El año 2003, el entonces Congreso Nacional otorgó el título de Patrimonio Tangible e Intangible del Departamento de Tarija a la Cuenca del Río Guadalquivir, y pese a ese título y a las innumerables poesías y canciones que inspiró, el río sufre por la contaminación ambiental.
La Razón realizó hace dos semanas un recorrido y constató el daño que sufre el afluente, según datos no oficiales, desde hace 10 años. Allí, la extracción de áridos degrada cada vez más el río, la contaminación industrial con aguas residuales y las aguas servidas de los nuevos barrios nacidos en la parte baja de la ciudad, donde no hay alcantarillado, acabaron por cambiarle el color al Guadalquivir, que en la actualidad no inspira poemas ni canciones y menos trae peces en sus diferentes afluentes.
ALBAÑAL. Unos metros abajo del puente San Martín, un mercado está a punto de inaugurarse, a pasos nada más del río Guadalquivir. Sin embargo, algo huele mal a poco de llegar a la moderna infraestructura, donde varios puestos y un comedor esperan a los futuros clientes.
“Estas aguas servidas vienen de Villa Busch, de la parte alta de Tarija, y lamentablemente se unen más abajo al Guadalquivir”, explica con tristeza la concejal Soledad Guerra. “De seguro que el mercado pronto se llamará “el mercado de los buenos olores”, bromea, por su lado, el también concejal Carlos Cassón.
Unos 100 metros más abajo, a la altura del santuario a la Virgen de Chaguaya, en la avenida Víctor Paz Estenssoro, una nueva cloaca con aguas residuales y basura nace para unirse al emblemático río. Ambos grupos de aguas negras avanzan en la playa del Guadalquivir y se unen a un delgado chorro cristalino, que aún desciende desde la serranía de Sama.
Desde las zonas El Gallinazo y Sagredo, unas 10 ladrilleras aportan con residuos materiales de construcción y tornan el río al color naranja. “Por eso nosotros pedimos una auditoría ambiental que nos dirá el grado de contaminación en el río, porque es terrible en todo lado”, reclama Guerra, al referirse a los 36 kilómetros de longitud del Guadalquivir.
Según Sandra del Valle Baldiviezo, coordinadora de la Liga de Defensa del Medio Ambiente en Tarija, la contaminación del Guadalquivir está en el nivel D, “no es apta para el consumo humano, pero en algunos sectores la potabilizan y aún se toma”.
El agua escasea cada vez en esa ciudad, en el sur del país.
ALCALDÍAS. Para el director de Servicios Públicos de la Alcaldía de Tarija, Óscar Guillén, los municipios de Méndez, San Lorenzo y Uriondo aportan a la contaminación del río, y asegura que en su municipio hacen campañas de educación ambiental y arborización, y construcción de defensivos para evitar echar desechos al río. “No sé, por ejemplo, cómo trabajarán en Méndez y San Lorenzo”.
Otros no piensan lo mismo. “Los grandes responsables son los de la Alcaldía de Tarija, pero también otros municipios como San Lorenzo, dicen que no hay plata, y eso es mentira”, señala la asambleísta departamental Bertha Barrientos.
Un río de color sangre
Las ladrilleras, las empresas constructoras, las cerámicas y las aguas servidas no son los únicos que contaminan el Guadalquivir, porque río abajo el caudal se alimenta con los residuos provenientes del Matadero Municipal, ubicado en la zona Quebrada Cabeza de Toro.
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