Roberto Navia, enviado especial de EL DEBER a Rurrenabaque, relata que la solidaridad y el valor de los moradores de esa localidad beniana pudieron más que los gases lacrimógenos y la violencia ejercida por los uniformados.
Los porteños enterados de que más de dos centenares de indígenas del Tipnis -entre ellos mujeres, niños y ancianos- estaban retenidos en el aeropuerto de esa localidad y que de allí serían transportados a destinos desconocidos en aeronaves del TAM, decidieron rodear la terminal aérea y enfrentarse a más de 100 policías.
La operación fue exitosa y pese a la represión de los policías, lograron liberar a los originarios y transportarlos a la plaza central. “Allí los indígenas fueron recibidos como héroes e inmediatamente se armó un campamento para curar las heridas y saciar el hambre de los liberados”.
Ahora la situación es tensa en el corazón de Rurrenabaque, sostiene nuestro enviado especial, puesto que existe el temor de que un contingente policial y militar intervenga a los marchistas. Sin embargo, los caminates están listos para “continuar con su lucha, para lo cual están realizando un censo a fin de determinar las posibles bajas por la represión”.
La actitud del alcalde de Rurrenabaque, Yerko Núñez, es similar a la de la mayoría de sus conciudadanos, “constituirse en una muralla impenetrable para defender a los indígenas del Tipnis que acampan en ese lugar” ante una posible intervención del Gobierno.
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