miércoles, 30 de agosto de 2017

Video Gobernador del Beni, Alex Ferrier se refiere a los enfrentamientos en el TIPNIS

martes, 29 de agosto de 2017

Cambio climático reducirá el rendimiento de cultivos, dice estudio



El cambio climático tendrá un efecto negativo en cultivos clave como el trigo, el arroz y el maíz, consignó ayer un informe científico que revisó 70 estudios previos sobre calentamiento global y agricultura.

Los expertos analizaron investigaciones anteriores que utilizaron una variedad de métodos, desde la simulación de cómo reaccionarían los cultivos a cambios de temperatura a escala global y local hasta modelos estadísticos basados en datos históricos de clima y rendimiento de cosechas y experimentos con calentamiento artificial.

Todos estos métodos "sugieren que el aumento de las temperaturas probablemente tenga un efecto negativo sobre las cosechas globales de trigo, arroz y maíz", señaló el informe publicado en la revista estadounidense Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS).

"Se estima que cada aumento de un grado Celsius en la temperatura promedio mundial reduce el rendimiento global del trigo en aproximadamente un 6%", dijo el informe.

Las cosechas de arroz se reducirían en un 3,2%, y las de maíz en un 7,4% por cada grado centígrado de calentamiento, en tanto "las estimaciones de las cosechas de soja no cambiaron significativamente", añadió.

Estos cuatro cultivos son clave para la supervivencia de la humanidad, proporcionando dos tercios de nuestro consumo de calorías.

Si bien un cambio en las temperaturas probablemente provocaría un aumento de las cosechas en algunos lugares, el informe aclara que la tendencia global en todo el planeta es hacia la disminución, lo que indica que se necesitan medidas para adaptarse al calentamiento climático y alimentar a una población mundial en constante expansión.

Aguaragüe, el saqueo del segundo Cerro Rico

EN EL AGUARAGÜE SE VIVE UNA RECURRENCIA FATAL | ASÍ COMO SE AGOTÓ LA PLATA EN POTOSÍ, AQUÍ SE AGOTA EL GAS. ASÍ COMO SE EXPLOTÓ EL ESTAÑO SE ARRASA EL BOSQUE Y SE ACECHA AL AGUA. Y TAMBIÉN SE REPITIERON EL DESPOJO Y HASTA LA ESCLAVITUD

Desde el punto de vista geográfico, el Aguaragüe es la última serranía oriental de la cordillera de los Andes. A sus pies empieza la tórrida planicie chaqueña que se expande por cuatro países. Bajo la óptica de la historia, el Aguaragüe constituye el segundo cerro rico boliviano. Emergió cuando la riqueza del célebre Sumaj Orko de Potosí menguaba, cuando los hidrocarburos empezaron a desplazar a la plata y al estaño.

Y el auge de esta montaña, colmada de poder energético, ha marcado a los primeros tres lustros del siglo 21. Una leyenda asegura que con la riqueza que se extrajo de Potosí se habría podido construir un puente de plata hasta España. Más allá de las metáforas, el gas del Aguaragüe inspiró la construcción de 7.337 kilómetros de gasoductos más uno inconcluso de 1.500 kilómetros. Reacomodado, este ducto de 8.837 kilómetros, tejido entre Andes y Amazonía, podría unir Bolivia con la península ibérica, es decir, una distancia de 8.835 kilómetros (1).

Así como la plata del cerro potosino impulsó al imperio español, el gas de esta serranía tarijeña apuntaló a la hoy séptima potencia planetaria: Brasil. Baste recordar que sólo un megacampo, San Alberto, satisfizo durante tres lustros el 70 por ciento de las necesidades energéticas de Sao Paulo. Es decir, movilizó a la octava ciudad más grande del mundo. En ella se concentra el mayor parque industrial de Latinoamérica que genera el 24 por ciento de las exportaciones brasileñas.

En conjunto, en dos décadas Bolivia proveyó entre el 70 y 31 por ciento del gas que consume Brasil. En ese tiempo, el Aguaragüe produjo entre 80 y 60 por ciento del gas exportado al coloso sudamericano. Eso sí, desde 2014 ingresó en franca declinación (2).

El poder del Aguaragüe ya se anunció hace un siglo, sus primeros pozos petroleros fueron explotados por la Standard Oil Company en 1923 (3). En mayor o menor medida, dependiendo del historiador que se consulte, este recurso influyó en la Guerra del Chaco. Cualquiera que haya sido la importancia del componente hidrocarburífero para aquellos contendientes, ese objeto del deseo geopolítico estaba en el Aguaragüe. Frente a él, entre enero y junio de 1935, se libró la defensa de Villa Montes, que zanjó el final de la guerra.

Eran tiempos en los que el mundo ingresaba en su hasta hoy irrefrenable adicción a los combustibles fósiles. No por nada en diciembre de 1936 Bolivia fundó Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB) y el 13 de marzo de 1937 nacionalizó los hidrocarburos. Entonces “ecología” apenas era un neologismo alemán inventado por el biólogo Ernst Haeckel, y en vías de traducción oficial. Por ello, se iniciaba para el Aguaragüe por lo menos medio siglo de sostenida, creciente e impune depredación, a cuenta de las petroleras. Entonces la discriminación era ley en Bolivia, no había derechos para los pueblos indígenas, sino esclavitud.

Ese primer boom de los hidrocarburos bolivianos, ya motivó la llegada de tres visitantes ilustres al Aguaragüe. El 23 de octubre de 1947, los presidentes Enrique Hertzog (Bolivia) y Juan Perón (Argentina) se reunieron en Sanandita. Acompañaba al segundo quien sería protagonista central de los actos, su esposa, la mítica Eva (“Evita”) Duarte de Perón. Se proyectaron acuerdos de exportación y las obras ferroviarias y viales que serían financiadas con la producción hidrocarburífera (4).



MUCHO MÁS QUE GAS

Claro, en ese tiempo no se podía entender que estos montes eran mucho más que petróleo y que sus pobladores tenían derechos. El Aguaragüe se ubica entre los 1.900 y 750 metros sobre el nivel del mar. Por ello, esta transición final entre Andes y Chaco, verde y boscosa, colmada de vida, constituye un oasis tropical antes de la planicie ardiente. Como varios de los parques nacionales de Bolivia (considerado el 15 país más biodiverso del planeta) alberga, aún, singulares variedades de flora y fauna. Por ello fue declarado Parque Nacional y Área de Manejo Integrado en 1996.

Ha destacado por una proverbial riqueza forestal, abundaban lapachos, quebrachos, cedros, almendrillos... Es decir, se hizo célebre por contener las maderas más cotizadas por la mueblería fina. Pero además, el Aguaragüe es fuente hídrica fundamental, se calcula que provee el 70 por ciento del agua que consume la provincia Gran Chaco (5). Gracias a sus vertientes viven las ciudades siamesas de Yacuiba (Bolivia) y Salvador Mazza (Argentina), además de Caraparí, Villa Montes y varias poblaciones menores. En suma, entrega este recurso cada vez más caro y escaso a cerca de 200 mil personas. (VER RECUADRO 3)

“Es lo que se denomina una fábrica de agua –dice Rodrigo Ayala director de la ONG Prometa-. Esto porque va absorbiendo la humedad de las nubes y esa agua va fluyendo hacia abajo durante todo el año. El Chaco tarijeño se caracteriza por ser muy rico en comparación a los de Santa Cruz o Chuquisaca, por este efecto esponja que tiene el Aguaragüe. Es mucho más pequeño que el Chaco cruceño, pero allí vive igual cantidad de gente porque la tierra es mucho más fértil y rica”.

Es decir, el Aguaragüe es un cerro rico por donde se lo mire y explore. Contienen valiosos recursos desde sus entrañas petroleras hasta esos cielos que fabrican lluvias con sus árboles de maderas preciosas y abundante vida salvaje. Pero estos 111 kilómetros de largo por 10 kilómetros de ancho, más ricos de Bolivia y buena parte de sus alrededores no tienen suerte.



EXPLOTADO, “A LA MALA”

Por el contrario, la memoria de esa depredación es testimonio recurrente entre sus pobladores. “Hay quienes dicen que significa ‘el pelaje del zorro’ porque en guaraní ‘Aguar’ quiere decir zorro y ‘tagüe’ es pelo –aclara Víctor Barrios, capitán grande guaraní de Caraparí-. Pero también otros explican que viene de ‘Yaguarete’, jaguar y ‘tagüe’, pelo, porque en este lugar había sobre todo jaguares a los que nosotros llamamos tigres. Como sea, el pelaje del tigre o del zorro hoy está demasiado destruido y el daño es cada vez peor”.

Y el daño que se le infiere y ha inferido a esta serranía abarca también desde sus oleosos subsuelos hasta su húmeda atmósfera. Y el castigo llegó mucho más rápido que los remedios, en algunos casos con por lo menos 70 años de diferencia. Baste señalar que recién este abril de 2017, YPFB completó la remediación de dos pasivos ambientales en la zona de Sanandita. Avanzaba además trabajos en otros siete agotados pozos de los cuales durante décadas manó crudo residual que contaminaba ríos y quebradas.

Pero el grueso de la turbia herencia de la explotación petrolera, tan solo en Sanandita, se halla aún sin remediar. Resta encapsular otros 23 viejos pozos, cuyos fluidos o emanaciones han afectado la vida de cientos de pobladores guaraníes. Recurrentes reclamos ante diversos gobiernos y ejecutivos de empresas denunciaban lo que aún suele ser frecuente: aguas cristalinas que de pronto empiezan a enturbiarse con remolinos aceitosos. También surgen pedrones cubiertos de espesa sustancia negra y zonas donde el aroma del bosque es reemplazado por un hedor a alquitrán o diésel.

“El ganado y la gente o se enfermaban o, simplemente preferían no beber estas aguas –recuerda Roberto Quispe, un ex capitán guaraní-. Y todo porque ni YPFB ni las petroleras querían hacerse cargo de los pasivos”. Resume así el esquive del bulto de la reparación ambiental que impidió empezar a superar, apenas, el drama de la quebrada de Corocoy hasta 2011. Y “el bulto” ha implicado, para los nueve pozos, gastar 2,7 millones de dólares, una minucia frente a las inversiones habituales de este negocio. Son las huellas de la explotación petrolera del siglo XX. Las de la era gasífera suman más y tienen otras características.

La segunda semana de febrero tres dirigentes de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) y el autor de este reportaje recorrimos el Aguaragüe. Tras visitar los viejos pozos en proceso de remediación en Sanandita, el viaje se amplió a Timboy, en el bloque sur de la serranía. Repentinamente, en medio del monte, apareció un descampado en proceso de erosión, al medio una estaca metálica identificaba un pozo estéril sellado: “TIMBOY X2”/ PETROANDINA”.

“Dijeron que iba a haber un TCF de gas acá, hasta Evo Morales vino, ¡nada! –recuerda el capitán grande de Yacuiba, Jorge Mendoza-. Nosotros luchamos un montón, les pedimos que no intervengan aquí, pero ellos insistieron. Para no pagar indemnizaciones, vadearon zonas comunales y arruinaron vertientes, en especial el Chorro, un dique natural que abastecía a cientos de comunarios. Destrozaron incontables árboles con maquinaria, ¡a la mala!, no hallaron nada, dejaron estas plantitas, dizque como ‘remediación’, ¿y el Chorro?”.

LA TOMA DEL PARQUE

Timboy es apenas uno de los problemas que la toma sostenida de estos montes ha causado a sus habitantes. La causa es clara: entre principios de los 90 y los días que corren, el Aguaragüe ha sido el protagonista central del mayor boom económico de la historia boliviana. El Producto Interno Bruto pasó de 10.080 a 33.855 millones de dólares, principalmente gracias a las exportaciones de gas (41,8 por ciento del total).

Tres de los cuatro principales megacampos del auge gasífero (San Alberto, Sábalo e Itau) están en el centro de la serranía. El cuarto megacampo, Margarita, se halla en las inmediaciones. De los tres primeros reservorios sale el 50,6 por ciento de la producción nacional de gas, del cuarto cerca del 25 por ciento (6).

Sin embargo, todo el proceso de prospección, perforación de pozos y producción de esa riqueza se ha traducido en otro boom menos amable: el de la depredación ambiental y su consecuente castigo a las comunidades indígenas de la zona. A principios del anterior siglo la Standard Oil concentró sus trabajos sobre un área de 40 mil hectáreas aproximadamente. Pero desde los años 90 las petroleras fueron autorizadas virtualmente a copar todo el Aguaragüe.

En 2003 la transnacional brasileña Petrobras exploraba y explotaba los bloques sur y oeste (San Alberto y San Antonio), una superficie de 89.582 hectáreas. Paralelamente, la British Gas (Chaco S.A.) tenía a su cargo 57.690 hectáreas entre el centro y el norte del cerro (7). En total, 147.272 hectáreas, es decir, una superficie equivalente a 2,5 veces el área metropolitana de La Paz – El Alto.

