Después de emplear dos horas en trasladarse hasta Santa Fe desde Ixiamas (norte de La Paz), por un camino con lodazales que obliga a bajarse de los minis e, incluso, empujarlos con los pies metidos en el barro, los participantes de la Escuela de Gestión Forestal llegan a su clase práctica. Son 23 hombres y 7 mujeres comunarios de Guarayos e Ixiamas los que participan en unas jornadas de capacitación organizadas por la Fundación PUMA Fondo Ambiental, dentro del programa Baba Carapa (Casa Grande del Yanacona, en lengua takana). Son miembros de Asociaciones Sociales del Lugar (ASL) y Organizaciones Forestales Comunitarias (OFC), directamente implicados en el aprovechamiento del bosque: la Ley Forestal N° 1700, lanzada 15 años atrás, concede parte de las tierras de producción maderera a las comunidades que viven en ellas. Durante una mañana, aplican los conocimientos que han aprendido durante cuatro días en un aula de Ixiamas.
Como señala el presidente de la ASL Caoba, Nelson Velázquez Oña (52), esta parte práctica en la selva ayuda a asentar los conceptos teóricos: “A nosotros nos sirve de mucho. Vamos a estar rodeados de gente que entiende, de gente especialista”.
Al llegar a Santa Fe, donde van a visitar una explotación forestal, los participantes de la Escuela se reparten en dos grupos, cada uno de ellos dirigidos por los consultores de PUMA que imparten la teoría. También les acompañan miembros de las embajadas sueca y holandesa, países participantes en Baba Carapa, entre ellos el embajador holandés, Frans Bijvoet, y Ann Stödberg, directora de Cooperación y Encargada de Negocios, por la parte sueca.
Con mapas en la mano, y con los apuntes de las clases a la vista, los dos equipos se separan y comienza la práctica de campo. A pocos pasos del punto de inicio, el grupo se detiene, está sobre un camino. Los consultores preguntan a sus alumnos si la vía está bien hecha y recalcan que la apertura de caminos es el impacto más grave que sufre el bosque por el aprovechamiento forestal. En este caso, el paso respeta el cauce de un río, que ahora está seco pero limpio. Encuentran un punto negativo, el camino está erosionado porque no se ha abierto de forma correcta, faltan canales de drenaje en las pendientes. Los alumnos puntúan el estado de esta vía, repasan los conceptos importantes y continúan con la ruta.
Una simple bolsita
Poco más adelante, vuelven a detenerse. Hay algo fuera de lugar sobre el camino. Jessica Villarroel, una de las consultoras, pregunta: “¿Qué puede dañar esta pequeña bolsita?”. El pedazo de plástico podría estar bajo un árbol semillero (son los que favorecen la reproducción de la especie) e impedir que puedan asentarse los frutos que darán vida a una nueva planta, responde un alumno. Por ello, Jessica insta al equipo a que, siempre que encuentren basura, la recojan. Recalca que también hay que realizar otra labor, la de concienciar a los comunarios de la zona de que respeten el entorno. “Tienen que resguardar todo lo que es suyo”, señala el otro experto, Alvin Alemán.
La parte inicial en el aprovechamiento forestal es el censo: permite conocer las especies que hay en cada área del bosque y en qué cantidades. Las zonas cedidas a comunarios se dividen en 20 subsecciones, conocidas con las siglas AAA (Área de Aprovechamiento Anual). Cada una de ellas se explota durante un año. Lo tradicional es que el empresario al que luego se le vende la madera indique qué especies le interesa localizar en cada área: yesquero, ochoó, mapajo, almendrillo... El recuento de los tipos de árboles se hace de forma aproximada, explica Saúl Díaz Tejerina, forestal de la ASL San Antonio: “Si encuentro un mapajo por hectárea, en 700 hectáreas voy a encontrar 700 mapajos”. Según la densidad que se estime de la clase de árbol que interesa económicamente, se explota una u otra de las zonas.
