lunes, 26 de septiembre de 2016

¡Controlan el CO2 convirtiéndolo....en piedra!



Los investigadores del proyecto Carbfix capturaron el CO2 producido por la mayor planta de energía geotérmica del mundo, situada en Islandia, lo mezclaron con agua y lo reinyectaron en el subsuelo de basalto. En menos de dos años este gas de efecto de invernadero se convirtió en piedra.

Desarrollan un método para convertir en piedra el dióxido de carbono emitido por la actividad humana e implicado en el cambio climático, almacenándolo de forma permanente en el subsuelo.

La emisión de dióxido de carbono o CO2 es uno de los principales responsables de la retención del calor solar en la atmósfera o efecto invernadero, que provoca el calentamiento global del planeta y alteraciones en el clima, según un creciente consenso científico.

Un problema que es producido, sobre todo, por la industria, la deforestación y la combustión de los combustibles fósiles.

Ahora un equipo de científicos e ingenieros han probado con éxito una solución, que puede ser revolucionaria, para reducir el impacto de este problema: capturar las emisiones de CO2 y solidificarlas transformándolas en piedra.

Una idea antigua

La idea, aunque no es nueva, es la primera vez se ha logrado llevar a la práctica en un lapso de tiempo radicalmente inferior al que se calculaba.

En un ensayo en Islandia capturó el CO2 producido por una planta de energía geotérmica, fue mezclado con agua y se reinyectó en el subsuelo.

La experiencia fue realizada por investigadores del proyecto Carbfix que han demostrado que las emisiones de este gas pueden ser bombeadas al interior de la tierra y, allí, transformarse en material sólido en cuestión de meses.

Este hallazgo podría eliminar el temor que venía sobrevolando la idea de capturar el CO2 y almacenarlo bajo tierra, consistente en que las emisiones almacenadas pudieran, en el futuro, filtrarse a la superficie y llegar de nuevo al aire, de acuerdo al organismo público Reykjavik Energy (OR, por sus siglas en islandés) que provee electricidad y agua a Islandia y es el principal impulsor de Carbfix (https://www.or.is/english/carbfix-project).

En este proyecto, que comenzó en 2012 y busca desarrollar la tecnología para almacenar el CO2 en las rocas basálticas a gran profundidad en sitios geológicos seleccionados, también participa el Instituto de la Tierra de la Universidad de Columbia (www.earthinstitute.columbia.edu) y las universidades de Islandia (http://english.hi.is/) y de Copenhage (www.ku.dk/english/), entre otros.

El experimento de la transformación del CO2 en piedra se efectuó en la central de Hellisheidi, la mayor planta productora de energía geotérmica del mundo, es decir la electricidad producida aprovechando el calor del interior de la Tierra, ligado a volcanes, aguas termales, fumarolas y géiseres.

La planta de Hellisheidi proporciona electricidad a Reykjavik, la capital de Islandia, y a sus industrias, bombeando a la superficie el agua calentada por los volcanes y utilizándola para impulsar las turbinas generadoras de corriente, pero ese proceso no es completamente limpio, ya que también se traen a la superficie gases volcánicos, ente ellos, el dióxido de carbono, según el OR.

Desde hace unos años, en vez de liberarlo a la atmósfera, esta central geotérmica comenzó a mezclar el CO2 con el agua bombeada desde el subsuelo y a reinyectar esta mezcla líquida en la roca volcánica basáltica subterránea.

En la Naturaleza, cuando el basalto se expone al CO2 y el agua, se producen una serie de reacciones químicas, y el carbono de ese gas se precipita en la roca formando un material calcáreo blanquecino, pero nadie sabía cuán rápido era, con vistas a aprovecharlo para almacenar el dióxido de carbono de forma deliberada, de acuerdo al OR.

Según este ente público, estudios previos habían calculado que en la mayoría de las rocas, esta transformación geológica puede tardar cientos o incluso miles de años, pero en el basalto que hay debajo de Hellisheidi, el 95 % del CO2 inyectado se solidificó en menos de dos años.

“Esto significa que en el futuro podremos bombear grandes cantidades de CO2, almacenarlo de forma segura en un período muy corto y utilizar este sistema en lugares donde abunda el basalto, un material negro y poroso, presente en los fondos oceánicos y que representa el 10 % de las rocas continentales”, según Martin Stute, hidrólogo del Observatorio de la Tierra Lamont-Doherty, de la Universidad de Columbia y coautor del trabajo.

Nuevo material… para artistas

Hasta ahora el proceso de 'capturar y secuestrar’ el CO2 se habían centrado en bombear e inyectar el CO2 en piedra arenisca o acuíferos salados, pero con el temor de que el gas almacenado bajo tierra podría escapar a la superficie debido a fracturas del terreno, terremotos o los temblores causados por su propia inyección.

La ingeniera química Edda Aradóttir, que lidera el Carbfix por parte del OR, calculaba inicialmente que la solidificación del CO2 provocada en el basalto de Hellisheidi podría requerir de ocho a doce años pero, según esta investigadora, “ha sido una sorpresa comprobar que puede producirse mucho más rápido”.

Consultada por EFE sobre las posibles aplicaciones de esas rocas con CO2, Aradóttir señala que “dado que estas piedras se forman dentro de los flujos de lava basáltica a unos 500 metros debajo de la superficie, la profundidad a la que es inyectado el gas disuelto en agua, sería costoso y dificultoso extraer ese material.No contemplamos, de momento, ningún uso particular para este material, aunque algunos artistas ya se han mostrado interesados en utilizarlo para sus trabajos”, señala. Esta ingeniera resalta que la captura de carbono en rocas de carbonato es un proceso que ya sucede de forma natural, pero ahora se ha conseguido “acelerarlo y aprovecharlo como un modo eficiente de inmovilizar el dióxido de carbono que, de otro modo, sería emitido a la atmósfera”.

En 2014 el OR comenzó a inyectar 5.000 toneladas de agua con CO2 por año, pero ante el éxito del experimento y la rapidez del proceso de solidificación, este organismo planifica duplicar en 2016 la cantidad del líquido inyectado. “Necesitamos manejar las crecientes emisiones de dióxido de carbono y este método es una forma definitiva de almacenarlo de forma permanente: convirtiéndolo en roca”, concluye Juerg Matter, un investigador de la Universidad de Columbia ahora asentado en la Universidad de Southampton (www.southampton.ac.uk), en el Reino Unido y que es el autor principal del trabajo.


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