo sería una tragedia ecológica sino también un aviso.
"Si nuestros parientes más cercanos no pueden sobrevivir en entornos degradados por humanos, en un futuro no muy lejano tampoco nosotros podremos sobrevivir”. Desde un punto de vista biológico, los primates no humanos -lémures, loris, tarseros, monos, gibones y grandes simios- son los parientes más cercanos de nuestra especie. "El estudio de los primates nos ofrece una visión única de la evolución humana, de su comportamiento y de la amenaza de enfermedades emergentes”, señala Garber.
Un panorama sombrío
El artículo señala algunas especies en situación crítica, como el lémur de cola anillada (Lemur catta), el colobo rojo de Udzungwa (Piliocolobus gordonorum) o el langur de cabeza blanca (Trachypithecus poliocephalus), de las que sólo quedan unos pocos cientos de ejemplares. En el caso del gibón de Hainan (Nomascus hainanus) los expertos creen que sólo resiste una treintena.
La situación también es desesperada para los grandes simios. Una investigación publicada en PLOS One el pasado año denunciaba que la población de gorilas orientales de llanura (Gorilla beringei graueri) ha registrado un "catastrófico descenso” de casi un 80% desde 1994.
Este simio, endémico de República Democrática del Congo, habita en una región asolada por la guerra y la miseria desde hace décadas, un contexto en el que los científicos reconocen que cualquier esfuerzo de conservación es muy complicado. Cifras de este tipo no son una excepción.
En Costa de Marfil la población de chimpancés ha registrado tasas de descenso similares en el mismo periodo, en este caso a causa de la deforestación y la caza ilegal. En Indonesia, el orangután de Borneo se unió en 2016 al de Sumatra en la lista de especies "en riesgo crítico” de extinción.
Hábitat en peligro
En bosques de África, Sudamérica y el sudeste asiático los primates intentan resistir a la tala masiva, las guerras, las epidemias y la caza furtiva. Su hábitat se encuentra a menudo en regiones de escasos recursos económicos en las que las poblaciones locales están experimentando grandes crecimientos demográficos.
La supervivencia de los primates queda así vinculada al desarrollo y la sostenibilidad de las comunidades humanas. Los expertos apuntan al crecimiento descontrolado de la agricultura como responsable de la destrucción del 76% del hábitat de los primates.
La producción de aceite de palma, soja y caucho, junto con la tala y la ganadería extensiva son responsables de la desaparición de miles de hectáreas de bosques cada año.
Por otro lado, la caza furtiva continúa alimentando el contrabando de animales salvajes, un negocio que mueve millones en todo el mundo. La carne de algunos primates se considera una delicia en algunas culturas, mientras los órganos son codiciados remedios medicinales.
Una investigación conjunta de la Sociedad Zoológica de Londres y el Museo de Historia Natural de Toulouse estimó en 2011 que, cada semana, unas cinco toneladas de carne procedente de caza furtiva entran en Europa por el aeropuerto Charles de Gaulle de París (con el riesgo bacteriológico que eso supone).
Cuatro kilos de carne de mono en París, se venden por 100 euros, 20 veces su valor en un mercado de Camerún, por ejemplo.
Reducir la pobreza para salvarlos
Reducir la pobreza local y gestionar de manera sostenible el crecimiento demográfico en aquellas regiones más vulnerables debería convertirse en la primera defensa de los primates, según los expertos. La construcción de economías basadas en la conservación de los bosques y sus habitantes contribuiría a eliminar algunas de las mayores amenazas para estos animales.
Los científicos también resaltan la importancia de ampliar las posibilidades sociales y laborales de las mujeres de estas comunidades, especialmente en el plano educativo. Su incorporación al mercado profesional no sólo está vinculada a una mejora económica, sino también a un mayor control demográfico. "Necesitamos trabajar de manera local con los habitantes de las zonas en las que viven los primates”, explica Garber, "desarrollar soluciones sostenibles que mejoren su forma de vida, les proporcionen empleo y les hagan socios en la conservación”.
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