Y sobre esa área y sus habitantes llegó la maquinaria petrolera. Se abrieron caminos de acceso y sendas perpendiculares de exploración sísmica de entre 1,2 y 3 metros de ancho, que suman aproximadamente 6.300 kilómetros. Se realizaron, en promedio 6.000 explosiones de dinamita por cada 25.000 hectáreas en función a los métodos de prospección 2D y 3D. Se perforaron miles de pozos, se instalaron decenas de plantas de procesamiento y refinación, y se construyeron campamentos, pistas y helipuertos (8).

El segundo cerro rico boliviano sabe a un escenario similar al de un asalto militar sistemático contra una extraordinaria reserva de vida. “La toma del Aguaragüe ha sido tan abusiva que las petroleras hasta han llegado a impedir que circulemos por nuestras sendas ancestrales –recuerda Roberto Quispe-. Había compañeros durmiendo en medio del bosque porque en la noche los guardias les cerraban el paso, incluso a veces en una emergencia. Sucede eso, aún hoy, en Tucainty, campo San Antonio”.



LOS DAÑOS AMBIENTALES

Entre 1996 y 2006, a las empresas que explotaron el Aguaragüe diversos gobiernos les facilitaron sus labores flexibilizando el cumplimiento de las normativas ambientales. En mayo de 2006, el nuevo régimen de Movimiento Al Socialismo, tras nacionalizar los hidrocarburos, impuso una serie de auditorías a las transnacionales. El entonces ministro de Energía, Andrés Soliz Rada, encargó aquella labor a los ingenieros Javier Escobar y Enrique Mariaca. Tras ejecutar esa misión, Mariaca informó: “Ninguna empresa petrolera cumplió la Ley 1333 de protección al medioambiente”.

Aquel informe registró 485 pasivos ambientales en el país y consecuentes obligaciones por 61 millones de dólares para las petroleras. En total, 135 de esos pasivos se ubican en el Aguaragüe, llegan a 195 si se suma los dejados en Margarita. “Proceder a la remediación inmediata por ser procesos erosivos”, dice el acápite ‘observaciones’ del informe en relación a 19 casos hallados en San Alberto. “Áreas erosionadas con deslizamiento, erosión severa”, añade para los diez pasivos del campo Sábalo (9).

Para sorpresa de Mariaca y del propio Ministro Soliz, el Gobierno desestimó aquellas auditorías y nunca fueron utilizadas contra las transnacionales. En septiembre de 2006, Soliz renunció al cargo. Igual que Mariaca, recurrentemente preguntó a las autoridades por qué negociaron nuevas condiciones con las petroleras sin apelar a lo descubierto en las investigaciones. El actual presidente de YPFB, Guillermo Achá, ha zanjado el tema asegurando que todos los casos se hallan bajo control.

A fines de 2016, le preguntamos cuánto se logró remediar de los casi 200 pasivos ambientales. Achá respondió: “Dentro de lo que son los contratos de operación, nosotros tenemos una cuenta a la que va destinado desde el primer mes de operación un capital que es obligado tener disponible para el tratamiento de todos los pasivos ambientales cuando se abandone el campo. Entonces ya contractualmente está garantizado que estos pasivos van a ser atendidos (…). Todos los contratos que tenemos tienen previsiones, se están atendiendo y no tenemos ningún pasivo ambiental, llamado como tal, que no esté siendo atendido” (*) (10).

Como sea, a ojos vista, queda claro que cuanto se haya hecho ambientalmente por el Aguaragüe siempre resultará poco. Entre las consecuencias de la explotación hidrocarburífera sumaron más que sólo los técnicos pasivos ambientales. Por ejemplo, las sendas de exploración y los caminos de la explotación no sólo sirvieron a los trabajadores petroleros. También se abrieron para colonizadores, madereros, traficantes de especies y otras mercancías ilegales, cada cual trayendo su propio infierno.

A veces, literalmente infierno porque desde fines de los 90 la zona es víctima de incendios forestales, generalmente causados por colonizadores. Tuvieron su pico en 2009 cuando arrasaron aproximadamente 3.200 hectáreas de bosque y cruzaron la frontera con Argentina. Forzaron la movilización de militares y hasta helicópteros hidrantes del vecino país (11).

“Ya más o menos se ha controlado eso – dice el capitán Mendoza, mientras recorremos por la zona de Busuy-. Este año hubo varios focos de fuego, pero no como otros años”. Sin embargo, minutos más tarde resultaba claro que la otra forma de acabar con el bosque sigue boyante a plena luz del día: delante de un túnel de hierbas, que camufla una senda, se acumulaba madera recién aserrada y lista para traslado.

Según la Autoridad de Fiscalización de Bosques (ABT), los municipios de Entre Ríos, Yacuiba y Villa Montes lideran la extracción de madera en Tarija. Entre 2012 y 2013 se decomisaron 114.161,47 pies tablares de maderas y entre 2014 y 2015, ese total llegó a 206 mil pies. Tanto autoridades como estudiosos del tema aseguran que el ritmo de deforestación ha ido agotando de maderas al Aguaragüe sobre todo desde 2010 (12). Un diagnóstico que recuerda a otro tipo de saqueo que transita etapas más avanzadas: el exterminio de la fauna del parque.

“Los animalitos se han ido cada vez más lejos y otros han desaparecido, había monos, cascabeles, jaguares, etc. Mucha fauna desapareció,–dice Víctor Barrios, capitán de Caraparí-. Cada vez se escucha menos voces de pájaros, los han espantado las exploraciones, pero también los eliminaron los cazadores”. Es la memoria de una bonanza del tráfico de especies, pues a principios de los 2000 Yacuiba era virtual supermercado de animales silvestres. Entonces destacaban famosos barones del contrabando de felinos, aves y reptiles, como Walter Fernández, “el uruguayo” quien tenía un “zoológico” de acopio (13).

De aquel tiempo, hoy en Yacuiba y Villa Montes quedan notorios vestigios en diversos hoteles y restaurantes. Sus interiores suelen estar ornamentados con esqueletos de pumas, jaguares, serpientes conservadas en alcohol o aves disecadas. En el celebérrimo “El Azador” de Yacuiba, por ejemplo, ejecutivos o funcionarios de petroleras diariamente degustan jugosas carnes argentinas delante de las osamentas.

En ese marco, el biólogo Donovan Osorio considera al Aguaragüe, como “el más afectado de los parques nacionales de Bolivia”. “Es una zona muy particular, biogeográficamente una isla, por lo delgada y alargada, –dice Osorio, quien trabajó en la región durante varios años-. En ella se encuentran dos sistemas, la flora y fauna tienen características particulares por eso. Una isla que además produce extraordinarias cantidades de agua, pero a los bolivianos solo les interesa sacar hidrocarburos de allí”.

Sin duda, resulta difícil la labor para los 12 guardaparques que cuidan el Aguaragüe en representación del Servicio Nacional de Áreas Protegidas y la APG. Más si se considera que ganan apenas entre 2.100 y 3.800 bolivianos (entre uno y menos dos salarios mínimos) y se hallan mal pertrechados. Se han convertido en una especie de voceros muchas veces desesperados de las desgracias que castigan al parque. Poco o nada pueden esperar de las fuerzas del orden, sean policiales o militares.

Peor aún, la Escuela de Cóndores de Bolivia (fuerzas especiales) ocupa 14 mil hectáreas en Sanandita, es decir, en la base del Aguaragüe. Esta institución castrense ha generado polémicas por ser objeto de recurrentes denuncias de violaciones al medio ambiente y los derechos humanos. Prácticas regulares, en las que desollan canes, o, eventuales, haciendo lo propio con animales del parque, han sido filmadas, pero no hubo sanción alguna. Envalentonados, en los desfiles militares y delante el palco presidencial, los comandos suelen marchar exhibiendo como trofeo fauna del bosque.



LOS BENEFICIARIOS DE LA BONANZA

Así queda claro que las autoridades, por lo general, reaccionan frente a las diversas agresiones al Aguaragüe con una lentitud proverbial, si reaccionan. Mientras tanto, los 34 mil millones de dólares de renta gasífera boliviana en 15 años suman el pago por sacrificar el parque (14). Eso más cuanto hayan ganado las petroleras. Pero, a ojos vista, casi nada le tocó al pueblo que habita desde hace 2.000 años el segundo cerro rico.

Las precarias casitas de tablones de Pozo del Hanta no están en un confín inaccesible, sino a 90 kilómetros de Yacuiba, pie del Aguaragüe. Más cerca aún de las ventajas de la modernidad, en Timboy Tiguazu, (75 kilómetros de Yacuiba) Jorge Vallejos, el capitán de esa comunidad de 18 familias tiene reclamos similares. Valora la casa que le han construido, pero remarca que no tiene agua, cocina a leña y se pregunta con tono apesadumbrado: “¿Hasta cuándo vamos a seguir así? Porque cualquier rato se va a acabar el gas y nosotros seguimos en lo mismo”.

Ya en el ingreso al área suburbana, a 9 kilómetros de Yacuiba, se halla Yerobiarenda, que significa “el lugar de la alegría”. Era alegre, sí, según cuenta Raquel Sosa, la segunda capitana, pero desde hace un año ya no más. “Era un lugar tranquilo, fresco, todo el mundo envidiaba el vivir aquí, pero desde que funciona la planta se siente la calor”. Sosa alude a un calor mórbido que coincide con la aparición de irritaciones en los ojos y la garganta, generalizados especialmente en los niños.

Yerobiarenda se halla aproximadamente a 1.000 metros al norte de la planta separadora de gas del Gran Chaco. La capitana recuerda que les prometieron que aquel complejo de casi 700 millones de dólares no les causaría problemas. Pero padecen de ruidos maquinales, humo, emanaciones de gas y ese calor añadido al que, con hasta 42 grados celsius, ya naturalmente asola al Chaco. Las 24 casitas que construyeron las autoridades y el agua que irregularmente traen cisternas tampoco compensan el decaimiento que sufren sus huertos de subsistencia.

En el contaminado y deprimido “lugar de la alegría” se cocina con gas de garrafa y hasta eventualmente con leña. Curiosamente, se halla rodeado de complejos de distribución del energético. A menos 500 metros hacia el norte pasan tuberías que distribuyen el gas entre el ducto de exportación a la Argentina y diversas plantas. A otros mil metros hacia el oriente aparecen flamantes camiones que llevan el gas licuado hacia Paraguay.



“EL MUNICIPIO MÁS RICO DE SUDAMÉRICA”

Pero las quejas y asombro guaraníes son aún mayores en Caraparí, arriba, a 870 metros sobre el nivel del mar, centro neurálgico del Aguaragüe. Este municipio de 16.000 habitantes hasta cierto momento fue la versión sudamericana de la afamada serie televisiva de los Beverly Ricos. En los años 90, era poblado de paso entre Tarija y Yacuiba, tenía menos de 5.000 pobladores. Pero un día, a sólo 14 kilómetros se descubrió el hoy afamado megacampo San Alberto.

El santo les hizo el milagro, eran ricos. Los carapareños estaban literalmente parados sobre el gigantesco reservorio que desde hace 18 años provee de energía al centro industrial de Brasil. Su importancia fue tal que dos hechos históricos se centraron en Caraparí: en noviembre de 1999 se reunieron los presidentes Henrique Cardoso (Brasil) y Hugo Banzer (Bolivia) para rubricar los acuerdos de la naciente exportación. Y seis años más tarde, el 1 mayo de 2006, Evo Morales anunció allí la tercera Nacionalización de los Hidrocarburos.

En ese periodo, el Aguaragüe no sólo concentró el agua de lluvia, sino también una lluvia de dólares. Sólo por regalías hidrocarburíferas, en el año 2014, Caraparí recibió 83 millones de dólares y cerca de 6 millones adicionales por otros ingresos (15). Es decir, 318 veces más que en 2001, cuando percibía alrededor 280.000 dólares (16). “Según explicaron los expertos –dice el capitán Gómez-, se convirtió en el municipio con mayor ingreso fiscal per cápita de Sudamérica y posiblemente de Latinoamérica”.

Pero esos ingresos, junto con el gas, parecen haberse evaporado. Jugando con la imaginación, si se hubiera distribuido la renta petrolera a los 16 mil carapareños a partes iguales durante al menos 3 años, a cada uno de ellos le habrían tocado 450 dólares mensuales. Es decir, en promedio, cada familia hubiese recibido 2.250 dólares al mes, sin mover un dedo, 2.250 dólares para un trienio de holganza o emprendimientos. Pero los políticos administradores resultaron tan ineficientes que los problemas de Caraparí hoy son similares a los de los municipios más pobres del país.

