Imagine a Guyana o Dominica sin bosques ni ríos, o a Antigua, Barbados y Santa Lucía sin playas. Atherton Martin, un conservacionista que fue ministro de Agricultura de la isla de Dominica, dice que el cambio climático debería obligar a los países caribeños a revisar en serio su manejo de los recursos naturales, no sea cosa que desaparezcan.
Pero no todo es negativo. Martin cree que el cambio climático tiene potencial para beneficiar a las naciones caribeñas en dos aspectos.
En primer lugar, obliga a cambiar la mentalidad de reaccionar ante los hechos por otra de actuar y conducir transformaciones. En segundo término, permite que los gobiernos construyan economías más sólidas mediante el acceso a millones de dólares de financiación climática.
Por ejemplo, la decisión de Guyana de convertirse en una economía baja en dióxido carbono (CO2) ha atraído ya más de 70 millones de dólares en créditos de ese gas de efecto invernadero para proteger 10% de sus sistemas forestales.
“Ellos esperan atraer más de 250 millones de dólares durante este año; y ése es apenas un acuerdo de créditos de carbono y de valorización del secuestro (de ese gas invernadero) hecho con un solo país, Noruega”, indica. En julio de 2009, Guyana lanzó su estrategia de bajo carbono para promover el desarrollo económico combatiendo al mismo tiempo el cambio climático.
Por entonces, el presidente Bharrat Jagdeo llamó a crear una plataforma en la cual las naciones en desarrollo como Guyana no fueran vistas como meras receptoras de ayuda, sino socias en la búsqueda de soluciones climáticas.
Una economía baja en carbono es aquella en la que las actividades productivas están concebidas para reducir la cantidad de dióxido de carbono que de otro modo iría a la atmósfera, y en la que todas las acciones y estilos de vida buscan minimizar los efectos del cambio climático.
Un 80% de los bosques de Guyana, equivalente a unos 15 millones de hectáreas, todavía está intacto. Un estudio científico encargado por el Gobierno estimó que este país podría tener ingresos por 580 millones de dólares por año si incurriera en actividades que pueden destruir esos bosques, mientras el valor económico que entraña para el mundo mantenerlos en pie equivaldría a 40.000 millones de dólares.
Esos bosques actúan como sumideros que absorben CO2. Mediante los incentivos económicos apropiados para mantener baja la deforestación, Guyana podría evitar emisiones globales de dióxido de carbono equivalentes a 1,5 gigatoneladas por año.
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