viernes, 7 de abril de 2017

Bolivia, muy vulnerable al cambio climático



Bolivia es el segundo país más vulnerable de Sudamérica y el quinto menos preparado para mitigar los daños del cambio climático, según una investigación del programa ND-GAIM Country Index, del proyecto Iniciativa de Adaptación Global de la Universidad de Notre Dame (Estados Unidos).

Este dato corrobora lo que hace un par de años advirtió la Organización de las Naciones Unidas (ONU): que Bolivia era uno de los países más expuestos al fenómeno del calentamiento global.

Según el estudio norteamericano, Bolivia se encuentra en el puesto 124 de 181 países estudiados y es el segundo país más vulnerable de Sudamérica a ser golpeado por el cambio climático (el primero es Guayana) y es el quinto menos preparado para mitigar los daños (Venezuela, Surinam, Guayana Francesa y Guayana están peor capacitados).

Para determinar qué país está más preparado y cuál corre mayor peligro frente a los efectos del calentamiento global, el proyecto recoge datos que muestran la vulnerabilidad al cambio climático y otros desafíos globales en combinación con su prontitud para reaccionar ante una catástrofe y su capacidad de adaptación

Ranking

Chile ocupa el puesto 30 de la lista mundial, es el mejor puntuado de la región porque tiene un bajo nivel de vulnerabilidad y políticas de reacción eficientes y rápidas ante una catástrofe climatológica.

Por otra parte, en el top 10 a nivel mundial están: Nueva Zelanda, Noruega, Dinamarca, Reino Unido y Alemania. El continente europeo cuenta con los países más preparados para hacer frente al cambio climático. En las últimas posiciones de la lista están los países africanos como: La República Democrática del Congo, Sudán, la República Centroafricana, Chad y Eritrea.

Alerta global

Centrarse sólo en el país en el que se habita, sin embargo, es un ejercicio de reduccionismo poco útil en este caso. El drama y el peligro es global, la conciencia unitaria es urgente y la acción política, económica y social necesaria a todos los niveles y en todos los ámbitos.

El cambio climático dejó de ser una posibilidad distante, para convertirse en una realidad apremiante que avanza con el impacto de los gases de efecto invernadero, de las deforestaciones masivas y del calentamiento global, producto de las consecuencias negativas de la acción humana sobre el planeta que se pueden percibir desde todos los puntos de la Tierra: desde el deshielo del ártico hasta las devastadoras consecuencias de El Niño.

Ante esta alerta global, todos los países afrontan un reto titánico: trabajar en conjunto y elaborar políticas activas para mejorar la situación del planeta y ayudar a los más vulnerables a revertir su situación.

El Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) presentó en 2014 un informe en el que se alertaba ya de los problemas que sufriría Bolivia por el cambio climático, pese a que el país es uno de los que menos incide en ese fenómeno, dada su baja emisión de gases de efecto invernadero. En el informe también estaban Perú, Colombia y Ecuador.

Así, desde el inicio del año, en el norte y centro de Perú, los "huaicos" (avalanchas), los desbordes de los ríos y las inundaciones provocaron la muerte de más de 100 personas.

Una feroz avalancha desatada la medianoche del viernes pasado tras fuertes lluvias provocó la muerte de al menos 262 personas en Mocoa, en la Amazonía colombiana. Entre los fallecidos hay al menos 43 niños.

En Bolivia, el desborde de los ríos Chapare, 24, Vinchuta y Coni, ocurrido el último fin de semana en tres municipios del trópico de Cochabamba, provocó la inundación de más de 20 viviendas y cerca de 3.000 familias yuracarés damnificadas, además caminos y puentes sufrieron daños.

La vulnerabilidad medioambiental de Bolivia, según la ONU, se debe entre otras razones a la existencia en el país de ecosistemas variables, una creciente deforestación y una falta de información científica para afrontar el problema del cambio climático.

El informe del PNUD concluía que la temperatura media de Bolivia está experimentando aumentos que podrían ser de hasta dos grados centígrados en 2030 y de 5 a 6 grados hasta 2100.

La ONU también constató cambios significativos en los patrones de lluvia, con un descenso en zonas secas y un incremento en el área húmeda de la selva amazónica.

Entre las recomendaciones del PNUD a Bolivia figuraban el freno a la deforestación y el diseño de un nuevo marco regulatorio para hacer frente al cambio climático.

Así, en 2015, el fenómeno de El Niño asolaba el país e intensificaba los periodos de sequía. Como trágico ejemplo, el lago Poopó, ubicado en la zona del altiplano de Oruro, se secaba y quedaba reducido a un pequeño humedal.

A esos problemas se añade también una falta de control de la contaminación de los ríos por parte de las compañías del sector minero, clave para la economía del país. El negocio de la minería absorbe además el agua que necesitan muchas áreas rurales y urbanas del país y su expansión afecta al medio ambiente por la creciente deforestación de bosques próximos a las cuencas mineras.

Cambio climático, sequías interminables, contaminación de los ríos, mala gestión administrativa, falta de cultura medioambiental, el crecimiento desordenado de las ciudades, el urbanismo y el desarrollo hicieron que el año pasado Bolivia atraviese su peor crisis de agua en 25 años por la conjunción de todos estos factores. La escasez de agua potable llegó a afectar a cinco de los nueve departamentos del país.

Glaciares

El deshielo de glaciares en el planeta, producto del calentamiento global, también golpea.

El 63 por ciento del área glaciar de los Andes tropicales, que abarcan partes de Colombia, Venezuela, Perú, Ecuador y Bolivia, se perdió a lo largo del último medio siglo por el cambio climático, según los expertos.

El Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) asegura que “los glaciares son los ecosistemas donde con mayor facilidad se evidencian los efectos del cambio climático y por eso son variables clave para la identificación de estrategias en observaciones del clima global”.

Urbanismo y desarrollo

El urbanismo y el desarrollo han hecho que se cambien árboles por campos para agricultura y ganadería. Se tala y, cuando llueve, se pierde la contención natural, como ocurrió con la semisepultada Mocoa.

"Una condición de coberturas en bosques protegidos por la Reserva Forestal había permitido una relación armónica entre la ciudad y su paisaje circundante", escribió el ambientalista colombiano Rodrigo Botero en la revista Semana.

La pobreza, el desplazamiento forzado por situaciones de violencia y la migración en búsqueda de mejores oportunidades han llevado a un crecimiento desordenado de las ciudades, según los expertos.

"El centralismo hace que la gente busque instalarse cerca de las ciudades, donde sea, sin importarles si por allí antes pasó un río o es una quebrada por donde desciende lo que se acumula de las lluvias. Esto requiere una revisión integral", dice Ortíz de Zevallos.



En 2017 seguirá la tendencia de climas extremos e inusuales registrados en 2016 en todo el orbe, pronosticó la Organización Meteorológica Mundial.

A 175.000 millones de dólares alcanzaron los desastres y catástrofes naturales ocurridos en el mundo durante 2016, el doble que en 2015 (94 mil millones).

En 2016 las catástrofes naturales fueron no obstante menos mortales, con 11 mil víctimas frente a más de 26 mil en 2015, según el estudio anual de Sigma.

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