“La Escuela de Gestión Forestal quiere cambiar esto — asegura Marcelo Álvarez, técnico de comunicación de PUMA—. El objetivo es que el censo no se haga sólo para localizar lo más valioso, desde el punto de vista empresarial, sino que sea “una forma de tomar el pulso al bosque”, afirma. De este modo, se pretende evitar el acoso a las especies, tanto animales como vegetales, controlar la existencia de los salitrales (pequeños humedales que “son lugares como santuarios” para las aves, explica Marcelo) así como, también, mejorar la seguridad de los trabajadores de la madera. Con la capacitación se busca evitar los accidentes de los motosierristas, concienciar para que los trabajadores potabilicen el agua que toman durante su estancia en la selva y que no se dejen residuos en ella.
La vida en el bosque
Un punto fundamental durante el censo es identificar a los árboles semilleros, los que regeneran el bosque. De cada cinco árboles de la misma especie identificados, el quinto tiene que ser semillero. Para que sea considerado como tal tiene que cumplir una serie de características: que sea joven y sano, con copa desarrollada, tronco recto y con un diámetro inferior al mínimo establecido para la tala, enumera Saúl. Además, hay que valorar la zona en la que se encuentra el semillero. Una vez localizado, se marca con una gran S de color rojo y se le coloca una placa para que, en futuras inspecciones, los forestales sepan que está incluido en el censo.
La clase continúa. El grupo llega a la zona donde se acumulan los troncos que ya han sido cortados para que entre el camión a recogerlos. A esto se le conoce como patio de rodeo. Durante esa fase de la explotación se limpian los árboles de los elementos sobrantes (como ramas) para que, durante el arrastre, se cause el menor daño posible al resto de la flora.
Los troncos se sacan a través de la pista de arrastre, un camino de entre 500 y 650 metros. Para hacerla, también hay que respetar los semilleros y los árboles de futura cosecha (que aún están creciendo). La tala puede durar un mes: los troncos se colocan en el patio de rodeo y se emplea otro mes para sacarlos. Otra opción es hacer todo el trabajo a la vez, tala y retirada de troncos. Una u otra forma de actuar depende de los medios de los que se disponga.
Finalmente, los dos grupos se vuelven a encontrar en el campamento en el que vivían los trabajadores de la empresa que explota la zona. El lugar no cumple las condiciones ni de habitabilidad ni de respeto al entorno: no hay contenedores para separar distintos tipos de residuos (orgánicos, plásticos, vidrios...) y la basura está esparcida por el suelo, incluyendo aerosoles y baterías.
Por último, unos y otros valoran la mañana de salida al campo. Todos coinciden en señalar la importancia de poder combinar teoría y práctica y recalcan que, con la capacitación, van a ser capaces de poder prescindir de los intermediarios y firmar contratos con mejores condiciones. “Es un proceso. Sabemos que no se cambia de la noche a la mañana —reconoce uno de los asistentes—. Pero éste es el primer paso”.
Cooperación extranjera
Nelson Velásquez coincide con sus compañeros al destacar la importancia del programa Baba Capara: “Hemos incurrido en muchos errores porque no había asesoramiento como el que hay ahora, porque son diez años de trabajo en el campo forestal y no había este tipo de apoyo”.
Este hombre está convencido de que, con la capacitación, todos podrán aprovechar mejor los recursos del bosque: “Mi ASL tiene una gran esperanza de que pueda esto salir adelante, aprovechando obviamente la madera de forma sostenible conforme dicen las leyes y respetando las normas. Eso puede sacar a muchos socios, a mucha gente, de la pobreza en la que viven”.
El Embajador de los Países Bajos animó a los participantes en el proyecto a aprovechar los conocimientos adquiridos: “Es importante que ustedes no se dejen engañar por los piratas, por los que les dan dinero rápido”. Bijvoet confesó que, unos días atrás, en Santa Cruz, unos empresarios trataron de convencerle de que la inversión holandesa debería destinarse a la industria privada y no a un proyecto como el de PUMA. Además, lamentó la decisión del nuevo Gobierno holandés de reducir su presupuesto para cooperación. Ello implicará, dentro de unos cuantos meses, el retirar los fondos para Bolivia.
Ann Stödberg, directora de Cooperación y Encargada de Negocios de la Embajada de Suecia, se dirigió a los comunarios:
“Ustedes son los que están en primera línea, hacen el trabajo y esperamos también que sean los primeros en beneficiarse del programa”.
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