Y sufren especialmente los guaraníes. Marginados, ignorados, sometidos, aún en tiempos en que se habla de su reivindicación, están los pobladores indígenas del centro del Aguaragüe. En el entorno del pueblo, carecen de la mayoría de los servicios básicos. Más allá, a 15 a 30 ó 50 kilómetros pequeños caseríos reproducen escenarios de la pobreza extrema, no tienen ni tierras para labranza (VER RECUADRO 2).

Recuerdan a los mitayos de hace dos y más siglos del Sumaj Orko potosino. A aquél llegaron desde virreyes y encomendados, pasando por Bolívar y los ejércitos libertadores argentinos, hasta Víctor Paz y Gonzalo Sánchez de Lozada. Al segundo cerro rico llegaron la Standard Oil de los Rockefeller, Perón, la mítica Evita; luego la Petrobras, Cardozo, Banzer y Evo. A ambos los llenaron de loas y versos, para luego abriles las venas de su riqueza.

Del cerro rico potosino, hoy al borde del desmoronamiento, manaron plata y estaño al que Augusto Céspedes llamó “el metal del diablo”. Una alusión a la fiebre minera que marcó siglos de injusticias y genocidio. De la arrasada montaña chaqueña emergieron gas y petróleo, al que Juan Pablo Pérez Alfonzo (**) apodó “el excremento del diablo”. Un sintético contraste con aquellos tiempos en que los guaraníes recuerdan haber vivido en absoluta armonía con su bosque, al que llamaron “Ivy Maraey”, la tierra sin mal.

(PARA MÁS INFORMACIÓN VER RECUADRO 1)



DE “LA ERA DE ORO” A LA DE LAS LEYES


LOS TÉCNICOS DE YPFB Y OTRAS EMPRESAS QUE TRABAJAN EN EL AGUARAGÜE ASEGURAN QUE HOY SE TRABAJA RESPETANDO LAS NORMAS AMBIENTALES. HABLAN SOBRE UN EXTRAÑO CASO EN YEROBIARENDA. PERO, RECONOCEN LA FALTA DE AYUDA A LAS COMUNIDADES INDÍGENAS

A lo largo de un siglo, el Aguaragüe primero fue desmontado con virtuales garras de tractores, trepanado miles de veces y conmocionado a dinamitazos. Y recién tras casi ocho décadas, se le aplicaron normas ambientales que, luego de 10 años más, entraron en vigencia. En semejantes lapsos, a los habitantes originarios del segundo cerro rico se los persiguió, esclavizó y explotó. Y, desde hace 15 años, aproximadamente, se les toma en cuenta sus derechos y comunica qué más se les piensa hacer a sus serranías.

Bajo ese peso histórico trabajan en la zona técnicos de YPFB, de las empresas remediadoras, la separadora y las petroleras. Cada uno deriva las aclaraciones oficiales a: Sao Paulo (Petrobras); Santa Cruz, para la Separadora, y La Paz, los de Yacimientos. Pero, algunos sí aceptan explicar los problemas que afectan a los guaraníes del Aguaragüe.



¿Por qué remedian sólo nueve de los 32 antiguos pasivos de la zona de Sanandita?
“Eso responde a un análisis riesgos (ambientales, sociales y técnicos)- aclara un funcionario de YPFB-. Se priorizaron nueve pozos en base a reclamos de comunidades por los problemas de contaminación que les causaban. Son muy antiguos, algunos de 1917, que eran de la Standard Oil y otras empresas. Hay un pozo tan antiguo, en Itavicua, que no se pudo identificar quién lo realizó”.



¿Por qué las organizaciones guaraníes señalan que generalmente no hubo procesos de consulta y participación previas a los trabajos?
“Se los hace en todo proyecto donde existe una Tierra Comunitaria de Origen (TCO), incluso si sólo está demandada, tal cual señalan las normas –explica otro técnico-. Pero en varios lugares no hay TCO o se hallan en medio otro tipo de propiedades. Ahora, lo que se hizo antes de las leyes 1333 (del Medio Ambiente – año 1997) o 3058 (Hidrocarburos – año 2005) escapa a nuestras manos”.



¿Por qué hay tan poco apoyo estatal a las comunidades indígenas?
“Se desarrollan proyectos de vivienda, de agua e incluso la construcción de postas sanitarias. Por ejemplo, en la TCO de Yacuiba hay un programa de inversión social que fue fruto de una dura negociación. El problema es que recién en 2014 se puso en vigencia el decreto 2195 ‘De Compensación’. Antes regía la lógica de la compensación en dinero efectivo entre empresas y organizaciones indígenas, lo que causó daños morales a todas las partes involucradas. El Gobierno buscó una alternativa para que haya algún nivel de control. La compensación es beneficio extraordinario, no un derecho, y por lo tanto se lo puede reglamentar. Ahora, claro, hay comunidades extremadamente pobres y que deberían ser mejor atendidas”.



¿Qué pasa en Yerobiarenda, que dejó de ser “el lugar de la alegría”?

“La zona de la Separadora de Líquidos debía ser declarada industrial por el municipio. Extrañamente al lado de la planta actuó un agente económico que compró un terreno y apareció la comunidad de Yerobiarenda. Es decir, no es una TCO, sino un terreno privado donde se instaló una comunidad guaraní cuando ya se había empezado a construir la planta. Por lo tanto, no le compete consulta y participación. Como hubo presiones sociales y para no retrasar más el proyecto, se les financió viviendas.

Hoy se cumplen todas las normas ambientales porque el Estado maneja el negocio de los hidrocarburos. Antes era una relación entre empresas privadas y comunidades. Y más antes era lo que los antiguos petroleros llaman ‘la era de oro’. Entraban con topadora abriendo sendas, si tenían que matar, mataban, y a veces también los mataban, ya sea los tigres o las flechas”.



(DURANTE 11 SEMANAS ESPERAMOS LA RESPUESTA DEL INRA, YPFB Y EL MINISTERIO DE MEDIOAMBIENTE Y AGUA A LAS SOLICITUDES DE ENTREVISTAS PRESENTADAS POR ESCRITO. LAS AUTORIDADES NO RESPONDIERON EN NINGÚN CASO).

( RECUADRO 1)





CARAPARÍ, “LA CAPITAL DEL GAS”

EN CARAPARÍ LA ERA DE LA ESCLAVITUD CONCLUYÓ RECIÉN EN 2010, SIN EMBARGO FUE CONTINUADA POR LA MARGINACIÓN DE LOS GUARANÍES. LA HISTÓRICA BONANZA DEL GAS YA ABANDONA EL PUEBLO, NUNCA LLEGÓ A LOS INDÍGENAS

Basta llegar a la denominada “capital del gas” y alejarse 500 metros de la plaza principal para descubrir que sus viejas lagunas cloacales colapsaron. Su hedor contamina el lado oeste del centro urbano, sus rebalses cruzan riachuelos de aguas limpias que servían para el consumo doméstico. Porque, claro, buena parte de los carapareños aún debe buscar vertientes ante los crónicos problemas en la provisión de agua potable. Debe hacerlo de día porque la luz eléctrica falla recurrentemente.

Y dos terceras partes del pueblo cuidan de no gastar su garrafa de gas en lámparas pues, aunque viven sobre el megacampo, carecen de gas domiciliario. Viven alrededor del pavimento urbano, son campesinos e indígenas. Hasta 2014 sólo 216 familias tenían servicio gasífero doméstico, es decir, apenas un año antes de que empiece a acabarse la bonanza. Esa bonanza que hoy no sólo responde a la caída de precios internacionales del gas, sino además al agotamiento del megacampo San Alberto que disminuyó su producción en un 40 por ciento (a).

Los ingresos anuales de Caraparí cayeron de 89 millones de dólares a cerca de 20 millones entre 2014 y 2016 (b). Por ello, las obras que se realizaron empiezan a lidiar con los fantasmas del abandono. El hospital Virgen de Guadalupe, por ejemplo, con infraestructura de tercer nivel, fue concluido en 2015, pero carece de personal y equipos. Por ello, no se realizan ni cirugías ni estudios de rayos “x”.

Los servicios de desayuno y transporte escolar, logros celebrados por las autoridades del lugar hace 8 años, decayeron. Ahora les redujeron de 8 a 3,5 bolivianos el costo de cada desayuno y de 9 a 3 millones el presupuesto para buses. Las instituciones iniciaron despidos, la Alcaldía retiró a 250 de sus 600 funcionarios.

Hay quienes se hallan aún peor: los más antiguos habitantes del lugar. “En Caraparí hay guaraníes que no tienen casa ni tierras, viven de caseros, de inquilinos, a lo mucho pueden trabajar 5 hectáreas y les falta todo – dice el capitán grande Víctor Barrios –. No nos tocó ni un pito del gas”.

Barrios sintetiza así una de las historias de despojo y explotación más intensas del Aguaragüe. Primero, durante décadas, decenas de hacendados les quitaron sus tierras y, tras dura resistencia, los sometieron a la esclavitud que duró hasta hace un lustro. “Incluso en tiempos de Evo hubo esto de la servidumbre y especialmente en Caraparí –dice el capitán Román Gómez-.

El año 2004 el Gobierno de Carlos Mesa la prohibió, entonces se sometía a familias enteras al servicio no remunerado. Pero la práctica continuó, por lo menos hasta 2010. Ese año, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos aseguraba que 600 familias guaraníes del Chaco boliviano vivían en condiciones de esclavitud (c). Decenas de ellas en torno a Caraparí. “A partir de 2009 -2010 eso desapareció –dice Gómez-, pero nada más, la pobreza sigue”.

El capitán guaraní se refiere a los procesos posteriores en los que el Instituto Nacional de la Reforma Agraria no recuperó tierras para los indígenas. Luego, los hacendados acunaron acuerdos con petroleras y autoridades. Hoy, sin haber recibido más beneficios que unas sedes culturales, los guaraníes son los inquilinos de terrenos de los que cualquier día se les invita a partir.

En la junta de capitanes de la APG Caraparí los reclamos se multiplican. “Una garrafa de gas me cuesta 32,5 bolivianos (12,50 más que en el resto de Bolivia) –explica Herlinda Fernández-. La distribuidora cobra 22,5 y el taxi sale a 10”. Por eso deben cocinar frecuentemente a leña, como otros comunarios, aún más desafortunados.

Y los más desposeídos se hallan en el entorno carapareño. Viven junto a parcelitas y sus hijos apenas vestidos y, frecuentemente, enfermos. En años recientes hubo epidemias de salmonela y hepatitis, posiblemente por aguas contaminadas. Viven en casuchas de tablones. Se hallan dispersos en comunidades como Nazareno, Atajado, hacia el norte, o Cañitas y Salitral, en la vía a Itau, otro megacampo.

Un contraste con el edificio de la Subgobernación de Caraparí. Costó casi tres millones de dólares. Ocupa cerca de una hectárea, está colmado de ventanales, patios con baldosas, una piscina ornamental y decenas de espacios para oficinas que se muestran vacíos. En sus pasillos oscuros parece sonar el eco del ocaso de la era del gas.

(a) “La producción de gas del campo San Alberto declina a 6 MMmcd”, Pagina Siete, 17-06-2016

(b) Federación de Asociaciones Municipales de Bolivia - FAM

(c) “Esclavos en tiempos de Evo”, Santiago O’Donnell, Pagina 12, 25-04-10

( RECUADRO 2)





“POBRE CHACO SI SE ACABA EL AGUA DEL AGUARAGÜE”

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La segunda mayor riqueza del aguaragüe es el agua, más aún en tiempos en los que el cambio climático global castiga más al chaco
Rafael Sagárnaga L.

LA SEGUNDA MAYOR RIQUEZA DEL AGUARAGÜE ES EL AGUA, MÁS AÚN EN TIEMPOS EN LOS QUE EL CAMBIO CLIMÁTICO GLOBAL CASTIGA MÁS AL CHACO. PERO, SE TEMEN QUE LOS RIESGOS DE LA CONSTRUCCIÓN DE UN TÚNEL Y RONDA LA ZONA EL FANTASMA DEL FRACKING

Junto con el gas, el otro valor estratégico del Aguaragüe constituye el agua, que cada vez vale más. “El Chaco siempre fue seco, pero en los últimos cinco o seis años se ha agravado fuertemente la sequía –dice el capitán Víctor Barrios-. Ya se comenta mucho sobre el cambio climático. Si no fuera por el Aguaragüe, pobre Chaco si se acaba el agua de sus vertientes”.

No se trata de temores azarosos, tanto guaraníes como expertos han advertido el riesgo de proyectos en pleno cerro. Temen especialmente que la construcción del túnel que acortaría la carretera Caraparí – Campo Pajoso destruya las venas principales de agua y desate una catástrofe. El proyecto para perforar la montaña y abrir un túnel de 1.200 metros cuenta con financiamiento (10 millones de dólares) y diseño final. Pero lo que no hay son estudios sobre flujos de aguas subterráneas del parque.

