martes, 14 de abril de 2009

En el Beni próximamente los monos andarán a pie



Julio Alberto Núñez Vela, dijo ayer que luego de una investigación sobre deforestación en el área de influencia de la carretera Trinidad – Puente San Pablo, es posible que en los próximos 29 años el bosque existente quede convertido en pampas y con pastos cultivados para la cría de ganado bovino, situación que obligará a los monos andar a pie.

Para ese reporte utilizó información de fuentes primarias obtenida en las comunidades de la zona, según los resultados de la investigación, debidamente actualizada y contrastada, se encontraron a cinco actores de deforestación, que presentan características socioculturales totalmente diferentes y que utilizan la tierra con ópticas distintas para la producción agrícola.

Para Julio Núñez Vela, el primer agente es el campesino de origen indígena (deforestador por necesidad), realiza la deforestación de una hectárea desde una perspectiva de supervivencia; practica cultivos de manera tradicional (arroz, maíz, plátano y yuca) tal y como lo hacían sus antepasados, dejando que la tierra descanse por algunos años para luego reutilizarla.

El segundo agente de deforestación (deforestador por prestigio), es el citadino, el que vive en la ciudad y adquiere una propiedad rural; este es un agente de deforestación casi con la exclusiva visión de convertirse en ganadero productor de leche. Ejecuta una deforestación mucho mayor a la extensión derribada por los campesinos (entre 2 y 5 Has. anuales).

Generalmente sólo siembra pasto y vende la leña como subproducto. El citadino escasamente practica algunos cultivos porque sabe que una producción agrícola mediante sistemas tradicionales y en poca extensión, no es rentable.

El principal motivador de esta actividad está dado en función a que en el Beni ser ganadero es muy importante, entonces los nuevos profesionales y clase media adquieren esta tendencia. Este agente es propietario aproximadamente del 31,77 % de las parcelas existentes en el área de influencia ya mencionada.

El tercer agente de deforestación (deforestador mercantilista) es el proveniente de las tierras altas y valles cuya mentalidad mercantil se centra únicamente en generar ganancias a través de cualquier actividad emprendida. Estos no tienen una clara identificación con el bosque ni con la tierra, solamente los ven como un medio de los cuales se debe extraer utilidades al máximo sin importar las consecuencias posteriores que ello conlleve.

“Prueba de ello, es la observación de utilización de altos concentrados de agroquímicos en las prácticas de cultivos hortícolas y practican la pesca utilizando dinamita. Los inmigrantes tienen una visión de esta tierra solamente como generadora de recursos económicos y en el menor plazo posible; esta misma visión se extiende hacia el recurso monte como productor de su sustento en el corto plazo”, señala Núñez Vela.

El cuarto agente de deforestación (deforestador migratorio) es el empresario arrocero que, proviene de Santa Cruz, empujado por la escasez de tierras cultivables en ese departamento. Este agente de deforestación tuvo una expansión hacia el Beni buscando nuevas tierras de las cuales puedan obtener utilidades y beneficios a través de la práctica de una agricultura migratoria, para ello alquila tierras que son explotadas con el monocultivo y, después de 2 años, devolverlas a los legítimos propietarios con pasto sembrado. Este agente de deforestación vive estacionalmente en el Beni, es decir, el tiempo que dura la campaña de producción.

El quinto agente de deforestación y nuevo en la zona, sobre todo en el camino Casarabe – El Carmen (deforestador depredador), es el menonita y al igual que el deforestador occidental y empresario, no tiene apego a la tierra, la presencia de estos agentes deforestadores, al igual que los anteriores, obedece a la escasez de tierra tanto en occidente como en Santa Cruz.

Poseen grandes capitales para desmontar grandes extensiones de bosque, atropellando todo lo que se interpone a su pas el patrimonio arqueológico del Beni, las leyes, compran conciencias, depredan montes antropogénicos milenarios, ricos en flora y fauna y destruyen el hábitat de especies que posiblemente aún no han sido descubiertas por la ciencia.

Julio Núñez Vela opina que cualquier esfuerzo que se realice para detener la deforestación debe basarse en la comprensión cabal de las causas directas y subyacentes de los agentes de deforestación, sabemos que la causa común es mercantilista, pero no sabemos si vienen a quedarse o vienen solamente a depredar obtener utilidades y luego migrar en busca de otras tierras; si es este el caso, dejarán tras su paso una tierra estéril, nuestro Beni explotado, sin bosques, los monos tendrán que migrar “de a pie” buscando su alimentación, dijo.

“Es posible controlar la deforestación mediante una protección firme de nuestros bosques a través de programas de desarrollo económico, con objetivos adecuados y políticas claras de reformas institucionales vinculadas con su protección. Si no se definen estas políticas para un desarrollo sostenible a nivel departamental y nacional, la consecuencia futura será de desaparición de nuestros bosques”, opinó.

La fauna silvestre, es afectada por la segmentación de su hábitat. Los corredores de monte (también llamados lengua de monte) han sido talados para dar lugar a la actividad agrícola o pecuaria. De las rutas de migración de animales silvestres y de las especies vegetales existentes en este territorio, casi no se tiene ningún dato, peor de las posibles consecuencias de su desaparición.

La mayoría de los campesinos a los que se les dotó de tierra, la venden para luego emigrar a zonas más alejadas o se dirigen a las ciudades para formar cinturones de miseria en las zonas urbanas; los que se quedan, consideran más conveniente quedarse en la comunidad y vender su mano de obra a los nuevos propietarios de su parcela o a las estancias circunvecinas a cambio de un jornal. Esta migración campo-ciudad obedece a un casi total abandono de las zonas rurales por parte del Estado y la falta de políticas nacionales o departamentales dirigidas al desarrollo rural.

Núñez Vela finaliza recordando una máxima cuyo autor no se conoce. “La tierra que tenemos no la hemos heredado de nuestros padres, sino que la tenemos prestada de nuestros hijos”.

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