Ninguno de los padres tomó en cuenta que las brasas de la patasca que dejaron cociendo iban a saltar hasta su vivienda para acorralar a los pequeños en una esquina, sin que ellos pudiesen escapar porque los padres habían trancado la puerta de la casa por fuera.
De los cuerpos de los niños quedaron solo huesos y cenizas, relata Arlindo Najaya, tío de los cuatro hermanos, mientras enseña los restos de la casa, sin poder creer todavía el tamaño de la desgracia.
Hoy serán sepultados en San Borja
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