Ya hace 11 años hubo un antecedente con un túnel construido por Petrobras para una de las líneas del gasoducto que va a Brasil. Lo construyeron en el área este y meses después ocurrieron escurrimientos anómalos de agua y avalanchas de lodo en partes bajas de la serranía. “Estuve allí, y en medio del túnel fluía agua –dice Rodrigo Ayala de la ONG Prometa-, era evidente que se rompían venas acuosas. Pese a ello, para el nuevo túnel (dos o más veces mayor) se libra una batalla legal y social. En ella ya hubo desde movilizaciones de guaraníes, en contra, hasta presiones de transportistas, autoridades ediles y, se asegura, de las petroleras, a favor.

Por lo demás, la provisión de agua es recurrente sinónimo de frustración En las faldas del Aguaragüe se hallan tres de las obras que con más pompa anunciaron las autoridades a favor del pueblo guaraní: las represas de Caigua, Busuy e Itavicua. “Caigua ha sido un fracaso, mire, huela esta otra –dice el capitán Mendoza en Busuy-, ya no sirve ni para lavar ropa”. Un hedor a putrefacción impregna el entorno de la presa cuyas aguas fueron recubiertas por una capa verdosa.

Cálculos mal hechos no previeron la acumulación de materia vegetal en el dique y en menos de dos años colapsó. Pero Busuy “Chaco Seco”, estrenada en junio de 2007, no constituye el peor de los casos. Caigua, en el sector villamontino del Aguaragüe, fue también construida en 2007, cerca de pasivos ambientales y áreas de prospección. En el plazo de medio año empezó a ser contaminada por filtraciones petroleras.

A mediados de 2016, el laboratorio de la Universidad Juan Misael Saracho declaró las aguas de Caigua como no aptas para el consumo humano. Por ello, la actual construcción de la presa de Itavicua despierta más preocupación que esperanza entre los guaraníes. “Las empresas vienen, sacan sus utilidades y se van –dice Mendoza en Itavicua-, dos presas andan con problemas, a ver si esta resulta diferente”. Félix Gallardo, el ingeniero responsable de la obra, le responde: “Construí 24 y de ninguna tengo quejas”.

Una sombra se suma a los entuertos que afectan al agua del Aguaragüe y los cerca de 10 mil guaraníes que lo habitan. Se cruza con el agotamiento de las reservas de gas y los fracasos de los últimos proyectos de exploración como Timboy: la posibilidad de que las autoridades apuesten por proyectos de fracking (fractura hidráulica) en la zona (i).

Cuando le preguntamos en 2016 al presidente de YPFB, Guillermo Achá, sobre esta posibilidad, respondió: “Hay que tomar con mucho cuidado el tema de la recuperación secundaria, con el contexto actual. Es una tecnología que no es una exploración habitual, es más cara y hoy no sería tal vez conveniente realizarla. Sin embargo estamos realizando estudios de factibilidad en algunos campos, ya maduros, (para) poder contar con una recuperación secundaria.

Lo están haciendo YPFB Andina y YPFB Chaco (…). Tenemos la responsabilidad como YPFB y estamos haciendo las evaluaciones previas para, en el caso de que haya buenos resultados y tengamos una recuperación de producción comercial que pueda beneficiar tanto a la balanza de nuestra producción de gas y a la economía del país, poder realizarlo”.

Como es sabido, el fracking se caracteriza por utilizar grandes cantidades de agua dulce para la recuperación de hidrocarburos. Y el agua en la zona empieza hasta por el nombre del segundo cerro rico boliviano.

(i) “Fracking, la fractura de la Madre Tierrra”, Los Tiempos, 11-04-15 y “Is Bolivia going to frack the Mother Earth”, The Guardian, 24-02-15.

( RECUADRO 3)





(1) http://tn.com.ar/politica/el-gasoducto-del-noroeste-la-obra-publica-mas-...

https://www.tgn.com.ar/home/page.asp?xml=gasoducto-norte

http://www.elpaisonline.com/index.php/noticiastarija/item/143470-ypfb-ga...

http://www.distancia.co/Espa%C3%B1a/Bolivia



(2) http://www.paginasiete.bo/economia/2015/12/20/bolivia-solo-abastece-dema...

http://www.jornadanet.com/n.php?a=60850-1



(3) “Contaminación del Agua e impactos por actividad hidrocarburífera en el Aguaragüe”, Walter Mamani, Nelly Suárez y Claudia García; PIEB.



(4) “Geología del Petróleo y el gas”, Jorge Téllez Sasamoto, y http://revistaidayvuelta.blogspot.com/2014/07/peron-evita-y-bolivia-ferr...



(5) “Contaminación del Agua e impactos por actividad hidrocarburífera en el Aguaragüe”, Walter Mamani, Nelly Suárez y Claudia García; PIEB.



(6) Informe del Ministerio de Hidrocarburos y Energía titulado “Más de 24.500 millones”, diciembre de 2014



(7) “Contaminación del Agua e impactos por actividad hidrocarburífera en el Aguaragüe”, Walter Mamani, Nelly Suárez y Claudia García; PIEB.



(8) “Contaminación del Agua e impactos por actividad hidrocarburífera en el Aguaragüe”, Walter Mamani, Nelly Suárez y Claudia García; PIEB, 2003.



(9) “Extractivismo: nuevos contextos de dominación y resistencias”, CEDIB, octubre 2014.



(10) http://www.elpaisonline.com/index.php/2013-01-15-14-16-26/centrales/item...



(11) Aguaragüe, manual para destruir una reserva natural, revisas Día D, OH! y Extra, julio de 2010.



(12) http://www.notiboliviarural.com/index.php?option=com_content&view=articl...

http://www.cfb.org.bo/noticias/economia-comercio/villa-montes-entre-rios...



(13) “Comercio salvaje”, Lo mejor del periodismo latinoamericano, Fundación para el Nuevo Periodismo, Fondo de Cultura Económica, 2006.



(14) http://www.ypfb.gob.bo/es/medio-ambiente/14-noticias/453-bolivia-obtuvo-$us-27-735-millones-de-renta-petrolera-entre-2006-y-2014.html

http://paginasiete.bo/economia/2017/1/23/renta-petrolera-disminuyo-2016-...



(15) Informe de ingresos petroleros por Gobernación y por municipio



(16) http://www.ipsnoticias.net/nota.asp?idnews=102330



(*) El autor y el periodista Jesús Cantín entrevistaron al ejecutivo de YPFB en marzo de 2016.



(**) Juan Pablo Pérez Alfonzo, político y literato venezolano, uno de los fundadores de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).


El MAS declara prioridad la vía por el Tipnis




En medio de gritos con opositores, la Brigada Parlamentaria de Cochabamba (MAS) aprobó ayer una resolución que declara prioridad la vía Villa Tunari-San Ignacio de Moxos que atraviesa el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis). En tanto, los expresidentes Carlos Mesa y Jorge Quiroga plantearon a Evo Morales viajar el 4 de septiembre a la reserva.

La Resolución Nº 003/2007 de la brigada parlamentaria tiene tres artículos. El primero declara como prioridad departamental la carretera Villa Tunari-San Ignacio de Moxos, garantizando obras para el acceso a los caminos vecinales, viviendas, servicios básicos, salud y equipamiento.

El artículo segundo demanda que el Gobierno central y departamental realicen las gestiones necesarias para garantizar la carretera, y el artículo tercero conmina a las instituciones departamentales a que se pronuncien a favor de la construcción de la carretera.

El presidente de la Brigada Parlamentaria de Cochabamba, Ademar Valda, calificó la resolución como “histórica” para el desarrollo de los departamentos de Beni y Cochabamba. “Nos sentimos orgullosos porque es preferible tener la crítica ácida y rancia de aquellos que no piensan en el desarrollo de nuestro departamento y que históricamente han ido en contra de esta articulación vial”, sostuvo Valda.

Durante el fin de semana, se desarrollaron dos encuentros de corregidores convocados por dirigentes que apoyan la construcción de la carretera y otros que buscan restaurar la intangibilidad del Tipnis.

La reunión de corregidores afines al MAS empezó el sábado 25 en la comunidad de San Pablo del Isiboro. La misma emitió un voto resolutivo ayer en apoyo a la Ley 266 de Protección y Desarrollo Integral del Tipnis. Al mismo tiempo, solicitó presencia de Migración e Interpol en la zona para impedir el ingreso de extranjeros. También desconoció la dirigencia de la presidenta de la Subcentral de Mujeres del Tipnis, Marquesa Teco, y le dio 48 horas para abandonar las oficinas de Trinidad.

El documento demanda la implementación de caminos vecinales hacia las comunidades, informó el presidente de la Subcentral Sécure, Carlos Fabricano.

El senador de Unidad Demócrata (UD), Yerko Núñez, solicitó un informe escrito al ministro de Defensa, Reymi Ferreira, sobre la labor de las Fuerzas Armadas en el Tipnis el pasado fin de semana. “Estamos haciendo la petición de informe al Ministro de Defensa para saber qué hacen militares llevando víveres en el Tipnis, seguro para comprar indígenas”, manifestó.

Por otro lado, el encuentro de los corregidores que defienden la intangibilidad del Tipnis se instaló el domingo tras denuncias de hostigamiento. Este medio intentó comunicarse con sus dirigentes, sin obtener resultados.



EXPRESIDENTES OPOSITORES PONEN FECHA PARA VISITAR EL PARQUE

Los expresidentes Carlos Mesa y Jorge Quiroga fijaron una agenda de cuatro temas y el lunes 4 de septiembre como fecha para viajar al Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (Tipnis) junto al presidente del Estado, Evo Morales.

Morales convocó a expresidentes y dirigentes opositores a visitar el Tipnis durante una semana para conocer las condiciones de vida de las comunidades instaladas en el territorio protegido.

En una conferencia de prensa improvisada, el Gobierno consideró que el viaje de los expresidentes al Tipnis develará qué es lo que hicieron en sus gestiones para el desarrollo de esa región.

“Creemos que ésta será una oportunidad de oro para que podamos escuchar cuánto han hecho sus Gobiernos para estos pueblos y justificarán también”, dijo el ministro de la Presidencia, René Martínez, en La Paz, citado en ABI.

Según dijo, en el viaje, los exmandatarios deberán realizar una evaluación y reconocer, después, los grandes avances del Gobierno del presidente Evo Morales para que los indígenas ejerzan sus derechos. “Esa invitación es para conocer las condiciones en las que se encuentran estas comunidades y que podamos hacer conciencia de las mismas para ver si tienen o no derechos a poder mejorar su condición de vida”, aclaró.

Vídeo captura el tenso momento entre botes oficialistas e indígenas del Tipnis



En las últimas horas salió a la luz un vídeo del momento en que grupos antagónicos de indígenas chocaron en el río Isiboro, en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis), cuando se dirigían a reuniones paralelas de corregidores por la Ley 969, que elimina la intangibilidad del área protegida.

Un grupo, que está contra la mencionada ley, evitó que botes que llevaban a dirigentes afines al MAS pasen por la zona. Ocurrió el domingo en la mañana.

En las imágenes, compartidas por el fotoperiodista Samy Schwartz, se observan momentos de tensión, gritos, agresiones e incluso se ve a una barcaza que vuelca en pleno río y que uno de sus ocupantes cae al agua, aunque sale nadando sin problemas.

Los botes, según el Ministerio de Defensa, eran de la Armada y salieron de Beni trasladando alimentos y equipos a San Pablo del Isiboro, lugar del encuentro de corregidores afines al oficialismo que apoyan la Ley 266. Al pasar por la zona de Gundonovia, centro de la reunión de indígenas que se oponen a dicha norma, encontraron resistencia por parte de los lugareños.

Ayer, el diputado de Unidad Demócrata, Rafael Quispe, confirmó que la presidenta de la Subcentral de mujeres del Tipnis, Marqueza Teco, y otros dirigentes indígenas sufrieron agresiones físicas de parte de efectivos de la Armada Boliviana que intentaban pasar por el lugar donde los indígenas disidentes al gobierno central desarrollaban el bloqueo.

El Ministro de Defensa señaló que gente dirigida por “activistas venidos de las ciudades” colocaron barreras en el río Isiboro y una comisión de la Armada tuvo que hablar con ellos para que dejaran pasar a las embarcaciones, entre ellas una que llevaba a la seguridad presidencial, porque el Mandatario iba a estar en San Pablo el día sábado.

Señaló que la embarcación de la Armada retenida transportaba vituallas de Defensa Civil y medicamentos de las brigadas de salud.

Corregidores ratifican rechazo a ley del Tipnis y alistan acciones a nivel internacional


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El XXXII encuentro de corregidores del Tipnis, autodenominado “orgánico” por su oposición al oficialismo, ratificó su rechazo a la Ley 969 de Desarrollo Integral del Tipnis y conformó un “pacto de unidad” para defender ese territorio con acciones a nivel internacional para denunciar la arremetida del Gobierno contra esa área natural.

