viernes, 16 de septiembre de 2011

Según analista internacional para los próximos 100 años: Población de América sólo podrá vivir en Patagonia y norte de Canadá

ELIGRO.- Los datos más recientes muestran que la química del agua de mar ya está cambiando y, según la UICN, sólo una reducción rápida y considerable del uso de combustibles fósiles y de la deforestación puede ayudar a restablecer la salud de los océanos.

Nuevo Sur

Ayer por la tarde en instalaciones de la Cámara de la Construcción se realizó el Conversatorio “Cambio Climático ¿Discurso o Realidad? organizado por la Organización no Gubernamental Naturaleza, Tierra y Vida “Nativa” que trajo al experto Joerg Elbers, miembro de la Unión Internacional de la Conservación de la Naturaleza (UICN).
Elbers realizó la presentación sobre cómo en la historia del planeta Tierra se fueron dando los cambios, pero principalmente cómo en las cinco últimas décadas éstos se incrementaron de una manera inimaginable.
Señaló que la explotación y destrucción de la Tierra tomó velocidad con la Revolución Industrial, y se ha acelerado dramáticamente desde 1950.
Entre lo más resaltante señaló que en este periodo el hombre destruye más o menos la mitad de los bosques del planeta.
• Liberamos inmensas cantidades de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a la atmósfera.
• Creamos un hueco gigantesco en la capa de ozono, la cubierta protectora del planeta que filtra la dañina radiación ultravioleta.
• Perdimos aproximadamente el 65% de los suelos fértiles, un 15% de la superficie terrestre del planeta se está convirtiendo en desierto, y dos tercios de las tierras agrícolas están amenazadas por procesos moderados a severos de erosión y salinización.
• Liberamos decenas de miles de sustancias químicas al aire, suelo y agua, muchas de ellas toxinas de larga duración que están envenenando la vida.
• Destruimos cientos de miles de especies de plantas y animales. Cada año desaparecen unas 50 mil especies, casi todas como resultado de la actividad humana. La tasa de extinción actual se estima hasta 10 mil veces más alta que las ocurridas antes que el ser humano habitara el planeta.
Esta destrucción masiva y cada vez más acelerada de las bases de la vida en la Tierra se nutre de la quema desenfrenada de combustibles fósiles.
“Las sorpresas” son cambios abruptos e imprevisibles que amenazan los fundamentales procesos planetarios. El desarreglo más conocido es el cambio climático que perturba el ciclo de carbono.
¿Cuál es la fuerza destructiva?
Elbers señaló que dos palabras pueden resumir la situación ante la cual se halla el planeta: crecimiento económico.
Los abogados del crecimiento económico prácticamente siempre presentan como argumento matador la elección entre dos opciones: “o combatimos la pobreza -mediante el crecimiento económico obviamente-, o protegemos la naturaleza”.

La economía del estado
estacionario
Las famosas palabras “desarrollo sostenible” son un “oxímoron siempre que ‘desarrollo’ implique incrementar las tasas de extracción de materias primas de la naturaleza salvaje”. En este sentido, sostenibilidad y desarrollo son conceptos contradictorios y “desarrollo sostenible” no es más que el crecimiento económico encubierto deliberadamente con un término “ecológico”. Para ser realmente sostenible, el flujo de materia por la economía global tiene que encogerse o entrar en un estado estacionario.
¿Hacia dónde vamos?
La alfabetización ecológica y la economía del estado estacionario son dos ejemplos que muestran alternativas deseables -y más que necesarias- si se quiere darle un chance “a nuestros hijos y nietos, de poder disfrutar de la comunidad de la vida de Gaia, nuestra Tierra viva”. La tarea de la transición es titánica y los contrincantes son muy poderosos: el crecimiento económico y la codicia.
¿Cuánto tiempo queda?
El experto mostró tres cuadros de acuerdo al avance del efecto del cambio climático mostrando como en aproximadamente 100 años o menos los humanos tendrían que replegarse a vivir sólo en las puntas norte o sur del planeta. En el caso de América sólo sería habitable la Patagonia y el norte de Canadá. Esto en una segunda etapa; en una etapa previa estos lugares estarían prácticamente inhabitables por el efecto invernadero y la vida marina se reduciría en grandes porcentajes.

Situación en América Latina
La irregularidad del clima, con patrones meteorológicos cambiantes, está generando cambios fundamentales en América Latina. Estos cambios, de fuerte impacto en las áreas protegidas, van desde los más perceptibles, como la ampliación de la temporada de huracanes en el Caribe, hasta los menos conspicuos, pero no menos importantes, como la desaparición masiva de anfibios, aves e insectos. Plagas y especies invasoras proliferan y los ecosistemas pierden lenta pero constantemente la función y capacidad de regenerarse y adaptarse.
El ascenso del nivel del mar afecta a los ecosistemas del litoral costero. A su vez, la erosión costera tiene un impacto tanto en la agricultura como en el turismo. Se estima que el 90% de las playas del Caribe ya están afectadas por este fenómeno. Hay reportes de playas con hasta nueve metros de erosión por año, dimensiones entre dos y cuatro metros son comunes.
La mayor absorción de CO2 por el mar cambia la composición química del agua. Lo que sumado al incremento de la temperatura está llevando al blanqueamiento y muerte de los arrecifes de coral, y en un futuro limitará a todas las especies que requieren de estructuras calcáreas para vivir. En el Caribe existen arrecifes donde, desde el 2005, el 50% del coral ha desaparecido debido al blanqueamiento. Todo un ecosistema de biodiversidad única está en peligro de extinción, las consecuencias de su desaparición son incalculables.
Las regiones montañosas también son severamente afectadas. El aumento de la temperatura obliga a los ecosistemas a migrar hacia arriba. Plantas y animales con la capacidad de desplazarse y adaptarse rápido pueden sobrevivir, siempre y cuando exista conectividad en el terreno que permita su movimiento. Sin embargo, aquellos ecosistemas que se encuentran en las cumbres “pasan al cielo”.
Para las regiones boscosas, el calentamiento significa un incremento significativo de los incendios, como ocurrió en los primeros años de esta década en varias regiones de Mesoamérica y en la Amazonia occidental. Se estima que para mediados de siglo, la mitad oriental de la Amazonía se habrá convertido en sabana; ya en el 2005, el río Solimões (Amazonas) se secó, provocando fuertes impactos en la biodiversidad.
El cambio de uso del suelo para el cultivo de soja y agrocombustibles conlleva la tala de enormes superficies de bosques nativos. Esto es especialmente crítico en Brasil, Paraguay y Argentina, donde la frontera agrícola se ha extendido de manera descontrolada. Estos enormes campos estériles eliminan la conectividad biológica, poniendo en mayor peligro aún la conservación de la biodiversidad a largo plazo.

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