El evento se desarrolló entre el 25 al 28 de agosto en en el Centro de Gestión de Gundonovia, en la provincia Moxos, en Beni, a la cabeza del dirigente Fabián Gil Rocha y la presidenta de la Organización de Mujeres del Tipnis, Marquesa Teco Moyoviri.

La resolución señala que el Tipnis es un patrimonio natural y cultural del pueblo boliviano y es obligación del Estado su respeto y protección.

Asimismo, el documento exige al presidente Evo Morales que respete este territorio, la vida de los pueblos indígenas y el patrimonio natural, porque “se encuentra en serios riesgos de extinción por las políticas extractivitas del actual Gobierno”.

Denuncian que las áreas protegidas están siendo intervenidas por las políticas “extractivistas y mercantilistas” y aseguran que los pueblos indígenas “nunca estuvimos en contra del desarrollo”, solo “exigimos que dicha articulación no pase por el corazón del Tipnis”.

En esta línea, los indígenas denuncian que la presión a la que se somete el área protegida puede derivar en "biocidio" y "genocidio" por sus noscivos efectos a la vida y cultura de la zona.

La reunión se desarrolló de manera paralela al encuentro de corregidores “oficialistas” de San Pablo del Isiboro, donde otro grupo de indígenas afines al Gobierno respaldó la Ley 969 y denunció que el evento de Gundonovia es ilegal y no tiene legitimidad.

La Ley 969 promulgada el 13 de agosto por el presidente Evo Morales, elimina la intangibilidad del Tipnis y permite al Estado hacer obras en el área protegida. Sin embargo, activistas e indígenas señalan que la norma solo permitirá la construcción de una carretera por medio del parque natural, ansiada por sectores cocaleros afines al oficialismo.

20 especies son candidatas a ser nuevas para la ciencia


Una expedición de científicos bolivianos, en un afán por ampliar el conocimiento sobre la flora y fauna en el Parque Nacional Madidi (departamento de La Paz), descubrió al menos 20 especies de vertebrados y 60 tipos de plantas que son candidatos a ser nuevos especímenes para la ciencia internacional, según fuentes oficiales del Museo Nacional de Historia Natural de Bolivia.

Entre los vertebrados hay 10 ejemplares de peces, dos de reptiles, dos de mamíferos y seis subclases de anfibios, entre ellos la rana arbórea Oreobates, de la familia Craugastoridae, cuyas singularidades dentro de la biodiversidad del mundo deben ser corroboradas por revistas y científicos especializados.

La expedición inició su trabajo el 5 de junio de 2015 y visitó 14 sitios durante 18 meses, tiempo en el cual el equipo de científicos bolivianos estudió sobre las aves, mamíferos, reptiles, anfibios y peces del Madidi a lo largo de un gradiente altitudinal descendiendo más de 5.000 metros desde las montañas de los Andes hasta los bosques y pampas tropicales de la Amazonia boliviana.

Biodiversidad sin par
La rana Oreobates fue encontrada por James Aparicio y Mauricio Ocampo, dos herpetólogos profesionales de la Colección Boliviana de Fauna y del Museo Nacional de Historia Natural, que sospecharon de inmediato que habían encontrado algo excepcional en la primera semana de la expedición en las sabanas tropicales de altura y bosques del Madidi.

Además de esta nueva especie de rana, el equipo denominado Identidad Madidi registró 462 especies, añadiendo un importante número de 60 especies de vertebrados a la lista oficial para el parque: 15 peces, cinco anfibios, 11 reptiles, cuatro aves y 25 mamíferos.

Entre los nuevos registros destacados para el parque Madidi y para Bolivia incluyen un hermoso ejemplar de murciélago nectarívoro (Anoura fistulata), cuya lengua extremadamente larga utiliza para extraer la savia de las flores.

El hallazgo de este murciélago es el cuarto registro de distribución en el continente americano desde su descubrimiento en 2005; también figura la atrayente pero mortal serpiente coral anillada (Micrurus annellatus); el pez cuchillo (Sternarchorhynchus hagedornae); y la rata de arroz de cola larga (Nephelomys keaysi).

“Estos descubrimientos incrementan la riqueza natural del país, que es maravillosa; es un hallazgo valioso, estamos demostrando que la cantidad de diversidad que tenemos en Bolivia dista mucho de ser conocida. Sin embargo, hay proyectos grandes, como tendidos eléctricos, que causan impactos en la biodiversidad”, manifestó James Aparicio.

Robert Wallace, coordinador de Identidad Madidi, ratificó que la rana Oreobates es una especie nueva para la ciencia, que se encuentra en la zona de las pampas de Apolo, que son sabanas de montaña a unos 1.500 metros de altitud.

Asimismo, en la incursión al río Heath (frontera con Perú) el número de anfibios confirmados para el Madidi se incrementó a 105 especies, con la adición de un par de ranas arbóreas, como la rana payaso (Dendropsophus leucophyllatus), aunque no es endémica del lugar, pues también está en la Amazonia de Perú, Ecuador, Colombia y Brasil.

“Hay una serie de especies candidatas a nuevas para la ciencia, pero los científicos deben hacer estudios mucho más profundos para determinar que realmente lo son. Estamos manejando alrededor de 20 especies de vertebrados y más de 60 especies de plantas que son candidatos, pero ese estudio tardará un poco porque debe ser revisado por revistas internacionalistas y por otros expertos”, explicó Wallace.

Por lo pronto, el proyecto, financiado por la Fundación Gordon y Betty Moore y WCS, está entre los finalistas en un concurso nacional de ciencia que se lleva a cabo en La Paz y que la próxima semana dará a conocer los trabajos ganadores y sus respectivos premios.

James Aparicio señaló que se está elaborando el informe final sobre un estudio similar realizado en 2016 y actualmente un equipo de científicos lleva a cabo una campaña de campo en el Parque Madidi, cuyos resultados posiblemente se conozcan en 2018.

En el plan participaron el Ministerio de Medio Ambiente y Agua, Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas, Servicio Nacional de Áreas Protegidas,
Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Madidi, Viceministerio de Ciencia y Tecnología, la Red Boliviana de Biodiversidad, Wildlife Conservation Society, Instituto de Ecología, Herbario Nacional de Bolivia, Colección Boliviana de Fauna, Museo de Historia Natural Alcide d’Orbigny y Armonía.

Incendio consume más de 15 hectáreas

El director de Bomberos, mayor Nelson Flores, informó que pasado el mediodía de ayer se produjo un incendio forestal en la zona de Palca, Sacaba, y consumió entre 15 y 20 hectáreas de vegetación nativa pastizales y árboles de eucalipto molles y pinos. El sector es parte del Parque Tunari. Las causas se investigan.

Recursos naturales Especie de coca para bebida gaseosa no existe en Bolivia

Un estudio realizado sobre los cultivos de hoja de coca y sobre sus similares silvestres de la misma ha desestimado la presencia en Bolivia de la especie que sirve como materia prima de la conocida bebida gaseosa azucarada.

El botánico Rosember Hurtado, investigador asociado del Herbario Nacional de Bolivia, realiza la búsqueda, identificación y caracterización de los parientes silvestres de la hoja de coca, dentro de un proyecto apoyado por el Viceministerio de la Coca y Desarrollo Integral.

El objetivo del estudio es conocer la cantidad de especies de hoja de coca presentes en el territorio boliviano.

“Hemos hecho un trabajo de visita a varios cocales en los Yungas y tomado muestras con permiso de los propietarios. Se creía que había más de una especie, como ocurre en el Perú, donde existen dos especies de coca cultivada. Una de ellas es la que utiliza la bebida gaseosa Coca Cola, que es la Erythroxylum novogranatense. Pensábamos que esas especies estaban en Bolivia, pero no, sólo hay una especie Erythroxylum coca (tanto en Yungas como en el Chapare), pero hemos encontrado variaciones en la forma de la hoja”, explicó Hurtado en el V Congreso de Plantas Medicinales, realizado en la Universidad Mayor de San Andres, entre el 16 y 18 de agosto.

Hurtado afirmó que en Colombia se encuentran muchas más especies de hoja de coca, en consonancia con otras investigaciones que establecen que el ancestro de la planta está en el norte de América del Sur.

Señala que la especie de coca chimi (Erythroxylum coca f. chimi) fue un descubrimiento de la investigación. En este caso, la hoja es más pequeña, crece como maleza en medio de los cultivos y sólo algunas personas la consumen en el acullico. Junto a ella se encontraron las formas elíptica y acuminada.

Las formas son importantes, puesto que se detectó que la hoja de coca pueda alcanzar hasta 7 centímetros en época seca, y existe la probabilidad de un mayor tamaño en tiempos de humedad. La investigación sobre los tipos de hoja de coca va a continuar en el Chapare.

PARIENTES SILVESTRES

El estudio también detectó dos parientes silvestres de la hoja de coca: Erythroxylum raimondii y Erythroxylum subrotundum, ambas crecen cerca de los cocales, no son cultivadas y existe la duda de que sean antepasados de la coca actualmente cultivada.

"Sería interesante saber si estas dos (parientes) silvestres tienen algunas propiedades nutricionales o si cuentan con alcaloides", dice Hurtado.

La investigación por ahora es básica, porque no se conocen con exactitud los tipos de hojas de coca.

El botánico explicó que es necesario conocer cómo se desarrolla la planta, porque los productores tratan de maximizar su producción y las investigaciones pueden ayudar a buscar ese rendimiento en la producción de un tipo de hoja de coca y no en ampliar el tamaño de los cultivos.

Brígida Tintaya, funcionaria de la Unidad de Industrialización de la Coca, explicó que la siguiente investigación, después de conocer la variedad taxonómica y molecular de la planta, es conocer su composición.

"Queremos saber si (la hoja) tiene más alcaloide o menos alcaloide, si nos sirve para industrializar. La idea es sacar plantas madre para hacer una limpieza varietal de la hoja de coca y decirle al productor: queremos una coca con un alcaloide de este rango. Si en el exterior nos prohíben llevar nuestra hoja de coca para venderla, entonces podemos producir coca con 0,01 de alcaloide, pero esas son investigaciones para más adelante", aseveró Tintaya.

El V Congreso Latinoamericano de Plantas Medicinales se realizó del 16 al 18 de agosto, en la Universidad Mayor de San Andrés, y concentró la participación de investigadores de doce países. (Periódico Digital PIEB)

lunes, 28 de agosto de 2017

Video Iñao, donde la vida es verde petróleo

Entre cañones se debate el paisaje verde de las cuatro serranías del Iñao. Entre cañones se mueven, todavía a sus anchas, singulares especies biológicas. Entre cañones supo desplazarse el Che Guevara, en su incursión por territorio boliviano, y entre cañones circulan hoy los “turnos”.

Turnos les llaman a unos desvencijados camiones que hacen de transporte público, aunque esporádicamente, uno al día, apisonando el camino de por sí ruinoso entre comunidades. Ya ni las vacas los esperan: de trecho en trecho están sembradas. No tienen, los semovientes, alternativa para escapar de los bichos y la humedad. Por eso desparraman sus kilos en los cañones de esta cuenca del río Amazonas.

El Iñao es un parque con forma de corazón y solamente una esquina de su aurícula derecha se salvará de la anhelosa búsqueda de hidrocarburos a cargo de transnacionales contratadas por la estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB).

Por temor, resignación o inocultable sometimiento económico, hoy, a una temperatura extrañamente agradable para el Chaco chuquisaqueño, no todos los cañones apuntan a las petroleras. Cañones les llaman a los caminos estrechados por cerros altos y bosques profundos que custodian la última de las 22 áreas oficialmente reconocidas dentro del sistema de reservas naturales del país.

Si hablo con los lugareños, sean estos indígenas, campesinos, interculturales (colonizadores) o citadinos, pocos se atreven a cuestionar la exploración petrolera, una inminente realidad documentada y reconocida por propios y extraños sin aparente conflicto moral.

Y aunque no todos los cañones apuntan a las petroleras, la decisión gubernamental —so pretexto de interés estatal— de escudriñar en el 90.80 por ciento del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Serranía del Iñao (la mayor superficie dispuesta para la actividad hidrocarburífera en suelo protegido boliviano) tampoco encuentra muchos adalides.

Probablemente algunos sientan vergüenza medioambiental, o la típica añoranza demorada de los abuelos. Por ahora se guardan para sí la defensa de la intervención a un pulmón de la Tierra de 263.161 hectáreas que abarca cuatro provincias y cuatro municipios de Chuquisaca.

La riqueza natural de este parque es considerada “fundamental para el departamento de Chuquisaca y el país”, según consta en el Plan de Manejo del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado (PN-ANMI) Serranía del Iñao 2012-2021.

Ese documento advierte también que “la concesión Azero [para la búsqueda de hidrocarburos en esta zona] ocasiona y ocasionará en el futuro conflictos de uso entre el área protegida y la empresa nacional de hidrocarburos YPFB”.

(VER NOTA COMPLETA)

En nombre del desarrollo

Tres decretos supremos firmados por el presidente Evo Morales para allanar la actividad petrolera en parques nacionales y áreas naturales (algunas de ellas, además, territorio indígena) han tenido respaldo institucional de organizaciones guaraníes. “Nosotros con las 37 comunidades de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG) Itika Guazu [municipio de Entre Ríos, departamento de Tarija] estamos apoyando los decretos para consolidar más al pueblo guaraní, para que nos puedan llegar proyectos para todas las comunidades, por eso estamos muy de acuerdo con estos decretos”, afirmó por ejemplo el dirigente Hugo Arebayo en un encuentro con el Primer Mandatario, según publicaciones de prensa de junio de 2015.

El argumento siempre es el mismo: la necesidad del desarrollo.

El director del Iñao, Guido García, me confirma que más del 90 por ciento del área protegida forma parte del contrato suscrito con la petrolera francesa Total E&P Bolivia, adjudicataria del bloque Azero, en Chuquisaca. Y si bien admite que esto representa “una amenaza”, dice también que es “una oportunidad”.

El argumento siempre es el mismo: el desarrollo.

García dice que el contrato con Total puede significar el despegue del parque y sus comunidades, de las 42 que tiene el Área Natural de Manejo Integrado (ANMI) y de las nueve que se encuentran en la denominada Zona Externa de Amortiguación (ZEA).

La justificación siempre es la misma: el interés nacional.

Por más que el capitán grande (presidente) del Consejo de Capitanes Guaraníes de Chuquisaca (CCCH), Mario Andere, me diga que no autorizaron la presencia de las petroleras en el Iñao, y que anuncie que buscarán reunirse con el presidente Morales para hablar del tema (una idea postergada durante meses), no hay rebeldía —decisión contundente— sino más bien división en la etnia que nos la enseñaron aguerrida.

No parecen el “pueblo que ha resistido el proceso colonial como ningún otro”, tal cual se presenta en su página web el CCCH, parte de la APG y, por ende, de la Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia (CIDOB), la máxima organización indígena de las zonas bajas.

Estos herederos de combativos ancestros se parecen más a los aborígenes que, obligados por las circunstancias, callaron durante décadas la servidumbre de sus familias en las haciendas de antiguos terratenientes.

No lo admiten abiertamente, pero están atrapados en un dilema: o apoyan al gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS), el instrumento político que se fundó sobre la base de las organizaciones sociales, que impulsa la actividad petrolera en el Iñao y los demás parques nacionales del país, o defienden la tierra de sus antepasados.

En Internet hay un texto no muy largo que Marc Gavaldà titula así: “Tentayape, cuando un pueblo dice No”. Salvo esa comunidad de férreos protectores de lo suyo, los demás guaraníes se debaten entre el disenso y la aprobación a cambio de favores.

(ENTREVISTA COMPLETA)

Por los cañones

A lo largo de cuatro días penetro los verdes cañones en distintos momentos, con tres compañías diferentes: primero, junto a cinco mburuvichas (capitanes guaraníes); luego, con el director y un técnico del parque Iñao; por último, con la guía de una exguardaparque devenida en apicultora, el emprendimiento de moda en el Chaco chuquisaqueño. Nos movemos por las venas del corazón denominado Iñao.

En las oficinas del CCCH, en Monteagudo —una población ninguneada en la Wikipedia—, las puertas se abren fácilmente para visitar las comunidades de la zona de Rosario del Ingre.

Por el “cañón del Ingre” —como le dicen los mburuvichas, la mayoría jocosos y no por eso menos sensibles a la investigación periodística— se ingresa sin problema. Todo lo contrario de lo que ocurre con Tentayape, el único reducto guaraní que se salvó de la aculturación.

Los tentayapeños son los caprichosos que les bajaron el pulgar a las petroleras.

Llama la atención el respeto que los capitanes de la máxima instancia de esta nación indígena en el departamento, la CCCH, les tienen a las autoridades tentayapeñas. Estas hacen valer un extraordinario poder soberano con un encierro territorial casi total, incluso, para los guaraníes que no son ellos.

“Hace meses que les hemos pedido permiso para entrar a su comunidad y hasta ahora no recibimos respuesta”, comenta con nerviosidad uno de los capitanes mientras viajamos hacia el sur, esquivando las vacas del camino, en una camioneta que, después me confesaría un exdirigente, es regalo de una petrolera.→

→Pasamos por alguna que otra hacienda que antes perteneció a los patrones y ahora está en poder de los “Iyambae” (‘libres’, ‘sin dueño’, en guaraní), es decir, de los resarcidos descendientes de los esclavos o semiesclavos, como morigeran los organismos internacionales de Derechos Humanos.

Hoy, los guaraníes que han logrado zafar de la opresión de los hacendados, es decir los que no continúan sometidos a formas contemporáneas de esclavitud en el Chaco, son amos y señores en las mismas casas donde antes los sojuzgaban. No es ironía, es reparación de la dignidad.

Salvo en el impenetrable Tentayape, las costumbres se van perdiendo inexorablemente. Esto lo confirman ellos mismos.

Bailón Guzmán, un guaraní de Charagua Norte (región de la provincia Cordillera, departamento de Santa Cruz) que es profesor de primaria en el colegio San Jorge de Ipati (Huacareta, Chuquisaca), dice que “Carnaval ya no se ha hecho. Antes era una semana en esta zona pero ya nada, silencio [hubo en] el Carnaval aquí”.

El idioma sobrevive a pesar del invasivo castellano: hablan casi todo el tiempo en guaraní. Incluso entre niños, que asisten a un colegio donde el alumnado completo pertenece a esta nación indígena.

En el recorrido nos cruzamos con una sola mujer que muestra vestimenta de rasgos típicos: polera verde claro, falda rosa y collar tejido en filas de hilos azul, blanco, rojo, marrón, celeste.

Desde el hombro le cruza por el pecho un tiro del que cuelga una bolsita también de hilo, pero a rayas verticales. En las orejas lleva dos pendientes que terminan en flecos azules, rígidos. De estatura baja y piel tostada natural, le calculo unos sesenta años.

No usa vestido suelto de colores metálicos; aun así, parece un lunar entre sus coterráneos, la mayoría de jeans y varios con camisetas de clubes de fútbol nacionales y extranjeros y zapatillas que son copias chinas de multinacionales norteamericanas.

La tierra, la Madre Tierra

En Ipati, adonde llegamos después de cuatro horas de traqueteado viaje, el pueblo guaraní se alista para una reunión extraordinaria. La comunidad estaba esperando a los mburuvichas para comenzar.

Tienen previsto tratar el conflicto con unos vecinos (antiguos patrones) a quienes los comunarios acusan de haberse apropiado de unas tierras que era un obsequio nada menos que del presidente Morales, indígena como ellos pero de las tierras altas.

Dicen que son maderables, esas tierras, por lo tanto económicamente importantes.

—Ya tenemos titulado ya, ¿y qué pasó? Los propietarios colindantes vinieron y nos dijeron: ‘pucha, han medido mal nuestro terreno, nosotros entre vecinos no queremos tener problema’. Así nos dijeron, nos han charlado bonito y ahí está, nos han hecho pisar (el) palito; nosotros no deberíamos aceptar porque era regalo del Presidente —me cuenta un guaraní en voz baja porque la reunión está en pleno desarrollo.

Nadie me había hablado con tal soltura hasta este momento.

—El Presidente nos regala 5 hectáreas, ya teníamos nuestro límite, ellos [Kadaster, empresa holandesa a cargo del saneamiento de tierras] midieron y otras 50 hectáreas se ha entrado la propiedad, han medido 50 hectáreas más a favor de nosotros. Eso ha sido regalo del Presidente, (pero) se habían entrado a nuestro terreno —agrega el hombre extrañamente abierto a la conversación llana.

Después, me explica que miembros de la familia Chávez (el apellido con el que identifica a los vecinos del pleito) “nos han convencido, ellos ya han hecho un escrito, un documento por demanda [judicial], hasta que le ha hecho firmar al capitán [de Ipati] saliente”.

En la reunión zonal, que les tomará tres horas de largas intervenciones individuales, participan unas cincuenta personas, la mayoría adultos. Tres adolescentes varones y mujeres junto a sus hijos pequeños escuchan atentamente. No hay un solo abogado asesorando a los comunarios.

La insustituible coca verde

El paisaje es verde. El cerro de acá y de más allá es verde. La copa del árbol, la hoja, la flora del bosque es verde. La insustituible coca es verde. El petróleo, también es verde.

En el camino, en la camioneta, dos de los tres mburuvichas hablan libremente, distendidos, en guaraní, con la tranquilidad de saber que no les entiendo. Yo decido seguir con el juego de extranjeros en propia tierra y pregunto telegráficamente, procurando marcarles el paso también en picardía:

—¿Esta es coca Yungas o Chapare? —La de los Yungas, en las montañas subtropicales de La Paz, es la considerada “legal”. No así la del Chapare, en los valles de Cochabamba, cuya producción en su mayoría, según diversas fuentes, se desvía al narcotráfico.

La bolsita va desanudada entre el conductor y el acompañante. Pero todos se sirven de ella durante el trayecto.

El tercero de los capitanes va con la mirada fija en el paisaje y abre la boca solo lo necesario, últimamente nada más que para sumar alguna hoja verde o para tomar sorbos de alcohol con agua que circula por el vehículo en una botella plástica.

A la pregunta de si es coca de los Yungas o del Chapare, el más hablador de los tres, Heriberto Ruiz, responsable del área de Tierra, Territorio y Recursos Naturales del CCCH, responde con su conocida jocosidad:

—Coca Ñaurenda (el nombre de una comunidad de la zona).

De vaqueros y tigres

Heriberto, mantecoso de piernas cortas y sonrisa fanfarroneada, cuenta historias de vaqueros que mataban tigres. Él habla de “tigres” y de “leopardos” pero en rigor son pumas, los que en estas tierras se conocen como “leones andinos”.

—Hay vaqueros que son buenos para eso; así, sin armas, con perros nada más. Antiguamente, los patrones los mandaban a ellos, por eso es que los ganaderos, los propietarios, tienen hartas vacas. Ahora que ya se murió el liderato, como ellos no las cuidan como cuidaban los vaqueros, no tienen paciencia. No manejan bien su ganado.

—¿Y ha comido la carne del tigre?

—¡Rico había sido, che! Hemos preparado che, con ají colorado. ¡Rico es!

Esta anécdota muestra una de las particularidades más evidentes del guaraní: su valentía, su carácter guerrero. Luego, el arraigo: no se separa fácilmente de los suyos.

Entre sus características negativas se cuentan el machismo (principalmente en la clase dirigente, en la que —coinciden dos mujeres de la ciudad— un guaraní puede llegar a tener varias parejas, a diferencia del comunario de base) y el consumo de alcohol (como dicen los citadinos en tono de señalamiento, el “doble A”: alcohol y agua).

El petróleo del Iñao

Estamos en la comunidad Azero Norte, a 36 kilómetros de Monteagudo. Llegamos hasta el río Azero, el límite natural con el municipio de Padilla, provincia Tomina de Chuquisaca, donde una niña juega a tomar las riendas del negocio de su padre, que ofrece el servicio de traslado de un lado al otro en una lancha.

La niña muestra una desenvoltura tal que deja la impresión de estar caminando sobre las aguas, en cuyos márgenes ha comenzado a moverse la empresa petrolera Total E&P Bolivia, una francesa en territorio boliviano.

En este lugar, el director Guido García me informa que el parque nacional y área natural protegida tiene un Comité de Gestión con diez representantes; actualmente está presidido por una indígena guaraní.

Él admite que el comité ha sido informado de la actividad hidrocarburífera en el Iñao y no se opone a ella, pero —aclara de inmediato— hará cumplir la normativa vigente. García gestiona proyectos amigables con el medioambiente.

La posición gubernamental es clara respecto a todos los parques del país:

“...esa franja gasífera y petrolera con seguridad ha sido conocida […] hace más de 20 o 30 años y no por casualidad, en una buena parte de esas zonas altamente petroleras y gasíferas, se han ido declarando parques, para que no los exploremos, para que guardemos seguramente para alguien”, dijo el vicepresidente Álvaro García Linera durante la inauguración del III Congreso Internacional Gas y Petróleo, el 2013, en Santa Cruz. Y agregó:

“Está bien que tengamos parques [...]. Pero eso no significa que nos vamos a quedar viviendo como→ →hace 400 años o como hace 300 años para dejar esa riqueza para de aquí a un tiempo vengan otros, que no vamos a ser los bolivianos, a usar esa riqueza”.

Alguien que defiende el respeto a las normas internas recuerda que “según la literatura, en el parque nacional no se tendría que chaquear, no se tendría que explorar ni hidrocarburos ni nada. Es intocable el parque nacional, no se puede hacer ninguna actividad, no puede intervenirse ese lugar. Pero eso lo va a hacer el Gobierno con la petrolera”. Entonces, a continuación, marca una diferencia importante:

“El área natural de manejo integrado es donde se pueden realizar actividades agrícolas moderadas y actividad pecuaria: producción”.

Sacarle la madre a la tierra

“Políticas extractivas para sacarle ‘la madre’ a la tierra”, es el título escogido por la revista PetroPress, en el número 31 (marzo-junio 2013), del Centro Documental e Información Bolivia (CEDIB), para aludir a la explotación de la Pachamama (“Madre tierra”, en quechua).

“En los hidrocarburos se decidió ampliar las áreas otorgadas a las transnacionales derribando las áreas protegidas y los territorios indígenas”, se advierte allí, en el último párrafo de la nota editorial.

Entre los artículos contenidos en esa publicación, Georgina Jiménez, coordinadora del Área de Investigación de los Recursos Naturales del CEDIB, da cuenta de que “el área total de interés petrolero del país es de 53.500.000 has. De ella, el actual Gobierno ha dispuesto 24.777.543,40 has para la actividad petrolera. Esa superficie equivale al 22.55% del territorio nacional, que cuenta con 109.858.100 hectáreas”. Jiménez señala además:

“Paradójicamente en el marco de una política que afirma haber nacionalizado los hidrocarburos y devuelto la dignidad y soberanía nacional, el actual Gobierno ha dibujado y redibujado constantemente el área a disposición de las empresas hasta multiplicar por 8 la frontera hidrocarburífera de finales del 2006 e inicios del 2007 y extender en abril del 2012 su superficie de poco menos de 3 millones de hectáreas a más de 24 millones de has que equivalen al 22,55% de todo el territorio nacional”.

El mismo informe agrega que los territorios indígenas de la región del Chaco boliviano, que se extiende sobre los departamentos de Santa Cruz, Chuquisaca y Tarija, han quedado “todos, sin excepción, con áreas petroleras superpuestas, lo que implica que el 100% de los territorios indígenas del Chaco han sido afectados”.

“No hemos autorizado”

A Mario Andere, el capitán grande, le consulto si su organización analizó y aprobó la presencia de las petroleras dentro del Iñao.

“Específicamente no hemos autorizado porque son parques […] nosotros en ningún momento, como Consejo de capitanes, hemos autorizado el tema de la presencia de las petroleras. Sí se ha negociado, pero en otras capitanías donde no tenemos parque, o sea reservas [naturales]. Jamás nosotros hemos autorizado el tema”, me responde.

En cuanto a la normativa que autoriza la exploración en las áreas protegidas, Andere me confirma que la dirigencia nacional de los guaraníes busca reunirse con el presidente Morales para plantearle la posibilidad de “cómo se mejora el decreto. Sabemos que en algunos artículos dice eso y lamentablemente ha habido algunos dirigentes que se han prestado para aprobar esos decretos supremos”.

En la misma línea discursiva se maneja Fermín Flores, ejecutivo de la Capitanía del Ingre, que en otra entrevista me dice que “el convenio [con la petrolera] ya está hecho, pero, como pueblo guaraní, no vamos a dejar que se entren sin consulta”.

Un detalle: el convenio ya está hecho, como bien lo reconoce él. E incluye “compensaciones” ya materializadas: hasta donde se sabe, una camioneta por aquí, una oficina por allá.

(VER ENTREVISTA COMPLETA)

De consultas y compensaciones

Cecilio Tardío Chávez, 39 años, guaraní, pertenece a la primera promoción de bachilleres del Ingre, uno de los cañones de esta zona verde como casi todo por aquí.

Él es profesor en el Centro de Educación Alternativa (CEA) y tutor de casi 50 adolescentes internados en San Jorge de Ipati. Y a él le pregunto si asistió alguna vez a discusiones comunales respecto a la incursión de petroleras en territorio indígena:

—He participado en las consultas —alude con una sonrisa al proceso de consulta y participación impulsado en 2015 por el Ministerio de Hidrocarburos y Energía para el proyecto “Exploración Sísmica 2D, Huacareta Área Norte”, que concluyó con la firma de un acta de validación de acuerdos.

—¿Cuál es su posición? —inquiero.

—(El trabajo de las petroleras) tiene sus cosas negativas y positivas. Por la compensación, ¿cuánto hemos recibido? ¡tanta plata! Pero lo hemos echado a perder y desde ahí ha empezado la división; eso es lo que divide, las empresas. Aparte de eso, con la presión sísmica que hacen, van enterrando los ojos de agua, las aguas se hacen turbias, no aclaran; esos defectos los estamos pagando ahora. Eso hacen las empresas.

—¿Qué compensación recibieron? —vuelvo a preguntar.

—En efectivo hemos recibido, hace tres o cuatro años.

—¿Y qué dicen de que más del 90% del parque Iñao esté comprometido para la actividad petrolera?

—En realidad, ese tema todavía no se ha tocado. Tal vez las autoridades, pero yo no tengo conocimiento de eso —manifiesta.

(VER NOTA COMPLETA)

“A mis hijos les hablo”

Cecilio me confía que su familia sufrió mucho. Como Bailón, como casi todos los que se abren conmigo olvidando su aprensión a la grabadora:

—Todo esto era potrero del hacendado, aquí eran esclavizados mis abuelos —dice el profesor de primaria del colegio de la zona, aunque él nació en Charagua Norte. Tiene un dejo de nostalgia, como una tristeza generacional que no puede disimular.

Nada que ver con un compañero suyo en el colegio de Ipati, el paceño Diego Sánchez, que con 25 años de edad está a cargo de alumnos de entre 13 y 17. Él es puro presente y futuro.

Bailón en cambio es, sobre todo, pasado:

—Mi papá siempre nos hablaba, y yo también a mis hijos les hablo.

¿Sobre qué les habla? “Sobre cómo era antes”.

¿Y cómo era? “No era como ahora, que tenemos educación. Mi papá no tenía la posibilidad de estudiar; apenas ha estudiado hasta cuarto o quinto básico”.

Con su misma carga, de un pasado peor, Cecilio es todavía más contundente:

—Yo he visto que mi papá ha vivido la época de las haciendas y los patrones. Mi papá era capataz, pero he visto cómo la gente era esclava: los trataban como animales. Ellos no tenían derechos, solamente trabajar y obedecer (podían). •

(VER ENTREVISTA COMPLETA)

* Usted puede acceder al contenido completo de este reportaje de ECOS (con varias notas de apoyo, más gráficos, entrevistas y videos) en las ediciones digitales de CORREO DEL SUR y EL POTOSÍ.

Haciendo patria por casi nada

No muy lejos de San Jorge de Ipati, en el cantón Angoa, municipio de Huacareta, también se buscó petróleo.

Ronny Chávez es un adolescente de 17 años que por entonces tenía 11 y hoy, en el camino de retorno del colegio a su casa, me asegura que con sus profesores nunca hablaron del tema de la actividad petrolera en territorio guaraní.

Cursa el sexto de secundaria, su último año antes de ir al cuartel militar, como es su deseo, y luego a la universidad. Esto será en Sucre, en Monteagudo o en Camiri, ciudad intermedia de Santa Cruz.

Angoa es una de las localidades alejadas, junto con Anguaguasu, en el radio de acción del doctor Percy Leniz Pari. Este joven médico potosino trabaja desde hace dos años en la posta sanitaria de Ipati del Ingre, otra comunidad guaraní.

Con la “carpetización” individual realizada por él y una auxiliar de enfermería, el único personal de este modesto puesto de salud ubicado a cuatro horas de accidentado viaje desde Monteagudo, en el municipio chuquisaqueño de Huacareta, pudieron establecer que ambos cargan sobre sus espaldas el bienestar de 543 habitantes.

Percy Leniz, de carácter sereno, no espera sentado la llegada de sus pacientes: el 70% de su tiempo lo ocupa en “visitas familiares” (atiende a las poblaciones de tres comunidades: Angoa, Anguaguazú e Ipati).

Mientras me muestra sus carpetas ordenadas con esmero de colegial, y después me cuenta que yendo a los hogares incluso puede entablar conversaciones educativas personalizadas, se me figura ese individuo sin rostro del que tantas veces hablamos sin conocerlo: el boliviano que hace patria en condiciones extremas y ganando casi nada.

A cincuenta metros está el flamante colegio San Jorge de Ipati, donde, salvo los hijos de los docentes, todos los alumnos son guaraníes.

“Ellos hablan netamente el guaraní, tenemos educación bilingüe, todo es en su idioma y a partir de cuarto de primaria comenzamos con la segunda lengua, el castellano”, dice Lidio Colque, su director. Él también administra el Centro de Educación Alternativa (CEA).

“Para atenderlos”, complementa, “tenemos seis profesores bilingües [de un total de 16], no hay más. Estamos aprendiendo [guaraní], es complicado, la pronunciación cuesta”, reconoce con humildad.

El colegio fue inaugurado a fines de noviembre de 2016 por el presidente Evo Morales, pero, según Colque, “no lo han hecho del todo bien; en los baños, por ejemplo, tenemos chorreras”.

Además, les falta mobiliario y los chicos pasan clases apretados en algunos de los cursos; esperan pacientemente, porque no tienen más alternativa, el cumplimiento de un compromiso municipal de que se les entregarían los bancos que necesitan para estudiar.

Esta unidad educativa congrega todos los días a 180 alumnos de los niveles inicial, primaria y hasta sexto curso de secundaria. Algunos caminan alrededor de 5 kilómetros diarios.

Para ellos hay 16 profesores, más el Director. “Éramos 18, pero se nos están reduciendo los ítems por falta de estudiantes. Han reducido mucho porque no funciona ya el transporte escolar, se ha hecho un recorte en los municipios”.

Casi 40 estudiantes de comunidades vecinas hacían uso de ese transporte, desde distancias de 15 kilómetros o más. Obligados por la circunstancia, “muchos se han ido al Ingre o a Monteagudo, otros van al internado”, me explica, con resignación, Colque.

'Don Boni', un líder nato en un pueblo de niños y de longevos

A Don Boni lo he perseguido todo el día. “No es tiempo”, me esquiva. 'Don Boni', como lo conocen todos, es alguien respetado en la comunidad guaraní, un líder nato. Con 52 años y una sonrisa que denota picardía y a la vez generosidad, Bonifacio Rivera Chávez ha ocupado cargos importantes en su vida de dirigente indígena y en San Jorge de Ipati, desembocadura de uno de los cañones, el del Ingre, cualquier pregunta es redirigida a él. Por sus conocimientos de largo alcance, según ellos. Yo creo que por respeto.

Mira al piso, Don Boni. Es un hombre cabizbajo. Medita hasta cuando bromea. Hasta cuando no medita nada. Hoy enfundado dentro de una camiseta de The Strongest (él dice que por casualidad, que se la obsequiaron, que tiene otra del Bolívar y algunas más de clubes internacionales) es el depositario de la palabra que todos escuchan y lo demostrará más tarde en una reunión zonal que, de no ser el tinglado del colegio, hubiera acabado con las cabezas de los participantes rajadas por el sol. Don Boni, invariablemente, como todos, masticando coca, es también la persona de las historias para contar a los recién llegados:

“Una vez llegó un gringo músico”, comienza a contar para mí y para los suyos, que le atienden como si escucharan la historia por primera vez. Estamos reunidos en torno a un rústico pedazo de madera que hace de mesa al aire libre, debajo de un cobertizo. Son las 10:30 y desayunamos café con humintas, en chala y sin la envoltura de la mazorca. Más tarde almorzaremos lagua de choclo con choclo. “El gringo llegó a la oficina de Monteagudo”, dice Don Boni, que toca el violín.

—Estoy buscando a tal persona.

Lo buscaba a él.

—Yo soy —le digo—. Era el tiempo de los Cuerpos de Paz. Lo traje aquí. En ese tiempo todavía funcionaban los teléfonos a cuerda y le he dicho, me acuerdo, que si quería podía llamar a su país.

Ahora en la comunidad de San Jorge de Ipati, cantón Rosario del Ingre, municipio de Huacareta, solo hay un teléfono público y de los antiguos. (Durante mi estadía, de pronto aparece una camioneta de Entel y un empleado de la estatal de telecomunicaciones me dice que había recibido la orden de conectar el servicio de telefonía celular en esos días. Y que como no había tendido eléctrico hasta la antena, que está a unos cien metros del tinglado, para cumplir la orden, entretanto, colocarían paneles solares).

Reconozco en el común del guaraní un carácter jocoso, aunque me cruce de vez en cuando con algunos rostros avinagrados (un hombre pasa con un plato de lagua en la mano y de soslayo se manifiesta en contra de la presencia de un periodista en la comunidad. Y si lo dice en castellano, pudiendo haber escogido el idioma materno, será para que lo tenga yo bien claro).

Chuquisaqueños al fin, en el cañón del Ingre son propensos a la ocurrencia de los apodos. 'Caure', le puso Don Boni al gringo músico, por chiquito. “Así se ha ido, ‘Caure’, como el pajarito”, sonríe mostrando un poco del blanco de sus dientes carcomidos y del verde de la coca masticada. Caure, el ave de paso, se fue y no ha vuelto más.

Antes, dijo que Caure no quiso llamar por el teléfono a cuerda, pero sí grabó un video en un sistema que no recuerda y que alguien de la comunidad le sopla erróneamente (era imposible para la época) socorriendo a su memoria esta vez huidiza: no muy convencido (y hace bien), sostiene que el pajarito mandó las imágenes en las que ambos hacían música, a Estados Unidos, por WhatsApp. Y después se emociona, más o menos, recordando que el gringo volador le regaló un violín.

Después rememorará cómo hasta Ipati llegó otro “periodista gringo”, del Bolivian Times, en bicicleta. Y que “el Príncipe de Dinamarca tenía que llegar hasta aquí, pero no ha llegado, ha llovido fuerte y hasta Monteagudo nomás”. Eso sí, “el que llegó hasta aquí fue el Presidente (del Gobierno) de Navarra y la Embajadora de Inglaterra, en el 96. Ella nos dijo: ‘Quiero ir a visitarlos, pero no quiero que avisen a nadie, ni al Prefecto’. No hemos avisado a nadie”.

—Usted tiene buena memoria —le digo para lisonjearlo un poco y darle manija. Pero…

—Cuando no tengo coca, no quiero hablar. ¡Y no veo tampoco! —risotada general.

Después, cambiamos de tema. Mejor.

—¿Qué música toca en el violín? ¿Algo de su pueblo, de creación propia?

—Sí, pero depende, si están puro 'karaï' ('señor', término que refiere al hombre blanco), te lo toco chacarera, merengue, rock…

“Salsa”, le dicta una mujer y todos vuelven a soltar una carcajada. Asegura que también rasga la guitarra y empuña el erque y el caño.

UN PUEBLO DE LONGEVOS

Pasa un anciano que a simple vista se le podrían calcular por lo menos 90 años de edad.

—¿Puedo hablar con él?

—¿Cuánto me pagas? —dice el más atrevido de mis interlocutores, de unos treinta y cinco años. Él también es capitán, lo que significa que fue elegido por su comunidad para que la representase en el Consejo de Capitanes Guaraníes de Chuquisaca.

Un poco en broma, un poco en serio, la alusión a la recompensa económica es permanente.

Tal vez porque no tengo coca para regalarle, Don Boni evade mi interés por conocer a doña Amalia, su suegra que, según el médico de la zona, Percy Leniz, tiene 101 años. A ella la persigue en edad otra mujer de más de 90. Pero el mismo Bonifacio Rivera Chávez, todo un personaje en este pueblo de longevos, le baja el perfil a la suegra confiándome que en Huacareta tiene un tío de 110 años.

De los cuarenta y cinco ancianos que atiende el doctor Leniz, veinticuatro corresponden a Ipati. “A su edad, deberían estar con enfermedades no transmisibles como hipertensión, diabetes o artritis, pero solo el 1 % de estas personas tienen esos males”, confirma el galeno de la posta sanitaria.

—¿La clave de su longevidad está en la comida que consumen?

—Sí, yo pienso que es por la alimentación que recibieron desde un principio. Ellos comen, sobre todo, cumanda blanca (poroto) y maíz, después papa, yuca. Aunque estamos en el Chaco, no se come mucha carne en este sector —responde Leniz.

Hay muchos niños y muchos ancianos. Pocos jóvenes. Estos no aguantan mucho tiempo sin conocer la dignidad económica de las ciudades más próximas: Monteagudo, Camiri, Santa Cruz, Sucre, y tarde o temprano parten en busca de oportunidades de trabajo. Cuando vuelven, de visita, sienten que no han perdido sus raíces, pero el dinero ahorrado no sirve para evitar el asalto de la transculturación.

Cecilio Tardío Chávez (39) estuvo en la primera promoción de bachilleres del Ingre: “Hemos salido ocho y son pocos los que estamos apoyando aquí en la zona, la mayoría se ha ido a otros lugares. Faltan muchas oportunidades y por esa razón los jóvenes se van a las ciudades, en busca de trabajo”.

A todo esto, ante la expectativa de unos diez o quince de sus más fieles escuchadores, que no se le despegan para nada, como no queriendo desperdiciar minuto de él, Don Boni, con la polera del Strongest ya no por azar sino por “cazador de tigres”, me ha pedido amistosamente que nos sentemos en un pedazo de césped, al lado del tinglado donde cuatro changos pelotean felices con la inscripción de fondo en la pared: “No a la droga, sí al deporte”.

Entre los guaraníes, entre los chicos guaraníes —que a veces son chicas también—, la felicidad tiene un rostro global, de balón de fútbol.

El dilema de los guaraníes

La actitud por momentos pusilánime de los guaraníes con la industria extractivista de recursos naturales en su territorio, incluyendo el que se halla dentro del Iñao, podría explicarse por la moderna idea de desarrollo en ese sector.

Hay en esa idea ligazón con un dilema clave: deben decidir entre apoyar al instrumento político que se fundó sobre la base de las organizaciones sociales, el Movimiento al Socialismo (MAS), cuyo gobierno impulsa la actividad petrolera en el Iñao y los demás parques nacionales del país, o defender la tierra de sus ancestros.

En Chuquisaca, este pueblo indígena está asentado en las provincias chaqueñas de Luis Calvo y Hernando Siles y el mburuvicha Federico Gutiérrez, secretario de Producción de la CCCH, calcula que unas 1.000 personas de su etnia viven al interior del área protegida, cuyas serranías atraviesan los municipios de Villa Serrano, Padilla, Monteagudo y Villa Vaca Guzmán.

Por allí, humildes comunidades limitan con el próspero departamento de Santa Cruz.

Los guaraníes integran la base social del instrumento político que sostiene al presidente Evo Morales en el poder, aun después de las desavenencias del Gobierno con los aborígenes de las tierras bajas por la insistencia oficial de construir una carretera en el Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure (TIPNIS), geográficamente situado entre Beni y Cochabamba.

Para algunos nativos la política de ampliación de la frontera petrolera, al punto de afectar casi la totalidad de un parque exuberante como el Iñao, contradice la filosofía de su pueblo —conocida como Ivi Maraei o ‘Tierra sin mal’— de mantener una relación integral con la tierra y los territorios más allá de lo productivo y lo económico.

Alguien que los conoce bien porque trabajó varios años con ellos asegura que pesa sobre sus espaldas una histórica carga emocional desde que su líder, Apiaguaiki Tumpa, torturado y sacrificado durante los tiempos de la República de fines del siglo XIX, fue traicionado por otro guaraní.

Tras su muerte, comenzó el sometimiento a los hombres y mujeres de su pueblo.

Siendo naturalmente cazadores y recolectores —cuando no pescadores—, con el paso del tiempo fueron aprendiendo a criar vacas y a sembrar productos agrícolas.

En la época del incario tenían conciencia minera. Ahora, a tono con la frescura de la practicidad, eligen ver a la tierra llanamente como el lugar donde van a cazar y a recolectar.

Que tienen choques permanentes con los quechuas y los interculturales, me dice mi fuente. Que son “ladinos” y por eso hábiles para los arreglos sociales: “te llevo hasta tal lugar, pero me pagas la gasolina o me regalas coca”; “te permito que perfores la tierra en busca de petróleo, pero me das algo a cambio”.

En la serranía del Iñao, a pesar del avance de la apicultura, las principales actividades económicas continúan siendo la agricultura y la ganadería.

No obstante, los apicultores se muestran más convencidos que los originarios de que la actividad petrolera afectará el medioambiente. Sostienen que la perforación en busca de gas natural perjudicará la vida de las abejas.

“Somos protectores de la naturaleza”, me remarca un comunario.

Los Zilveti, promotores del área protegida

Patricia Zilveti, hoy emprendedora del sector de repostería, un día supo que solo dentro de la política conseguiría cumplir el sueño familiar —especialmente de su padre— de que el Iñao sea declarado “área protegida”.

“El único modo de que logres el área protegida es estar en un punto de decisión, sea política o de cualquier punto, pero de decisión. Si te animas, metele y nosotros te vamos a ayudar”, le dijo su marido y así fue que llegó a ser concejala.

Aclara que, como no le gustaba la política, nunca llegó a inscribirse en ningún partido. “Mi único objetivo era lograr el área protegida, nada más”, me cuenta en su repostería ‘Witimimbo’, en la ciudad de Monteagudo, casi 20 años después.

Por entonces, ella formaba parte de un grupo de defensa del medioambiente denominado ASE. “He trabajado como 15 años por nuestra comunidad. Mi esposo era el que solventaba mis caprichos de ir por el monte; él nos llevaba, nos dejaba trabajando allá”, recuerda con nostalgia.

Me comenta que “en esa época ya había los rumores de las prospecciones, decían que en el Iñao había petróleo, pero no había ni intenciones de hacer ni caminos ni nada para eso”.

La lucha de los activistas se centraba en el desmonte, ni siquiera por la madera: “la gente terminaba quemando los montes y hacía potreros”.

Entonces, “con jóvenes íbamos a donde estaban cortando las maderas y les enseñábamos a hacer muebles; en vez de que quemen su madera, hacíamos muebles rústicos. No era solo de palabra que les enseñábamos”.

Luego impulsó el proyecto “Patrullas Ecológicas”, de formación de jóvenes líderes, que sobrevivió unos años, hasta que ella se retiró de la política y nadie más se interesó por mantenerlo.

Ahora, justamente en estos días, la misma Patricia está reactivando a los “Patrulleros de ASEO Monteagudo”. Hace mucho que esta organización no se deja sentir por aquí.

ASEO tiene una gran infraestructura —con teatro e incluso con biblioteca— que Zilveti dejó en manos de jóvenes capacitados para esta tarea de defensa de la ecología en la zona. Pero todo eso ha sido desaprovechado durante años…

Una decepción

Me cuenta que la última vez que entró al Iñao fue hace más o menos un año, y se llevó una decepción: “Me da pena porque el parque no está señalizado, no están trabajando… es como ir a cualquier lado y no encuentras ninguna referencia de que es un parque, de que es un área protegida (…)”.

“La gente puede ir y yo creo que si ves una orquídea, la sacas y nadie te dice nada, o que eso no está bien hacerlo. Me pareció muy poco el trabajo que están haciendo en el área protegida”, enfatiza después.

Dice que lo mismo pasa por la zona de Azero Norte, por donde también estuvimos nosotros. Allí, se explica mejor, “tampoco hay referencias de que es área protegida”. Me confirma además que “tampoco hay una promoción (turística) para visitar el parque”.

Una herencia invaluable

La mejor herencia que ha recibido Patricia Zilveti, y que ella resguarda como un tesoro, es la colección de taxidermia (técnica de disecar animales) de sus padres.

Siendo muy joven, Hugo Zilveti, su papá, llegó a Monteagudo desde Sucre como un premio de la familia por hacer sacado las mejores notas de la universidad, sin saber que esta población terminaría cautivándolo para siempre.

De madre sucrense y padre potosino, este descendiente de italianos que hicieron su vida en Potosí (“su abuelo italiano fue el primero que hizo una máquina chancadora de minerales”, me revela Patricia), comenzó una colección de taxidermia.

Luego, al casarse con Teresa Orías Balderas, mamá de Patricia, juntos continuaron la rara colección. “La llevaron por toda Bolivia para difundir lo que había en Monteagudo. Como 200 piezas de animales llevaron”. (En este momento, Patricia me muestra algunas cajas de mariposas, parte de la preciada herencia).

El inquieto Hugo Zilveti, un investigador nato, clasificaba las mariposas y, paralelamente, formaba a sus hijos en ornitología.

“Él siempre nos estaba hablando con los nombres científicos de las aves. Era chistoso porque de niños hablábamos con los nombres científicos de las aves y los amigos del barrio se reían. Para nosotros era normal decir los nombres científicos; ahora me doy cuenta de que no era normal en nuestro entorno”, se emociona Patricia.

La Ley de la República Nº 2727 Declaración del Parque Nacional y Área Natural de Manejo Integrado Serranía del Iñao en Chuquisaca se promulgó el 28 de mayo de 2004. Fue un triunfo de Monteagudo (y también para los demás municipios involucrados). Particularmente, fue un premio al ímpetu de los Zilveti.

“Tuve el honor de entregarle a mi padre la ley en sus manos; era él el que quería que se haga el área protegida. Yo solamente aprendí algunas cosas; tuve que ser política durante tres años para lograr su sueño”, finaliza Patricia.